El hada y el dios del fuego.

Capítulo: 2.

----------Narrador omnisciente----------

En el planeta Kepler se encuentra el rey supremo Norcar, sentado en su gran trono hecho con diamantes y otras piedras preciosas. Él resplandece como el sol, su atuendo es un vestido largo con bordados de oro y su corona es de oro, grande y brillante.

El rey Norcar ha llamado a su hermano el dios de la guerra Mark, pero todos sus guardias y guardianes también han sido convocados a esta reunión, así que el reino cielo está completamente lleno de todos ellos.

—Mi señor, ¿sucede algo?, su guardián me dijo que viniera urgente. —Habla el dios de la guerra Mark inclinando su cuerpo y cabeza al suelo.

—¡Levántate! —Pronuncia el rey Norcar con la voz ronca.

Mark obedece inmediatamente a su rey y se levanta.

—Mark, tú has recuperado las tierras perdidas y derrotaste al rey del fuego y a sus tropas, tu apaciguaste todas las rebeliones en todo mi reino, ¿qué recompensa quieres?

—Mi señor, la tribu de fuego ya estaba quebrada, sin su dios ellos no son nada, ellos únicamente eran una multitud incontrolable, yo hice fue mi deber, no merezco ninguna recompensa.

—Mi señor, su hermano es muy modesto. —Dice Abba una de la guardiana superior del rey Norcar.

—No necesito recibir el crédito por hacer mi trabajo correctamente. —Comenta el dios de la guerra mientras se inclina de nuevo al suelo y se levanta de inmediato.

—Mi señor, aunque Kay el rey del fuego, es mucho más débil que su hermano, el dios del fuego Adolf, su reino y él siguen siendo una amenaza para todo nuestro imperio. —Manifiesta Enzo el ángel guardián Superior.

— Ellos ya no son una amenaza, el rey Kay está gravemente herido y como todos sabemos su hermano está muerto, y si el dios del fuego Adolf estuviera con vida yo lo mataría, ellos no volverán a ser una amenaza para nuestro planeta o para nuestro reino. —Declara el dios de la guerra Mark con la mirada puesta en su rey Norcar.

—Sé de lo que eres capaz. —Le dice el rey.

—Mi señor, tengo muchas cosas que resolver todavía me gustaría saber, ¿cuál es el motivo por el que me ha mandado a llamar? —Pregunta Mark.

—Acércate… —El rey le manifiesta al dios de la guerra lo que está ocurriendo.

—Esta noticia es muy mala, debían haberme informado antes de que había conmoción en la torre Afral. —Mark se dirige al soldado de acerca rápidamente al ser inmortal muy molesto, ya que este es unos de los encargados de proteger a los reclusos de la torre Afral.

—Es que hay algo que no sabes, el dios de la tribu del fuego Adolf no está muerto, él está encerrado en la torre en la parte más alta, los guardias han estado viendo movimientos muy extraños, al parece quiere despertar y si lo hace su poder también y todos estaremos perdidos. —Le explica el rey supremo Norcar levantándose de su trono y colocándose al lado de su hermano.

—¡Está vivo!, eso no puede ser, yo era muy joven y me habían dicho que todos los seres inmortales acabaron con él. —Vocifera pensativo Mark.

—Nuestro padre lo selló en secreto en la parte más alta de la torre, no dijo nada para evitar pánico entre los habitantes de nuestro planeta, solo unos cuantos saben la verdad. Los inmortales superiores hemos puesto un sello en toda la torre para que Adolf no despierte, aun así se está debilitando así que debemos unirnos y juntos volver a sellar la torre. —Habla el rey Norcar.

—¿Y por qué se ha estado debilitando? —Pregunta sin miedo el dios.

—El sello que hemos puesto es imposible que alguien lo pueda romper. Pero Adolf hace 1500 años su espíritu despertó y ninguno nos dimos de cuenta, él trató de salir y usó su poder para destruir el sello, no lo logró, debido a un guardián el cual nos avisó a tiempo, así que todos los seres inmortales nos juntamos para fortalecer el sello, al parecer lo hicimos mal, puesto que faltabas tú, el dios de la guerra también debe fortalecer la torre, en todo este tiempo su espíritu se ha estado fortaleciendo, necesitamos tu ayuda. —Explica el rey con las manos en la espalda.

—Entonces, vamos inmediatamente. —Dice con entusiasmo Mark.

—Debes beber agua de la fuente, descansar, alimentarte y luego todos nos iremos. — Ordena Norcar.

—¡Está bien! —Concluye el dios de la guerra.

En el reino de las hadas, Rosa arregla la hoja del destino 48 mil.

—Ya falta poco. —Murmura feliz la joven colocándose la hoja en el pecho.

Ella escucha la campana que le anuncia la llegada de alguien a la casa del árbol de la vida.

—¡Ya voy! —Grita ella emocionada. Lleva tiempo muy sola, a ella nadie la visita.

—¿Estabas dormida florecita? No debes tener nada bueno que hacer aquí. ¿Verdad? —Le pregunta un hada mientras la recorre.

—Para la próxima debes estar pendiente, no tardes tanto. Floja. —Murmura, otra hada empujando a Rosa.

— Yo no soy una flor, soy una rosa. Y tengo mucho que hacer más de lo que se imaginan.

—No venimos a escuchar tus excusas, el guardián superior e inmortal Enzo, mando a revisar la hoja de los libros, ¡no te tardes! —Dice de nuevo el hada recién llegada con la voz fría.

Rosa sale corriendo, busca las hojas de los libros y las coloca en unos recipientes de madera, luego lleva el pedido a las jóvenes hadas.

—¡Qué día tan desafortunado tenemos nosotras! Hoy el dios de la guerra ha regresado victorioso y nosotras por estar en este lugar tan lejano, no podemos verlo. —Murmura un hada con tristeza.

—Estos son los libros del destino que les mandaron a buscar, por favor díganle al superior Enzo, que deben regresar antes del amanecer, o si no las hojas podrían dañarse al estar tanto tiempo lejos de su árbol. Llévenselo. —Informa Rosa a las odiosas mujeres.

Las hadas se retiran sin darle las gracias a Rosa, pero ella las detiene.

—Acabo de escuchar que Mark ha vuelto de la guerra.

—¿Por qué preguntas por él?, eres una florecita ordinaria, haz tus quehaceres y no hables tonterías. —Dice con la voz pedante el hada. —¡Vámonos! —Le ordena a sus compañeras.




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