El Hechizo Del Corazón Cautivo

El Despertar de la Luz

El suelo temblaba bajo los pies de Kael. El combate con Sylara lo había llevado al límite. Su cuerpo, cubierto de heridas abiertas, sangraba sin tregua, pero la llama que ardía en su interior no se apagaba. Frente a él, el cristal negro que encerraba a Alyss crujía, agrietado, con una tenue luz blanca pulsando desde el centro como un corazón que volvía a latir después de siglos.

Kael, tambaleante, se arrastró hasta la base de la prisión. Cada paso era una agonía, pero no se detendría. No ahora. No tan cerca. Cayó de rodillas y extendió una mano temblorosa hacia la superficie resquebrajada.

-Alyss... ya casi...

Dentro del cristal, el tiempo había cambiado. Ya no era una prisión inmóvil. La mente de Alyss bullía como un río descongelado. Recordaba. Recordaba cada instante: sus dudas, su amor, su error.

Recordaba el calor de la voz de Kael, la forma en que su mano envolvía la suya cuando temblaba. Y sobre todo, recordaba que lo había amado incluso cuando lo creyó culpable. Porque el amor que siente un alma libre no se borra, ni siquiera cuando se impone el olvido.

En sus recuerdos, lo vio caer. Herido. Luchando. Aún amándola.
Sus ojos se abrieron. El cristal tembló. Kael sintió la vibración. Miró hacia arriba justo a tiempo para ver la primera grieta abrirse en forma de estrella. Una ráfaga de luz blanca lo cubrió, cálida, pura. A través de la superficie cuarteada, los ojos de Alyss lo buscaron. Y lo encontraron.

-Kael... -murmuró ella, su voz ronca pero real, viva, presente.

La prisión estalló en mil fragmentos de luz, como pétalos cayendo del cielo. Alyss cayó hacia adelante, débil, envuelta en una túnica de cristal desintegrado. Kael se levantó con el último aliento que le quedaba y la atrapó antes de que tocara el suelo. Se miraron. Ella temblaba. Sus labios se entreabrieron, pero no hubo palabras. Solo el reconocimiento. Solo el reencuentro. La eternidad en un solo suspiro.

-Pensé... pensé que habías desaparecido -dijo ella finalmente, con lágrimas cayendo.

-Y yo creí que ya no me recordarías -respondió él, su voz quebrada.

Se abrazaron. Lloraron. Y el mundo, por un instante, fueron solo ellos dos. Pero no todo había terminado. Desde lo alto, entre las ruinas del salón oscuro, la figura de Sylara emergió, tambaleante, herida, pero viva. Su rostro era una máscara de furia.

-¡No! -gritó, y el eco de su voz resonó como un trueno - ¡Esto no puede ser! ¡Ella debía olvidarte! ¡Debía rendirse!

Kael se volvió, aún sosteniendo a Alyss.

-Ella volvió. Porque nunca dejó de amarme. Porque tú nunca pudiste comprender que el amor verdadero no se puede controlar.

Sylara levantó los brazos, y las sombras comenzaron a arremolinarse. Un nuevo hechizo se formaba, más oscuro, más desesperado. Pero esta vez, Alyss se irguió. Sus ojos brillaban con una luz nueva. Ya no era la hechicera temerosa. Era Alyss completa. Con memoria, con fuerza, con amor. La verdadera.

-Sylara -dijo con voz clara- Se acabó.

Y extendió la mano. Una explosión de luz envolvió el trono.




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