—Mi señor, necesitamos recuperar nuestras tierras, el reino del fuego se ha ido debilitando, su hermano al no poder utilizar el fuego del infierno, es débil, así que el reino de los cielos aprobechandose de eso, se ha ido apoderando cada día más de nuestras tierras.
—He regresado de esa prición, para ser el único dios que todos adoraren y si no lo hacen, entonces me temerán, voy a recuperar lo que es mío, cueste lo que me cueste. —Expresa con firmeza—. ¿Qué me sucede? ¿Por qué me pasa esto? —Analiza Adolf.
—Así se habla, mi señor, me gustaría decirle…
—¡¡Silencio!! Escucho a alguien pedir ayuda.
Adolf está enfrente de su gran batallón de guerreros que fueron convertidos en piedra a causa del sacrificio de la diosa de la guerra, un corte aparece en su hombro y después escucha un grito.
De un momento a otro él se traslada al lugar donde la hermosa hada está a punto de perder la vida, sin dudarlo ni un segundo él la rescata y con muchísima ira, destruye la caldera y mata a los guardianes, la única persona que ha escapado, lleva en su cuerpo la marca del dios.
Todos en el palacio mueren, Adolf no tiene necesidad de utilizar su cuerpo, tan solo con levantar su mano, el fuego mata a cada uno de los guardianes, los cuales terminan siendo cenizas, aunque muchos tratan de huir, no lo logran.
En la ciudad todo es un caos, a él, eso no le importa, el grito de terror del hada lo cegó por un momento, sintió la necesidad de acabar con todos los que para él, habían puesto en peligro la vida de la pequeña hada.
El dios del fuego, coloca a Rosa en el suelo cerca del gran caldero destruido.
—¿Qué sucedió aquí? ¿Hubo un terremoto? ¿Dónde están todos? —Adolf se acerca a Rosa y la toma de la mentón.
—Hada tonta, ¿tenías tanto miedo que cerraste tus ojos? Si no viste nada, entonces no preguntes.
—¿Qué haces? —Pregunta ella al ver al dios acariciándole el rostro.
—Estás herida aquí, eso lo esperaba. —Habla el dios tocándole el hombro herido, y probando su sangre— Eres muy dulce.
Luego de verla con preocupación, su mirada cambia a una muy oscura. Él suelta el rostro de la joven.
—Gracias por preocuparte por mí. —Dice Rosa alejándose del dios—. No te me acerques, por favor, no está bien que seamos tan cercanos. ¿Vas a matarme? Dime la verdad.
—Es lo que más deseo en este mundo, acabar contigo. Quiero cortarte las manos, los pies y la cabeza, y alimentar a mis cocodrilos contigo, pero hay un gran detalle.
—¿Cuál? — Pregunta con inocencia el hada.
—No puedo hacerlo —suspira Adolf acercándose al hada nuevamente y tumbándola al suelo.
—¿Por qué? —Tartamudea ella.
—Quiero que sepas, que no te mataré y tampoco permitiré que nadie te toque. —Habla el dios tocando el cuerpo del hada, haciendo que ella tiemble.
—Gracias pero no… —Murmura Rosa con los ojos bien abiertos
—Si alguien se atreve a tocarte, les sacaré la piel, y los dejaré en los huesos aun con vida. —La interrumpe, él.
—¡Oh! Eso me da mucho miedo. —Susurra la joven apartando su cara del dios.
—De ahora en adelante eres mía, tu vida me pertenece, tu respiración me pertenece, los latidos de tu corazón me pertenecen y cada gota de tu sangre es mía, ¿entendiste? —Habla con la voz ronca mientras toma la cara de Rosa.
—¡Estás loco! —Dice Rosa aun temblando, estar debajo del gran dios le tiene los nervios de punta.
—Desde hoy te prohíbo que te apartes de mi vista.
Ella lo empuja y se sienta en el suelo frío.
—¡Esté, que se cree! Yo no le pertenezco, él es un delincuente que escapó de la torre Afral, no creo que esté enamorado de mí, ¿o sí? —Piensa Rosa mirando al ser inmortal que se encuentra agachado viéndola con ganas de adivinar lo que la joven está pensando.
—Apenas ha visto al mundo, soy la primera inmortal que él conoce después de salir de ese oscuro lugar, ¿será que si le gusto? —Dice Rosa para sí, mientras se levanta de la tierra.
—Aprecio tu amabilidad, pero hace algunas horas nos conocimos, no te ilusiones conmigo, hay muchísimos peces en el mar, deberías buscarte otra, yo no estoy dispuesta a pasar mi vida con un delincuente, no estás nada mal, pero mi corazón le pertenece a otra persona. —Parlotea ella, dándole la espalda al dios, Adolf se levanta y se aproxima nuevamente hacia donde Rosa, no puede permitir que se vuelva a escapar.
—Hada tonta, rompe mi hechizo y prometo dejarte en paz.
—¿Cuál hechizo? —Pregunta ella un tanto confundida. Adolf se levanta la túnica y le muestra la espalda a la joven, él tiene un tatuaje de un árbol verde y brillante.
—¿Qué haces con el sello sagrado de la diosa de las hadas en tu espalda? — Cuestiona Rosa muy preocupada.
—¿Lo conoces? —Pregunta él, acercándose más al hada.
—Solo lo he leído en los libros. No soy una hada poderosa, no puedo romper ese hechizo, alguien más te lo colocó, yo nunca podría hacer algo así, soy muy débil. —Dice ella con tristeza, él con su poder le toca la cabeza, tiene curiosidad de lo que es realmente el hada.
—Tú no puedes invadir mi privacidad, idiota, eres únicamente un pobre delincuente de esa estúpida tribu del fuego, no vuelvas a intentar entrar en mi mente. —Grita Rosa dándole golpes en el pecho.
Rosa sale corriendo. No se da cuenta, de que una de sus pociones, para reparar sus raíces inmortales, ha caído al suelo, él la recoge y la ve con interés.
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El dios desconocido Lok llega a la ciudad Shai, junto a su mano derecha, la líder y jefa de todos sus guardianes.
—Estas sombras oscuras que están en toda la ciudad, salieron, cuando la caldera fue destruida por el gran dios, que invadió el palacio, para salvar a esa insignificante hada. ¿Verdad?
—Sí, mi señor, yo pensé que el ser inmortal era el causante del caos en toda la ciudad, pero viendo desde lo alto de esa montaña, me di de cuenta, que todo este derramamiento de sangre, se debe a que la caldera fue destruida y los espíritus malignos causaron este caos.