El hada y el dios del fuego.

Capítulo: 28.

Despojo a Rosa de su ropa ensangrentada, de su guardarropa saco un vestido, la visto rápidamente, arropo nuestros cuerpos con una frazada, todo esto lo hago solo moviendo mis manos.

En toda la noche sigo absorbiendo todo el veneno, mis ojos empiezan a cerrarse, rápidamente los abro, pero ya no estoy con Rosa en su aposento, ahora lo único que veo es un gran árbol y yo sentado a su lado.

Desde niño siempre visito este lugar, me sorprende ver que el árbol no está gris, sus ramas ya no están secas, está muy verde y floreado, siempre creí que este lugar es mi corazón, antes estaba muerto ahora todo ha cambiado, soy una persona diferente y no sé si me gusta este nuevo yo.

Este sitio está lleno de seres vivos, mariposas, mariquitas y el canto de varios pájaros, es muy tranquilizador y gratificante oírlos, una hermosa melodía se escucha, me levanto y camino por la isla buscando el sonido, lo que mis ojos ven es algo maravilloso, aquí está mi pequeña hada, ella es la ladrona que ha robado mi corazón y sin permiso se ha adueñado de él.

—¿Cómo te sientes? —Le pregunto acercándome a ella.

—De maravilla. —Responde con su dulce sonrisa, mientras siembra varias semillas en la tierra— Amo este lugar, este árbol me necesitaba y ahora míralo está tan hermoso, ya no agoniza, ahora está rebosando de energía.

—Debes irte de aquí. —Le ordeno—. No puedes estar aquí.

—Jamás me iré, esta isla, este árbol y todo aquí me pertenece, desde ahora y para siempre. —Ella se acerca y toca mi corazón, en ese instante todo a nuestro alrededor brilla, el tiempo se detiene, solo estamos ella y yo rodeados de un brillo azul.

Rosa no deja de observarme, poco a poco me acerco más al hada hasta que mi nariz roza la suya, mi boca palpita del deseo de volver a probar el néctar de sus labios.

—Mi señor levántese, ya es muy tarde, debemos partir, el escudo está por desaparecer. —Escucho la voz de Basu dentro de mi cabeza, cierro mis ojos lo abro rápidamente y ya estoy de vuelta con Rosa a mi lado y Basu tocando mi hombro con delicadeza.

—Me quedé dormido —Murmuro levantándome con cuidado de la cama y estirándome con flojera—. ¿El brebaje está listo?

—Sí mi señor.

—¿Crees que ella pueda tomarlo estando tan rendida?

— No creo, alguien debe de darle el brebaje.

—¿Cómo así? —Le pregunto con desconcierto.

—Me retiro. —Basu se acerca a una mesa y sitúa los dos vasos de madera en esta, en los vasos se halla un brebaje blanco espumoso, luego él desaparece.

Tomo del brebaje tapando mi nariz, el estómago se contrae y retuerce, salgo corriendo hacia el retrete, empiezo a vomitar algo verde, rápidamente bebo varios vasos de agua para eliminar el mal sabor.

—¿Y ahora como hago para que ella lo beba? —Pienso, una idea ronda mi cabeza procedo a ejecutarla.

Utilizo una cuchara para darle el brebaje, sin embargo, ella no logra tragarlo, se le riega por la comisura de sus labios, así que tomo un poco del antídoto en mi boca, abro sus labios y empiezo a pasarle con mis labios de a poco a poco inclinando su cabeza hacia atrás, varias veces hago este procedimiento, al final limpio sus labios, me acerco nuevamente a ella y aprovecho de robarle un beso, con ternura y delicadeza toco sus pequeños labios con los míos.

—Espero que te mejores mi pequeña hada, aunque no lo creas, no quiero verte sufrir, tú me perteneces, quiero verte con esa sonrisa que me hace tan feliz. —Murmuro tocando su rostro, el color de anaranjado ha desaparecido, pero está muy pálida y eso me preocupa, aunque ya no tiene fiebre.

—¡Mi señor!, ¡mi señor!, debemos irnos; el palacio está rodeado por miles de soldados del ejército celestial. —Mi guardián aparece a mi lado, me separo de Rosa, me asomo por la ventana y al parecer nos tienen sitiado, ellos creen que nos rendiremos a su merced y voluntad, qué equivocado están.

—Voy a acabar con todos, ni uno de ellos va a quedar con vida. —Pronuncio extendiendo mis manos hacia el cielo.

—Mi rey, no malgaste sus energías en ellos, lo mejor es irnos por el bien del hada.

—¿Propones que huyamos?

—No, solo le pido que usted mantenga su energía equilibrada, solo así Rosa va a despertar.

—Está bien, entonces ven, —Levanto a Rosa, la cargo con ambos brazos y luego dejo que Basu toque mi hombro, ambos dejamos el castillo, llegamos a la ligera a unas de las montañas del planeta Kepler. Rosa empieza a despertar, ella abre sus ojos y yo la mantengo en mis brazos, mueve sus pies y manos, me sonríe y me abraza.

—Gracias por salvarme la vida, mil gracias —Susurra ella con tranquilidad, se baja de mis brazos algo mareada y empieza a vomitar, yo al verla hacerlo me acerco recojo su cabello y golpeo su espalda.

—¿Qué es esto? —Dice ella asqueada y asustada al ver el color verde y la abundancia que acaba de votar.

—Ya estás bien, tranquila, eso es a causa del veneno, mi guardián te dio un brebaje que limpió tu cuerpo de todo lo malo. —Le informo, ayudándole a ponerse de pie, y obsequiándole un pañuelo para que se limpie sus labios.

—Un placer señorita, —Basu se inclina ante Rosa, ella sonríe.

—¿Tú eres su guardián? —Indaga con curiosidad.

—Sí, llevo mucho tiempo siendo una sombra en su palacio, siempre he estado muy cerca de usted cuidándola como la diosa que es. —Le responde él, todavía arrodillado.

—Levántate, solo soy una simple hierba, no merezco ser adorada, usted está equivocado, yo no soy una diosa. —Le contesta ella tomando mi brazo. —Debo volver y arreglar todo.

—Basu es hora.

—Sí mi señor —Basu se inclina al suelo, da un gran salto y se convierte en un gran dragón.

—¡Dios mío! ¿Qué es esto? —Exclama Rosa escondiéndose detrás de mi espalda.

—Mi guardián es un dragón, el único sobreviviente de su especie, él nos va a llevar directo hacia un lugar donde nunca más te podrán herir.

—No, yo quiero volver al reino celestial, si huyo creerán que soy culpable de traición.




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