El viento del norte silbaba entre los árboles como un canto de advertencia, pero Kael no lo escuchaba. Su cuerpo se movía como llevado por una voluntad más profunda que la suya: la del alma que ha despertado del olvido y recuerda por fin a quién pertenece.
Desde su partida de la Cripta de los Hilos, algo había cambiado en su interior. No era solo el peso de los recuerdos recobrados, sino la furia de saber que habían sido arrancados. El amor que lo había unido a Alyss no era un capricho ni un error, como Sylara intentó hacerle creer. Era una llama antigua, cultivada a través del tiempo, encendida por la ternura, por el sacrificio y por el dolor compartido. Y ahora que Kael recordaba, esa llama se había vuelto su brújula.
Día y noche recorrió los rincones del reino buscando señales. Su cuerpo estaba extenuado, pero su alma no cedía. Las marcas del tiempo parecían desdibujarse a su alrededor: se adentró en bosques que nadie osaba cruzar, atravesó lagos donde la luna nunca se reflejaba, y subió colinas donde las sombras hablaban con voz propia. Los sueños de Alyss lo guiaban. Fragmentos de memorias resucitadas lo impulsaban.
Y fue entonces, en una colina olvidada, donde el aire cambió. El sol apenas se filtraba entre nubes densas, y un silencio profundo cubría la tierra. Allí, en el centro del claro, rodeada de flores marchitas y raíces retorcidas, estaba la cápsula. Una estructura de cristal negro, alta como un hombre, perfecta como un espejo. Pulsaba suavemente, como si respirara. Y en su interior, suspendida en el centro del vacío, estaba ella.
Alyss.
Kael se quedó sin aliento. Sus rodillas cedieron y cayó, no por debilidad física, sino por el colapso emocional de un reencuentro anhelado. Verla así, dormida, sumergida en un abismo de olvido, lo destrozó más que cualquier espada. Sus manos tocaron la superficie del cristal. Estaba helado, pero dentro, podía sentirla. Su alma aún palpitaba, pequeña, asustada. Sola.
-Alyss... -susurró, la voz hecha pedazos- Estoy aquí.
Los recuerdos regresaban como un torrente: su primer beso en medio de la tormenta. Las discusiones que terminaban en abrazos. El instante en que ella detuvo el tiempo para salvarlo. Su caída. Su sacrificio. El conjuro. La promesa.
-Recordé todo... -dijo con lágrimas deslizándose por sus mejillas- Todo lo que fuiste. Todo lo que fuimos. Todo lo que perdiste por mí.
Ella no se movió. Pero Kael sentía que algo dentro de ella temblaba. Como una vela a punto de apagarse, que de pronto siente una brisa tibia. Él sabía que su presencia la tocaba, aunque fuera solo en el rincón más profundo de su ser dormido. Y entonces comprendió. Ella no lo recordaba.
El hechizo de la prisión era más cruel de lo que imaginaba. No solo la mantenía atrapada en un sueño eterno, sino que le había arrebatado su identidad, su historia, su amor. En ese estado, Alyss estaba convencida de que no era digna de ser amada. Que nadie la había amado nunca. Kael apretó los puños contra el cristal.
-Eso no es verdad... -susurró con voz rota- Yo te amé. Yo te amo. ¡Y te amaré aunque el universo entero lo olvide!
Su alma ardía como una antorcha. Su pecho era una tormenta contenida. Y por primera vez, sintió una chispa de energía emerger de su interior, antigua, pura. Una magia que no provenía de hechizos, sino del amor que había cruzado la muerte y el tiempo. Pero aún no era suficiente. Sylara seguía al mando. La oscuridad dominaba.
Y Alyss... Alyss no podía luchar. Porque se había rendido. Kael se incorporó lentamente, aún con lágrimas secas sobre el rostro. Desenvainó su espada, no para cortar, sino para jurar.
-Voy a devolverte tu memoria. Tu voz. Tu magia. Y cuando despiertes... sabrás que fuiste amada. Que aún lo eres. Que nunca estuviste sola.
Giró la vista hacia el cielo opaco. Sabía que Sylara lo observaba, que la prisión era su obra, que aquella cápsula era tanto una advertencia como una provocación.
-Puedes esconderla -dijo con furia serena- Pero no puedes borrar lo que somos. Porque el amor que nació entre nosotros no puede ser destruido. Solo olvidado. Y yo ya he recordado.
Se alejó de la cápsula, pero no sin antes rozar con los dedos el cristal una última vez.
-Espera por mí, Alyss. La oscuridad caerá. Y cuando lo haga despertarás.
Y así, con el corazón encendido por la verdad, Kael descendió la colina. La guerra había comenzado. Ya no era por venganza. Ya no era por justicia.
Era por amor. Y esta vez, Kael estaba dispuesto a darlo todo. Incluso su vida.