El hada y el dios del fuego.

Capítulo: 27.

-----Narra Adolf------

Hemos llegado a la entrada del palacio de las hadas, llevo a mi pequeña hada en mis brazos, veo fijamente su rostro, una lágrima sale sin permiso, siento tanta tristeza al verla de este modo, me siento totalmente perdido, no sé qué hacer para que Rosa vuelva a la normalidad.

Desearía regresar el tiempo y estar en la ceremonia; debí haberla protegido, esto es mi culpa, pues sí no hubiera perdido mi tiempo peleando con el dios de la guerra todo fuera diferente, me dejé llevar por la ira y no sentí el dolor que ella estaba atravesando.

Rosa es la única persona que se ha preocupado por mí, ella es mi vida, si hubiera muerto yo estaría sin vida, es cierto que ella es mi debilidad, pero también es mi fortaleza.

Debo apurarme para poder ayudarla, y también ayudarme a mí mismo a recuperar todo mi poder. No soy un blanco fácil, aunque estoy débil sigo con energía para matar a todo un reino, pero no estoy al cien por ciento de mi poder y eso me preocupa, y verla a ella tan mal me desespera.

—Sabía que te encontraría aquí, ¡suelta a Rosa! —Habla con la respiración acelerada el debilucho guerrero del reino de los cielos, detrás de mi espalda, volteo de inmediato y lo miró con fastidio e irritado, su sola presencia me molesta.

—¿Te atreves a detenerme?, ¿es que realmente quieres morir? —Pregunto con la vena de mi cuello a punto de romperse, este excremento se está convirtiendo en una piedra en mi camino.

—Tú ya no puedes estar aquí, debes ir conmigo hacia la torre Afral, por el bien de Rosa debes volver a tu celda.

—¡Qué iluso eres!, ¿crees que quiero volver a estar encerrado? Jajajaja.

—Entonces tendré que llevarte por las fuerzas. —Pronuncia exasperándome aún más.

—Estoy muy ocupado, debo salvarle la vida a mi pequeña hada, así que no deseo pelear contigo, ¡retírate! —Le digo tratando de calmar la bestia en mi interior.

—Eres un cobarde, ¿temes que pueda vencerte?, ¿temes a qué te encierre?

Al escucharlo decir esas idioteces sonrío de medio lado, recuesto a Rosa en la puerta del palacio y me enfrento al irrespetuoso guerrero, él crea con sus manos varias lanzas de hielo y luz y las lanza hacia donde mi, solo con un chasquido de mis dedos hago que estas se regresen hacia donde él, esto lo toma por sorpresa, aunque rápidamente actúa, partiéndolas por la mitad antes que pueda hacerle daño.

El estúpido guerrero saca su espada y me lanza un gran golpe que esquivo con facilidad, de mi mano formo un gran león de fuego, el cual arrojo golpeándolo con fuerza contra el jardín.

—No quiero matarte hoy— Expreso con la voz ronca.

—No dejaré que te la lleves.

—Si sigues insistiendo, tendré que acabar contigo rápidamente para poder ayudar a mi hermosa flor.

—¿Tu flor?, tú estás equivocado. —Enojado el guerrero empieza a disparar lanzas y rayos de luz, utilizo nuevamente mi poder para que todas estas se devuelvan hacia donde él. A la gran mayoría, él no logra detener, pero a pesar de estar herido él sigue luchando por acabar conmigo, sus brazos están lastimados, sus piernas ensangrentadas y aún se levanta. Este guerrero a causa de su terquedad y atrevimiento morirá en estos momentos.

—Haré que te arrepientas, por haber… —Antes que termine sus palabras, lo interrumpo.

—¡Cállate!, no eres nadie para amenazarme, la ex diosa de la guerra ella si fue una buena contrincante, pero tú, jajaja, eres tan débil, tan poca cosa. —Pronuncio con burla.

Un gran remolino de fuego empieza a formarse en medio de ambos, yo lo dirijo directo hacia donde el estúpido guerrero, más a mi pesar mi corazón arde, así que miro hacia atrás y veo como Rosa convulsiona, detengo el remolino y arrojo mi poder de expulsión sobre el inútil guerrero, enviándolo de vuelta hacia el reino de los cielos.

—Eso lo detendrá, debo ayudar a mi pequeña flor. —Levanto a Rosa del suelo, la llevo hacia su aposento.

—¡Basu!, ¡Basu!, ven pronto. —Grito nervioso al notar su temperatura, Rosa está tan caliente como un trozo de brasa, su cuerpo ha cambiado de color, es anaranjado.

—Mi señor, estoy a sus servicios, dígame que…

—¿Dónde has estado? —Le pregunto con el cuerpo tembloroso

— Mi señor fui hacia el reino del fuego y… ¿Qué le sucede?

—Ayúdame a curar a la pequeña hada, ella no puede morir. —Le ruego agarrándolo por su túnica y levantándolo del suelo, él me mira asombrado.

—Basu, debes hacer algo, debes salvarle la vida. —Basu toca mi hombro, me tranquilizo y lo suelto, él se acerca con calma a dónde Rosa, toca su frente, una luz azul sale de sus manos, él pasa su mano por todo el cuerpo del hada, siento algo de incomodidad, pero es la única manera de poder ayudarla, mientras él, examina a mi pequeña hada, yo le informo sobre todo lo que sucedió en el reino celestial.

—Mi señor el hada ha sido envenenada, creo que el rayo que el dios del cielo mandó contra ella debió tener una especie de veneno, y el látigo que utilizaron también dañó sus huesos y articulaciones. ¿Dígame que usted está bien.?

—Debe haber alguna manera de salvar a Rosa. Yo estoy bien solo siento temblores y mucho frío.

—Mi señor ella está muy caliente, creo que lo mejor es que usted se acueste a su lado e intente absorber el veneno, ambos son un equilibrio entre lo bueno y lo malo entre el bien y el mal y el calor y el frío, usted puede quemar el veneno, ella no, Rosa no puede combatirlo, ella no posee el fuego, usted si, el fuego destruye cualquier cosa, mientras el hada siga así no podrá mejorar, consuma el veneno y verá cómo al mejorar ella, usted también lo hará.

—Si, lo haré. —Inmediatamente, sin poner resistencia a este método de sanación, quito mi túnica y me acuesto en la cama, monto sobre mi hombro la cabeza del hada, coloco mi otra mano sobre su vientre y empiezo a absorber con mi poder sanador, poco a poco una luz verde empieza a salir y a entrar dentro de mí.




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