El Hechizo Del Corazón Cautivo

Forjando El Alba

El bosque respiraba con una energía nueva. La luz de Sylara iluminaba el claro como un amanecer atrapado en un instante eterno.

Kael, Alyss y la hechicera de la luz permanecían en silencio, envueltos en un resplandor cálido que no solo los cubría, sino que también parecía extenderse hacia el bosque, tocando cada hoja, cada piedra, cada partícula de aire.

La magia que emanaba de Sylara no era solo un poder; era una promesa. Una esperanza que había estado ausente por demasiado tiempo.

—La oscuridad se fortalece cada segundo —dijo Sylara, su voz suave pero cargada de urgencia—. No tenemos tiempo para dudas. Debemos actuar ahora.

Kael, con los brazos cruzados sobre el pecho, observaba la luz que los rodeaba. A pesar de su postura rígida, algo en su interior comenzaba a cambiar.

La presencia de Sylara era como un bálsamo para las heridas invisibles que había acumulado durante su cautiverio y las batallas internas que lo habían atormentado.

—Dices que debemos actuar, pero ¿cómo? —preguntó finalmente, con un tono que revelaba tanto escepticismo como curiosidad— Sylara, la otra, no es una amenaza ordinaria. Es poderosa. Más poderosa que cualquiera de nosotros.

Sylara lo miró, y en su mirada había una mezcla de compasión y desafío.

—Es cierto —admitió—. Pero el poder no siempre gana. La fuerza de la oscuridad radica en el miedo que genera, en las cadenas invisibles que ata a nuestras almas. Si rompemos esas cadenas, si enfrentamos nuestras sombras internas, entonces su poder se desvanece.

Alyss, que había estado en silencio hasta entonces, alzó la mirada hacia Sylara. Sus ojos oscuros estaban llenos de dudas, pero también de una chispa de algo más profundo: determinación.

—¿Y cómo hacemos eso? —preguntó, su voz temblorosa pero firme— ¿Cómo enfrentamos algo tan grande cuando incluso yo... incluso yo no puedo enfrentarme a mis propios miedos?

Sylara dio un paso hacia Alyss, su luz envolviéndola como un abrazo invisible.

—Tu magia no es débil, Alyss —dijo, su tono cargado de calidez—. Pero has dejado que tus miedos la dominen. Para vencer a Sylara, debes abrazar tu luz. No esconderla. No temerla. Y eso comienza ahora.

Sylara levantó una mano, y entre sus dedos apareció una esfera de luz dorada. Era pequeña al principio, pero a medida que brillaba, su resplandor se intensificó, llenando el claro con una energía vibrante. La esfera flotó entre ellos, proyectando imágenes en el aire como un espejo mágico.

En las imágenes, se veía el castillo del reino, ahora envuelto en una niebla oscura que lo hacía parecer una isla en un mar de sombras.

El rey, sentado en su trono, tenía los ojos escarlata que brillaban como brasas, mientras la Sylara oscura se movía a su alrededor como un espectro, extendiendo su influencia a cada rincón del reino.

—Ella ya está preparando su próximo movimiento —dijo Sylara, señalando las imágenes— Si no actuamos, el reino caerá por completo. Y cuando eso suceda, su poder será absoluto.

Kael apretó los puños, su mandíbula tensándose mientras observaba la escena. Cada fibra de su ser gritaba por actuar, pero sabía que lanzarse sin un plan sería un suicidio.

—¿Y cuál es nuestro plan? —preguntó, su tono más serio que nunca.

Sylara cerró los ojos por un momento, como si buscara las palabras adecuadas.

—Primero, debemos recuperar el equilibrio. Mi poder está incompleto porque aún estoy conectada a ella. Mientras la oscuridad gobierne el corazón del reino, mi fuerza será limitada. Necesitamos un catalizador. Algo que pueda romper su conexión con el trono.

Alyss frunció el ceño, su mente trabajando rápidamente para encontrar una respuesta.

—¿Un catalizador? —repitió—. ¿Algo que pueda desconectarla del trono?

Sylara asintió.

—Exactamente. El trono del rey está imbuido con una magia antigua que conecta a quien se siente en él con el corazón del reino. Es una magia diseñada para mantener el equilibrio. Pero ahora, la Sylara oscura ha contaminado esa conexión. Si podemos purificar el trono, su control se debilitará.

Kael miró a Sylara, sus ojos llenos de resolución.

—¿Y cómo hacemos eso?

Sylara extendió la mano hacia Kael, su palma abierta brillando con una luz que parecía palpitar al ritmo de su corazón.

—Tú serás el arma —dijo—. Tu luz, tu fuerza, pueden purificar el trono. Pero necesitarás algo más: la fe en ti mismo y en quienes luchan a tu lado.

Kael sostuvo su mirada, y durante un instante, el silencio entre ellos fue más elocuente que cualquier palabra. Finalmente, asintió.

—Estoy listo —dijo, su voz cargada de una determinación que no dejaba lugar a dudas.

Alyss dio un paso adelante, sus manos apretadas en puños. Sabía que el momento de enfrentarse a sí misma había llegado. Ya no podía esconderse detrás de sus miedos. Ya no podía permitir que sus errores la definieran.

—Yo también estoy lista —dijo, aunque su voz temblaba ligeramente—. Haré lo que sea necesario.

Sylara sonrió, y su luz pareció intensificarse, envolviendo a Kael y Alyss en un resplandor cálido que los conectó, aunque fuera por un instante.

—Entonces, comencemos —dijo.

Mientras tanto, en el castillo, la Sylara oscura sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. Estaba sentada en el trono, rodeada por sombras que se movían como criaturas vivientes. Sus ojos rojos brillaron con furia cuando sintió el cambio en el aire.

—¿Qué está pasando? —murmuró, levantándose de un salto.

Las sombras a su alrededor se agitaron, como si estuvieran respondiendo a su confusión. Pero antes de que pudiera hacer algo más, el espejo roto frente a ella comenzó a brillar débilmente. Era un resplandor tenue, pero suficiente para atraer su atención.

Se acercó al espejo, sus ojos entrecerrados mientras intentaba comprender lo que veía. Y entonces lo sintió: la presencia de la Sylara de la luz, creciendo, fortaleciendo a quienes se oponían a ella.




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