El silencio entre ellos era una cuerda tensada al máximo, lista para romperse. Alyss permaneció de pie, con las manos temblorosas mientras el brillo celeste del cinturón mágico se reflejaba en sus ojos oscuros.
Había sentido el poder de las palabras de Kael, la verdad hiriente que se clavaba como un puñal. Pero incluso esa herida no era suficiente para doblegar su miedo. Su terror a la soledad era un abismo sin fondo, más oscuro y voraz que cualquier amenaza que Sylara pudiera representar.
-No puedo liberarte -dijo finalmente, su voz quebrándose como una rama seca bajo el peso de un pie. Dio un paso hacia Kael, sus ojos buscando en los de él algún rastro de comprensión, alguna chispa de conexión- No todavía.
Kael apretó los dientes, sus puños cerrándose con tanta fuerza que los nudillos se pusieron blancos.
Cada fibra de su ser gritaba en contra de esas palabras, pero el brillo del cinturón en su torso era un recordatorio constante de su impotencia.
Estaba atrapado, no solo físicamente, sino también en el laberinto emocional de Alyss, un lugar donde las reglas de la lógica y la justicia no tenían cabida.
-Alyss -gruñó, su voz baja pero cargada de frustración contenida- No puedes pedirme que te ayude, no puedes pedirme que te entienda, mientras me mantienes encadenado como a un animal.
Ella desvió la mirada, sus dedos jugando nerviosamente con el borde de su capa negra. Sabía que Kael tenía razón, pero admitirlo era una batalla que no podía permitirse perder.
Su magia no solo lo había atado a ella; la había convertido en su prisionera también, una prisionera de su propio deseo, desesperada de compañía.
-No lo entiendes -susurró, sus ojos llenándose de lágrimas que se negaba a dejar caer- No sé cómo enfrentar a Sylara sola. No sé cómo enfrentar mi propia vida sola.
Kael soltó un resoplido irónico, su mirada fija en ella como si quisiera atravesarla con ella.
-Esto no es vivir, Alyss. Ni para ti ni para mí.
Alyss cerró los ojos, respirando profundamente para contener el temblor de sus emociones. Con un movimiento de su mano, invocó un escudo mágico alrededor del castillo.
La energía crepitó en el aire, creando un domo de luz brillante que se extendió hasta los límites del bosque. Era un escudo temporal, apenas suficiente para contener el avance de las sombras de Sylara, pero era lo único que podía hacer en ese momento.
-Ahora estamos seguros por un tiempo -dijo, más para convencerse a sí misma que a Kael. Luego, giró hacia él, con una mirada cargada de intensidad - Quiero hablar contigo.
Kael arqueó una ceja, claramente incrédulo.
-¿Hablar? -repitió, su tono sarcástico goteando como veneno- ¿En serio crees que este es el momento para una charla trivial mientras el mundo se desmorona a nuestro alrededor?
-No es trivial para mí -respondió Alyss, con un destello de firmeza en su voz. Se acercó un paso, sus manos temblorosas pero decididas- Quiero saber más de ti. Quiero entenderte.
Kael dejó escapar una carcajada amarga, ladeando la cabeza para mirarla como si no pudiera creer lo que escuchaba.
-¿Entenderme? Me mantienes prisionero con un cinturón mágico, Alyss. No necesitas entenderme, solo necesitas controlarme.
Ella lo ignoró, su mirada fija en la suya, vulnerable pero obstinada.
-¿Estás enamorado de alguien? -preguntó de repente, su voz baja pero llena de intensidad.
La pregunta tomó a Kael por sorpresa. Su mandíbula se tensó, y por un momento, desvió la mirada hacia la ventana, donde las sombras del bosque se agitaban inquietas.
-¿Por qué quieres saber eso? -dijo finalmente, su tono cargado de desconfianza.
-Porque quiero saber si tu corazón pertenece a alguien más -respondió Alyss, con una honestidad que lo desconcertó.
Había una vulnerabilidad en su voz que hizo que Kael se detuviera. Por primera vez, vio algo más allá de la hechicera que lo había capturado.
Vio a una mujer rota, consumida por la soledad y el miedo, alguien que ansiaba desesperadamente ser amada, aunque no sabía cómo pedirlo.
Kael respiró hondo, sintiendo cómo la frustración burbujeaba bajo su piel.
-No, Alyss. No estoy enamorado de nadie. No tengo novia, ni esposa, ni familia. Estoy solo, como tú.
Sus palabras parecieron golpearla con fuerza, y Alyss dio un paso hacia atrás, como si hubiera sentido físicamente el impacto.
Durante un momento, sus ojos se suavizaron, y Kael pensó que tal vez había llegado a ella. Pero luego, el brillo celeste del cinturón parpadeó, y la tensión volvió a llenar el aire.
-¿Entonces por qué no puedes quedarte conmigo? -preguntó Alyss, su voz quebrada por el dolor- ¿Por qué no puedes intentarlo?
Kael la miró fijamente, y por un instante, sus ojos brillaron con una mezcla de compasión y furia.
-Porque no soy libre, Alyss. ¿Cómo puedes pedirme que te ame mientras me mantienes encadenado?
El silencio que siguió fue insoportable. Alyss apartó la mirada, incapaz de soportar la intensidad de sus palabras. Sabía que tenía razón, pero su miedo era un monstruo que no podía derrotar.
Si lo liberaba, lo perdería. Y si lo perdía, su corazón se rompería de una manera que ni toda la magia del mundo podría reparar.
De repente, un sonido desgarrador rompió el silencio. Era una risa, aguda y cruel, que resonó a través del bosque como un eco que nunca terminaba. Sylara estaba cerca. Muy cerca.
Kael sintió cómo cada músculo de su cuerpo se tensaba, su instinto de guerrero gritando en su interior.
-Está aquí -dijo, su voz cargada de urgencia- Alyss, no hay tiempo para esto. Déjame pelear.
Pero Alyss negó con la cabeza, sus ojos llenos de lágrimas mientras se acercaba a él.
-No puedo -dijo, su voz apenas un susurro- No puedo perderte.
Kael abrió la boca para responder, pero antes de que pudiera decir una palabra, la luz del escudo alrededor del castillo comenzó a parpadear.
Editado: 10.01.2025