Adolf carga a Rosa en sus brazos, él tiembla de la ira al verla tan mal, Rosa se está desangrando sus heridas han vuelvo abrirse, él sabe que ese rayo pudo haberla matado, por su descuido ella está así de mal.
—Si alguien se atreve a detenerme, voy a acabar con todo el reino de los cielos y mataré a cada unos de vosotros calcinados. —Habla el mientras lleva a Rosa en brazos. El guardián supremo lo ve con asombro, igual la guardiana de los aposentos, ella está sobre su rey tratando de absorber el fuego que poco a poco está acabando con cada uno de los órganos.
—¡No lo detengan!, ¡déjenlo ir! —grita el guardián superior Enzo, temblando del miedo.
—Van a pagar por esto, y también por haberme encerrado por 30 mil años, su odio por mí y mi tribu será vengado, no tendré misericordia, estoy de vuelta y jamás volveré a ser encerrado. Se van a arrepentir por todo lo que han hecho—Adolf desaparece dejando cenizas y un humo negro, todos los presentes están aterrados al no poder visualizar nada.
—¿Qué es esto? ¿Qué pasó aquí? —Al lugar llegan el dios de la guerra y el dios de la luz.
—Nos confundimos, este no puede ser el reino de los cielos. —Habla horrorizado Vasco dios de la luz.
—¡Ayuda!, ¡ayúdenos por favor! —Grita aterrada la guardiana de los aposentos.
Vasco empieza a crear un remolino el cual absorbe toda la oscuridad, las cenizas y todo lo malo que ha dejado el dios del fuego.
Ambos dioses al ver con claridad todo el desastre en el reino celestial corren hacia la dirección de la guardiana.
—¡Hermano! ¿Qué le sucedió? —Pregunta Mark confundido y angustiado al ver todo este desastre.
—El dios del fuego atacó a tu hermano. —Le responde Abba limpiando sus lágrimas.
—¿Por qué hizo todo esto?
—Debemos ayudarlo, tu hermano está que pierde la vida a causa de esta gran quemadura en su pecho, varios de sus órganos han sido comprometidos, por favor ayúdeme a llevarlo a su aposento. —Ruega la guardiana, el dios de la luz Vasco y Mark levantan al dios de los cielos Norcar, y lo llevan a la velocidad del rayo hacia su aposento.
—Busquen a las hadas —Murmura Norcar con dificultad.
—¡Busca inmediatamente a las hadas de la luz para que curen al Rey! No ves que está a punto de morir. —Exclama Mark a la guardiana con ira por ver qué el poder curativo de ella no surte el efecto deseado, él está muy preocupado por su hermano, puesto que jamás lo había visto en esta condición.
Los reyes de los 9 reinos del planeta Kepler pocas veces son heridos de muerte, el motivo es que ellos nunca salen de sus palacios y nadie es tan estúpido para atacarlos, y como son inmortales solo un poder muy superior puede acabar con ellos, no cualquiera posee ese poder, por eso es que ellos no saben cómo lidiar con este problema.
—Sí, mi señor, inmediatamente las traeré delante de usted, perdóneme, aunque intenté absorber el fuego, mi poder en este momento está débil, usé toda mi energía para proteger al rey y mi propia vida del remolino de fuego, que Adolf arrojó contra todos los presentes en la sala principal de nuestro reino.
—Ve y tráelas de inmediato.
La guardiana corre hacia la sala principal del palacio del rey, entre todos los huéspedes busca dos hadas de la curación o hadas de la luz, estas vienen rápidamente donde su rey, extienden su mano y empiezan a absorber el fuego de las profundidades del planeta, que se encuentra devorando al rey Norcar.
—¿Qué les sucede? —Vocifera Mark al ver a las hadas siendo consumidas poco a poco por el fuego,
—El fuego dentro de tu hermano es muy poderoso, así que todo aquel que intente curarlo morirá en el intento. —Responde Vasco el cual está recostado en una torre de mármol pensando en cómo acabar con Adolf sin morir en el intento.
—Pero ellas no pueden morir por salvar a mi hermano. —Balbucea Mark al borde del llanto.
—En esta vida todo requiere un sacrificio, y estas hadas deben dar su vida por nuestro rey. —Responde sin una pizca de empatía el dios de la luz.
—¡No!, esto es un sacrilegio, debe haber otro modo de salvar a mi hermano. —Dice con la voz entrecortada Mark— ¡Deténgase! —Exclama el dios de la guerra, Vasco le coloca la mano en su hombro, Mark se suelta de su agarre con molestia y lo fulmina con la mirada.
—Mi señor, ya es muy tarde, ¡mire!, la herida del rey se está terminando de cerrar. —Menciona Abba. Las hadas poco a poco son consumidas por el fuego dejando únicamente partículas de polvo en su lugar.
—No llores, estoy bien. —Habla Norcar sentándose en su cama, Mark está arrodillado en el suelo, se siente culpable de haberlas mandado a llamar, de no haber podido hacer nada para ayudar a estas jóvenes hadas.
—Hermano, me alegra que estés bien, —Mark se levanta del suelo limpiando su cara—. Pero lloro es por las dos hadas que han dado su vida por ti y a causa de eso, nunca podrán ver el sol, ni disfrutar del aire o de la naturaleza.
—Tranquilo, ellas nacieron para dar su vida por nosotros los inmortales superiores.
—Todos tenemos derecho de vivir. —Manifiesta Mark molesto por la respuesta de su hermano.
—No estoy en condiciones de discutir contigo, déjame descansar. ¡Todos váyanse!
Mark al salir del aposento de su hermano continúa llorando, él no está de acuerdo en que las hadas hayan perdido la vida de esa manera, aunque es el dios de la guerra desea que todos vivan en paz y tranquilidad y disfruten de larga vida, sin necesidad de interponer su existencia por la de otra persona.
Luego de varios segundos llorando, el dios de la luz Vasco su mejor amigo, se acerca y se sienta a su lado.
—Viste la cara de las dos hadas, aunque intentaron detener su poder y dejar de curar al rey, no pudieron parar, ellas murieron en el acto. —Soñoza Mark.
—Es muy cruel, pero así es el ciclo de la vida, unos mueren para que otros vivan y nosotros no podemos intervenir en el destino de cada persona. —Con una voz calmada le habla Vasco.