El espíritu se desaparece de delante de Rosa, ella incrédula a las palabras de dios se ríe, el hada nunca ha pensado que sea alguien especial, siempre se ha sentido débil e insignificante, no entiende por qué un dios tan poderoso como él le rindió pleitesía a ella, Rosa reflexiona en la idea en que tal vez la soledad en el mundo de los espíritus ha llevado al dios creador a la locura.
—Mi señor, jajaja, usted está equivocado, yo soy el hada más insignificante de todas, ¡por favor vuelva!, deme algún don, no puedo irme de aquí sin tener un don, si usted no me lo otorga seré menospreciada en los 8 reinos del planeta. —Ella continúa llamando al dios en el reino de los espíritus, no se escucha ningún ruido, solo silencio y paz.
—¿Y ahora qué les diré a todos los que esperan por mí en el reino celestial? —El hada se pone delante de la puerta, ella está aterrada de tener que enfrentar a todos los seres inmortales que están atentos a su regreso, sus manos tiemblan y por su frente corren gotas de sudor, su cuerpo está frío el miedo no la ha dejado avanzar hacia el reino de los cielos.
—Mi señor y dios por favor no me abandone, si usted no me va a regalar ningún don por lo menos deme valor para enfrentar a todos, necesito fuerzas para enfrentar las críticas y los insultos de todos en el planeta Kepler. —Exclama ella en voz alta con un llanto y un gran dolor en su alma.
—Tienes un propósito, una pesada carga en tus hombros y un gran sacrificio que hacer.
Jamás dudes de mi ayuda, siempre estaré contigo querida hermana. —Susurra el dios acercándose a ella sin ser visto soplando en su cuerpo, ella al sentir esa brisa tan refrescante decide salir.
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Todos en el reino de los cielos han empezado a murmurar por la tardanza del hada.
—¡Algo debió pasarle!
—Deberían de ir a buscarla.
—¿Por qué se ha tardado tanto?
—El hada se ha retrasado un poco, deseo que todos tengan paciencia y aguarden un poco más. —Expresa Abba al escuchar los comentarios de algunos seres inmortales.
—¡Miren!, ya el hada está saliendo. —Añade la guardiana Abba, todos observan con curiosidad al hada.
—¿Qué ha sucedido? —Se preguntan la mayoría de los invitados al ver a Rosa enfrente del espejo sin ningún tipo de corona y en su misma vestimenta.
Rosa al salir en el reino celestial ve hacia atrás y la puerta en forma de espejo vibra con fuerza, casi se rompe, todos se asombran y quedan boquiabiertos con este suceso.
—Mi señor esto nunca había pasado —Abba se traslada hacia al lado izquierdo del rey de los cielos.
—Dile que vuelva a entrar. —Ordena él con tranquilidad.
—Sí mi señor. —Contesta el hada haciendo una pequeña inclinación.
—Por favor, entra nuevamente a la puerta hacia el reino espiritual. —Vocifera la guardiana a la pequeña hada la cual está muy asustada.
—Como usted ordene. —Responde Rosa, ella entra nuevamente por el espejo y sale de inmediato, al salir el mismo suceso se repite la puerta vuelve a vibrar, pero está vez con mucha más fuerza.
—Usted hada Selena entre por favor. —El hada nombrada entra y rápidamente sale vestida de amarillo y con una hermosa corona, ella es nombrada hada del trueno.
—Algo sucede con Rosa. —Cuchichean algunas hadas— Si sigue entrando terminará rompiéndose la puerta mágica.
Todo el reino está inquieto a causa de esto, Rosa se siente diminuta en estos momentos ella quiere correr de este lugar, huir lejos, ella sabe que ya es muy tarde para retroceder un paso, ahora le toca ser fuerte y aguantar un poco más las humillaciones de todos.
—¡¡Acércate!! —Exclama Norcar. El hada avanza dos metros hacia donde su rey, él arroja sobre ella unas lucecitas, parecen ser pequeñas hadas, pero solo es el brillo de la verdad, este revisa todo el cuerpo del hada para encontrar su verdadera naturaleza, Rosa sin querer bloquea dicha luz, todos gritan de asombro, ya que nadie en el reino ha podido bloquear la luz de la verdad.
—Mi señor, no sé qué es lo que sucede conmigo, ¡perdóneme la vida! —Pronuncia el hada temblando.
—Tu cuerpo verdadero no es el de una hada común y corriente, tampoco perteneces a ninguno de los ocho reinos, si no eres ni una inmortal ni una humana entonces eres de la tribu del fuego. —Cuestiona el rey Norcar, todos los presentes no pueden creer que está hada sea del reino del fuego.
—Mi señor, eso no es cierto, ¿cómo podría ser de la tribu del fuego? Mi maestra Sama me dijo que ella misma me sembró, yo soy una semilla de flor de rosal, ella me plantó en el palacio de las hadas, me regó y me cuidó y al crecer me convertí en hada. —Se expresa ella con la voz temblorosa—. Guardiana Abba usted es amiga de mi maestra, usted vio mi transformación, dígales…
—Eso debe ser un disfraz, no eres una rosa, no eres una planta, no eres humana ni una inmortal, ¿tú quién eres? —Pregunta el guardián superior del rey Norcar, su más fiel sirviente.
—No soy del reino del fuego, de eso estoy segura, deben creerme.
—-¡Guardias! —Grita Norcar con la cara roja de la rabia.
—No por favor, esto es un error, —los guardias se acercan a Rosa, ella le ruega a las hadas que están a su lado que la ayuden, más todos bajan la cabeza y la ignoran, los guardias al tratar de tomarla por detrás reciben una fuerte descarga, Rosa se llena de un gran poder y los manda a volar a todos, las hadas cercanas a ellas también vuelan por los aires ellas al caer voltean admiradas a donde Rosa y observan la luz azul que cubre todo el cuerpo del hada.
Rosa traga saliva al ver lo que acaba de hacer, ella no sabe por qué ni cómo lo hizo, ella es débil, ¿de dónde salió ese poder? se pregunta ella.
—¿Eso qué es? —Inquieren las hadas levantándose muy asustadas del suelo de cristal.
—¡Es fuego! —Exclama horrorizado uno de los guardias al verla rodeada de la luz azul y que poco a poco cambia a rojo.
En la mano de Rosa se forma una pulsera Roja, ella observa como su cuerpo esta rodeado por fuego, se siente fuerte, pero sabe que ahora sí nadie va a creer en ella, el fuego empieza hacer un gran remolino el cual poco a poco va entrando dentro de la pulsera.