El Hado de nuestro recuentro (omegaverse)

Capítulo 2

Al llegar a la ciudad, Ethan baja del tren junto a varias personas, quienes pasan por su lado y lo empujan para que se apure.

El Omega no presta mucha atención a las personas, sus ojos viajan en todas direcciones y el fuerte ruido de la multitud le hacen doler los oídos. No sabe que hacer, está perdido, confundido y triste. Durante el viaje rezó para que nada malo pasara.

<<Dulce Omega, que ingenuo eres.>>

Busca por todo el lugar alguna persona que lo ayude, sin embargo, nadie le presta atención. Lo hacen a un lado con fastidio o simplemente lo ignoran, nadie quiere meterse en problemas por un jóven Omega abandonado.

¿Quién podría creer su historia?

Es un niño contando algo sin sentido, su habla no es muy fluida y se traba en cada palabra. Por supuesto, nadie le creyó, ni siquiera los guardias que vigilan el lugar.

Todos lo miran raro y algunos hasta se sorprenden al ver sus ojos.

Cansado de buscar a ayuda, decide salir de esa inmensa estación y comienza a recorrer las calles con maleta en mano.

Observa cada casa, tienda y edificio con curiosidad, es una ciudad muy bonita. Todo es nuevo para él, por lo tanto, cada detalle lo hacía asombrar.

Hay mucha gente también, todos apurados y distraídos. Autos pasan velozmente por su lado, haciéndolo saltar de vez en cuando. Su naricita se arruga ante los distintos aromas, más al pasar junto a algún Alfa u Omega.

Un mundo totalmente nuevo se abre paso ante sus ojos y él está aterrado.

Ethan se detiene en un parque y se sienta bajo la sombra de un árbol. El clima es frío, apenas están entrando en invierno y la nieve no tardará en Ilenar cada rincón de la ciudad.

Frota sus manos y luego abre la maleta para buscar más abrigo. Al sacar un suéter, algo cae a un lado y sus ojos se agrandan con sorpresa. Con sus pequeñas manos sostiene aquel sobre y lo levanta para abrirlo.

Su madre puso algo de dinero allí, no era mucho, pero al menos tenía para comer. Sus ojos se entristecen y acerca las rodillas hacia su pecho.

El Omega se queda en el parque hasta que la noche se hace presente. Decide regresar para buscar un lugar donde dormir, un lugar seguro del frío.

<<Ten cuidado, dulce Omega, hay personas malas en el mundo.>>

~~~~~~~

Unos meses pasaron y el dinero se agotó, no era suficiente.

El niño pasaba las noches dentro de la estación de trenes junto a tres mujeres, dos betas y una Omega, que no tenían hogar. Ethan les contó su historia y ellas lo ayudaron, le explicaron muchas cosas.

Vivir en la calle, más siendo Omega, no es sencillo. El peligro está en cada esquina. Sin embargo, Ethan logró adaptarse un poco con la ayuda de esas mujeres.

Durante el día recorría la ciudad y al atardecer volvía con ellas.

Esa fue su regla principal y la más importante, tenía que volver con el atardecer.

Y aunque tuvo mucho cuidado, la suerte te abandona cuando menos lo esperas.

Un día, mientras buscaba trabajo, no se percató de la hora y ya muy de noche camina por las calles de regreso a la estación. Prácticamente corría, sin embargo, el destino tiene otros planes.

Cuando frena su corrida para recuperar el aire, una mano tira de su ropa hasta estrellar su frágil cuerpo contra la pared de un callejón. Jadea por el dolor y al abrir los ojos, ve la sombra de un hombre acercarse y tomarlo por las muñecas.

Desesperado, grita y ruega para que lo suelte, pero aquel hombre no escucha nada de lo que dice.

Ethan no sabe lo que ocurre hasta que percibe algo. Su ceño se arruga y lucha con más fuerza a sentir el fuerte olor a Alfa inundar aquel húmedo y oscuro callejón.

Aquel aroma quedaría grabado en su mente de por vida.

Gritos y gemidos de dolor salen de la boca del Omega. Espera con febril ilusión que alguien lo escuche y pueda ayudarlo. Sin embargo, ese alguien nunca llega.

Cansado y molesto de escuchar su voz chillona, el Alfa cubre la boca del Omega y gira su cuerpo para tener mejor acceso a lo que busca.

Ethan ya no puede hacer nada, su mente se nubla y su esperanza de ser salvado se esfuma.

..............

Ethan despierta entre un montón de bolsas de basura, su ropa está toda rasgada y su alma más que destrozada.

El dolor en su pequeño y frágil cuerpo no le permite moverse, pero con las últimas fuerzas se acurruca y llora con pesar. Solloza asustado y ruega una vez más por ayuda.

<<Tambien hay personas buenas y amables, dulce Omega.>>

—¿Hola? ¿Hay alguien allí?

Una voz se escucha e Ethan, temeroso de que sea alguien malo, se acurruca más y niega varias veces.

—Pequeño, tranquilo, no te haré daño.

El Omega levanta la mirada y observa a la mujer, quien tiene el rostro lleno de arrugas y el cabello blanco por las canas.

—¿Quién te hizo esto, pequeño?.-susurra la mujer. Cubre el cuerpo lleno de moretones con su gran abrigo.

—Ven, cariño, te ayudaré.-sonríe amable y ayuda al Omega a levantarse.

—¡Vaya! Que bonitos ojos tienes.

La sensación de paz llena el corazón y mente de Ethan al instante en el que la anciana rodea su cuerpo en un cálido abrazo.

Salen del callejón y la mujer frena un taxi. Ayuda al Omega a subir y luego sube ella mientras indica su dirección.

El taxi avanza y, luego de unos minutos, llega a una zona muy sencilla y alejada de todo el bullicio. Frena al frente de una pequeña, pero bonita casa.

La anciana le entrega el dinero al taxista y bajan del coche. Ambos, con calma y lentitud, caminan hacia la entrada de la vivienda.

—Pasa, cariño. Tomarás un baño y luego te daré algo para que comas.

—la mujer lo guía hasta el baño y lo deja parado en medio del cuarto mientras ella llena la tina con agua a temperatura cálida.

Dentro del cuarto, en una esquina, hay varias mantas acomodadas junto con algunas almohadas. El lugar es bastante cálido y el olor a galletas de la Omega es más intenso allí.




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