El hada y el dios del fuego.

Capítulo: 16.

 

El dios del fuego todos los días le da a Rosa de beber infusión de la pendiente de la reina y gotas del rocío de la mañana, Adolf ha entrado a la habitación de Rosa con el fuego eterno en su mano, el cual nunca se apaga, al estudiar el libro de las hadas Adolf se dio cuenta de que el frío le hace daño a la bella hada, así que ella necesita del calor para no marchitarse y poder recuperar todo su poder que desde su nacimiento ha estado oculto.

— ¿Fuiste al infierno por mí? —Le pregunta Rosa mirando como él enciende el candelabro con el fuego eterno—. ¿Por qué eres tan descuidado? —Habla el hada enojada—. A mí, no me importa pasar frío, ¿sabes el peligro que corriste, en ir a ese lugar?, incluso la tribu del fuego le teme a ese sitio, tú solo eres un inmortal pecaminoso ¿cómo te atreves a ir a un lugar como ese, solo por una simple flor como yo? ¿Y si perdías la vida?

—Déjate de tonterías, para mí no fue nada complicado conseguir el fuego eterno, así que tranquilízate y déjate consentir.

<<Me ama mucho —piensa Rosa viendo los ojos del ser inmortal.

— ¿Por qué me ves de esa manera?

— ¡Adolfo! ¿Ya te he dicho que amo a otra persona?, ¿cierto?

—Sí, y eso no me interesa, yo te he dicho que tú me perteneces, que nunca se te olvide eso.

<<No puedo dejarme endulzar por esas palabras tan bellas. —Repite Rosa en su cabeza, ya que al escuchar esas palabras su corazón empezó a acelerarse.

—Adolfo, eres muy especial para mí, pero… —La pequeña hada se queda en silencio.

— ¡No te quedes callada y habla! —Le ordena Adolf acercándose a ella.

—Deberías confesar tus crímenes, para que te encierren y puedas cumplir tu condena, y salir hacer una nueva vida y tener una familia. —Expresa Rosa, Adolf chasquea su lengua y sale molesto de la habitación.

—¿Ya se enojo?, huy qué delicado es. 

 

*****

 

—Basu, mira, esta parte del libro dice, que la diosa de las hadas aumenta su poder gracias al sol naciente. —Adolf le muestra a su guardián las palabras escritas en el libro de las hadas. 

—Mi señor, eso quiere decir que el hada debería de tomar los primeros rayos de la luz del sol.

—Eso va a hacer muy difícil ella es muy dormilona. Nunca pensé que cuidar a una pequeña flor, como esta, sería tan difícil. —Suspira colocando su mano en la cabeza.

—Mi señor, el hada es muy especial, ayúdela a recuperarse y ella también lo ayudará arreglar la hoja del destino. —Asegura Basu tocando el hombro de su rey.

—Ojalá y sea cierto. Este reino está en la parte norte del país y los rayos del sol naciente no llegan, por eso es que la pequeña hada es tan débil.  

—Puede ser que esa sea la razón mi señor.

—Debo llevarla a la parte más alta de nuestro planeta, al reino de los cielos.

—Debe tener cuidado de que no lo vean.

— ¿Se te olvida del poder que yo dispongo, o es que me consideras débil? —Cuestiona de mal humor el dios inmortal.

—Discúlpeme mi señor, no quise decir eso. —Basu inclina su cabeza ante su amo.

—Vamos a dormir, estoy muy estresado y debo despertar antes que amanezca. —Manifiesta el dios inmortal mientras soba su frente.

—Con su permiso, me retiro. —Concluye el ser inmortal y único dragón del planeta.

 

*****

 

—Levántate y ven conmigo —Adolf llega al cuarto de Rosa y la desarropa y le toca el hombro con fuerza para que se levante.

— ¡Estás loco! Déjame dormir, todavía ni ha amanecido. ¿Hacia dónde me quieres llevar? ¿Quieres matarme de un susto? —Le reclama Rosa algo irritada.

—Lo verás cuando lleguemos, vamos. —Él extiende su mano.

—¡Tengo sueño!, —grita el hada abrigándose por completo, Adolf le arranca la sábana y la monta en su hombro y desaparece con ella.

— ¿Nunca había estado aquí? ¿Qué es este lugar? Oye, ¿cómo es que usas tu poder para trasladarte a donde desees, y no quedas débil? ¿Quién eres tú? —Interroga Rosa, el dios del fuego se ha trasladado a la cima de la montaña más alta del planeta Kepler, están rodeados de nubes y neblina y detrás de ellos un gran palacio que no se deja visualizar porque está cubierto de nubes y la oscuridad de la madrugada.

—Mira el cielo y disfruta del paisaje. 

—Todo está oscuro. —Se queja ella, haciendo un puchero.

—Espera en silencio. —Le ordena con dureza Adolf al hada.

 —Un momento, ¿estamos en el reino de los cielos? Tú de verdad estás loco, ¿quieres que me maten por estar al lado de un delincuente? —Asustada empuja al dios inmortal.

—Cálmate, —dice en voz baja Adolf con sus brazos cruzados.

—Si nos atrapan vamos a morir, ¡vámonos!, ¡apúrate! —Insiste Rosa tomando la mano del dios inmortal, pero este sigue inmóvil.

—Si tú no piensas irte, yo sí, adiós. —Rosa sale corriendo, pero en ese momento aparecen diez guardias formando dos filas.

— ¡Estoy muerta!, ¡hay no! —Rosa corre hacia donde Adolf y se esconde en su espalda.

—Parece que nos descubrieron. —Comenta Adolf tapándose la cara con sus dos manos.

—¡Oh no! Todo esto es tu culpa —Rosa se arrodilla— guardianes arréstenme por favor, yo ayudé a este delincuente porque me dio tristeza, su soledad, ¡perdónenme!

—Jajaja, Jajaja. —Se ríe el dios inmortal

— ¿Por qué te ríes? —Pregunta Rosa, ella se levanta y ve a los guerreros pasando por su lado como si ambos fueran invisibles.

— ¿Y ahora qué hiciste? ¿Por qué no nos ven? 

—Usé mi poder para colocar una neblina, la cual nos protege y nos vuelve imperceptibles a cualquier persona. —Declara el dios del fuego con una sonrisa de superioridad—. Ya está saliendo el sol, disfruta de él.

— ¿Por qué me trajiste a este lugar?

—Porque sí.

—Eso no es una respuesta. —El hada voltea sus ojos.

— ¡Cállate ya!

—Está bien, pero no te molestes, mira como me paso el cierre y me trago la llave. —Declara ella haciendo un movimiento con la mano en su boca.




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