El hada y el dios del fuego.

Capítulo 22.

—Rosa, ¿y ahora por qué estás tan triste? —Consulta Adolf sentado en el suelo sobre un cojín que está en la sala del palacio de las hadas.

—Todos me consideran débil, me subestiman y hasta Mark me ha traicionado, él debía escogerme, pero no lo hizo y ahora jamás podré estar a su lado.

—Hada tonta, él no merece tus lágrimas, nunca olvides que tú vales mucho más que cualquier persona en todo el mundo. Yo veo en ti algo que él jamás va a ver, tú vales mucho nunca lo olvides, deja de pensar en ese ser inferior e insignificante.

—No hables así de Mark, él es el dios de la guerra, podrías perder tu cabeza por calumniar y blasfemar al hermano del dios superior.

—Y aun a pesar de lo que te hizo tú lo defiendes —Murmura Adolf enojado.

—Bueno, es qué. Igual deja de estar diciéndome esas cosas, porque me las voy a terminar creyendo.

—Para mí eres tan valiosa como mi vida. —Le dice Adolf arrodillado en el suelo viéndola directo a los ojos.

—Lo has dicho tantas veces, yo creo que lo estoy tomando en serio, ya que por eso me siento tan mal de que no me hayan escogido para ser la sirvienta y guardiana de mi señor. Me estoy volviendo arrogante y egoísta por eso fue que no me eligieron.

—Mi pequeña hada, deja de llorar, si continúas así yo también me sentiré muy triste. —Expresa él limpiando las lágrimas de la pequeña hada con ternura, y secando disimuladamente las que sin querer salen por sus ojos.

Mientras ellos están en la sala del palacio, un invitado no esperado ha llegado con su ejército a las puertas.

—¿Hay alguien? Nos ordenaron buscar aquí, ¡abran de inmediato! —Grita uno de los oficiales de alto rango.

—¿Qué sucede? ¿Y esos gritos de dónde vienen? —Rosa se levanta del suelo y cuando intenta salir una fuerza muy poderosa le impide avanzar, ella intuye que Adolf es el causante de esa barrera, así que camina hacia donde él.

—Son los guardias del reino de los cielos, ellos están buscando en todo este reino algún integrante del reino del fuego. —Le informa él, ella se asusta y lo ve con tristeza.

—¡Oh Dios mío!, debes irte, por favor huye. —Rosa lo empuja con cariño.

—¿Huir?, jajaja, —Adolf empieza a emanar fuego de sus manos, Rosa al verlo así lo abraza.

—¡No lo hagas! —Rosa lo teletransporta en un abrir y cerrar de ojos fuera del reino de las hadas, ellos caen en una cascada con un olor delicioso y una agua cristalina.

Rosa cierra su boca y se sumerge dentro de esta en los brazos de Adolf, ella está en el pecho del dios y él está con su cabeza recostada en la del hada, Rosa lo empuja y lo ve, él se mantiene serio sin expresión.

El hada empieza a perder el aire dentro del pozo y a hundirse, ella extiende su mano pidiendo la ayuda de Adolf, más, sin embargo, él solo la observa, rápidamente espabila y se preocupa al verla ahogarse así que nada hacia donde ella, la besa y le da un poco de aire, luego ve su rostro y vuelve a besarla dándole otro poco de aire, él ha creado una burbuja de aire, invisible alrededor de ambos, Rosa no quiere morir, así que se aferra a los labios del dios, sin saber ella que puede respirar bajo el agua y él con gusto recibe el beso la abraza y profundiza en él.

Luego el dios inmortal usa la burbuja de aire para salir del agua.

—¿Dios que fue eso? —Pregunta el hada al ver a la burbuja sacarlos a ambos hacia la superficie.

—Tú usaste tu poder para salvar a esos imbéciles. —Le recrimina Adolf molesto por no haber usado su fuego para matarlos a todos, ambos están empapados y con frío.

—Mi poder, jejeje, yo no puedo transportarme a ningún lado si no es con mi medallón o mi espejo mágico. —Se defiende Rosa, ella habla con seguridad. Rosa nunca ha experimentado el despertar de sus poderes, el dios del fuego sabe que esta hada es más de lo que aparenta ser y aunque la ve tan débil y una carga para él siente que algo oculta en su interior y desea ayudarla a descubrir cuál es el secreto que ni ella misma conoce.

—Si tú lo dices. —Contesta él, volteando su rostro a otro lugar, él suelta una gran sonrisa al recordar el toque de sus labios debajo del agua.

En el reino de las hadas Mark al ver que nadie les responde se angustia, y entra junto a sus guardias a revisar el palacio.

—Ordene a los guardias que no dañen ninguna planta y que no hagan ningún desastre. —Pronuncia al jefe de los guardias.

—Sí, mi señor, —responde el guardia de alto rango.

Luego de buscar en todos los rincones del palacio y no encontrar nada ellos deciden irse hacia otro de los reinos, para buscar a algún infiltrado del reino del fuego y hacerlo confesar sobre el espíritu maligno, sobre en cómo están creando a estos seres y el porqué lo hacen, lo que Mark no se imagina es que su mejor amigo, es el causante de todo lo sucedido.

—¿Dónde se metería mi amada flor?, debe estar molesta conmigo, pero todo lo hago por su bien. —Habla para sí Mark, montando su caballo blanco con grandes alas.

—Debemos volver al palacio, ya ellos se han ido. —Informa él viendo hacia otro lugar, ya que el hada tiene su ropa mojada y está completamente marcado, el vestido en su cuerpo y eso a él lo pone nervioso porque como hombre esta hada es una tentación.

—¿Y tú cómo lo sabes? —Indaga ella tratando de encontrar su mirada, ella al ser tan inocente no se ha dado de cuenta que su cuerpo está al descubierto, su vestido es muy claro y ahora al estar mojado es transparente.

—Solo vinieron hacer una revisión, ya ha pasado una hora lo más probable es que ya se han ido, no vino a verte así que no te ilusiones. —Su voz es áspera, él le echa un ojito al hada y voltea rápidamente apenado hacia otro lado.

—¿Una hora?, ¿por qué tanto?, Yo, no… Mejor no te explico nada y llévame para mi reino. —Rosa está mal humorada por ver a Adolf tan serio y esquivo con ella.

—Como ordene mi reina. —Balbucea el dios del fuego con la mirada pícara.

—¿Qué dijiste?

—Nada, —Adolf se acerca, la abraza y cuando va a trasladarse hacia el reino de las hadas, él contempla sus labios y se ahoga con su saliva, Rosa también se pone nerviosa y se aleja de él un poco.




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