El hechizo del pasado

CAPÍTULO 3

CAPÍTULO 3

Fran se aleja de mí mientras susurro un pequeño “Gracias” que creo que no ha escuchado y se sienta en otra mesa. Yo me levanto de la mía, cojo mi vaso con agua y me voy a mi sitio de siempre. Gonzalo se acerca y me trae la comida que seguramente pediría hoy, era fácil acertar con lo que me iba a gustar sabiendo lo que tenían escrito en la pizarra. Me conocen demasiado bien por aquí.

-Le he pedido a tu tío que me deje atenderte hoy.

-Y, ¿ha colado? ¿Qué excusa le has puesto?-prácticamente estoy susurrando.

-Le he dicho que quiero sacarte información valiosa. Su cara de “quieres ligar y usar a mi sobrina” me ha dado miedo, ¿sabes?

-No seas idiota Gonzalo, eres un buen tío, no podrías hacerle daño ni a una mosca.

-¿Te encuentras mejor? ¿Te ha pasado algo con el tío que has estado hablando? ¿Por eso estabas rara? ¿Tengo que sacar mi parte malote a flote?

-Madre mía osito, Bárbara y tú estáis hechos el uno para el otro, sin duda, ¿de dónde os sacáis tantas preguntas del tirón? No, no me ha hecho nada. Lo he conocido esta mañana, ha llegado nuevo al pueblo y ha entrado a mi tienda para preguntarme dónde estaba el centro de salud. Pero no le he dado la mejor bienvenida que digamos.

-¿A qué te refieres con eso?

-Me ha pillado colgando un espejo en la tienda y al final nos hemos caído. Me ha tenido que curar la mano.

Gonzalo me mira sorprendido.

-¿Que estabas encima de unas escaleras? ¿Y te has caído encima de él? ¿Has roto un espejo? Tú no podías levantarte un día normal, saludando a Fernando, trabajando sin que pasen cosas raras, no, tú tienes que ser una arriesgada de la vida e ir cayéndote encima de desconocidos que acaban de llegar al pueblo.-Si él supiera… ¡Oh no!

-¡Mierda!

-¿Qué? ¿Qué pasa ahora?-Ni siquiera sé cómo me ha entendido con la boca llena. Termino de tragar y le explico:

-Le prometí a Fernando que le llevaría un juego para su nieta que llegaba esta tarde. Tengo que irme, osito. Hablamos después.-Suelto el bocata en el plato y me limpio la boca con una servilleta como si me fuera la vida en ello.

-Pero oye, espera, termina de comer al menos.

-No me da tiempo, Fer cierra a las 15.30h y tengo que pasarme por la tienda. Adiós, os quiero. Ah, y ni una palabra de lo que me ha pasado a mis tíos, ¿de acuerdo? No quiero que se pongan modo preocupación, solo me he cortado un poco la mano y como te dije, ya está todo curado.

-De acuerdo, lo que tú digas, pero espera al menos que te envuelva el bocadillo de jamón, no puedes irte sin comer o entonces tus tíos sí que me bombardearán a preguntas y ya sabes que no puedo mentirles.

-Está bien, venga, iré mientras al servicio.

Niego con la cabeza porque me va a hacer retrasarme, rápidamente me dirijo al baño del bar y al entrar me ubico delante de los lavabos. Por suerte, está todo vacío. Me echo un poco de agua por el cuello y me seco con un trozo de papel. Cuando me miro en el espejo no veo nada fuera de lo normal, solo a una chica que está más blanca que las paredes y que tiene la cara asustada. Niego con mi cabeza y vuelvo al bar, ¿vosotros creéis que me estoy volviendo loca? Espero que no, que no os haya asustado a lo largo del camino en el que me estáis acompañando.

Cuando llego al bar, Gonzalo me da el bocadillo envuelto en papel de cocina, como hacía mi tía cuando iba al colegio y acababa todo pringado de aceite. Me despido de él y me voy sin mirar atrás, pero cuando salgo por la puerta no puedo evitar pararme y mirar dentro, veo a mi tío atendiendo a Fran que me está preguntando con la mirada si sigo viendo eso alrededor de mi tío. Y le niego, le niego resignada porque lo sigo viendo y, aunque nos conozcamos de hace horas, parece que me entiende. Que es el que mejor me va a entender en esta nueva aventura. Me asiente y antes de que mi tío se dé cuenta, me señala el reloj y se pone a hablar con él. Sí, tranquilo que no se me olvida, chico.

Emprendo mi camino de vuelta a la tienda, la abro y sin encender las luces cojo el juego que le prometí a Fer esta mañana. Cierro y me voy a la plaza. La carta sigue ahí, quemando mi pantalón y ardiendo en mis pensamientos. Quemando, ardiendo… ¡claro! ¿Cómo no se me ha ocurrido antes? Necesito llegar a casa con urgencia. Llego a la plaza, acelerada, donde Fernando ya está cerrando el kiosco y me sonríe al verme llegar.

-Niña, al fin, pensaba que ya no llegabas.

-Lo siento mucho, ha sido un día un tanto… curioso. Aquí tienes lo que me pediste esta mañana, espero que a tu nieta le guste.

-Chiquilla, respira que te vas a ahogar. Estupendo, mañana me dices cuánto es para pagarte, ahora ya lo he cerrado todo.

-No te preocupes, que no te escapas, te tengo bien localizado. Mañana hablamos, ¡pasa buena tarde con tu nieta!

-¡Muchas gracias!

Subo corriendo a mi casa, suelto todas las cosas y llego a la cocina. Aunque ya tengo vitrocerámica, sigo teniendo unas cuantas cerillas para cuando se va la luz poder encender algunas velas o para encender un poco de incienso, ¡me encanta el olor que desprende! Busco la caja en el cajón de las “cosas útiles”. Así lo bauticé cuando metía ahí todo lo que era útil pero no usaba a diario. Cojo una cerilla y me siento en la mesa de la cocina, saco la carta del bolsillo y la despliego. Enciendo una cerilla y poniéndola debajo del papel espero a poder vislumbrar algo, como una carta con mensaje escrito con tinta invisible. Antiguamente era algo muy popular, sobre todo si no querías que el contenido saliese a la luz a lo largo del camino del mensaje. Espero, espero como unos dos minutos a que algo suceda y no sé si me hubiese gustado hacer esto sola. Lo único que aparece en el folio es mi nombre, por toda la hoja, repetido infinitas veces como si le hubiesen puesto un fondo al folio que en vez de ser un dibujo, es mi nombre. Me quedo unos cinco minutos parada mirando la carta. Esto no empieza a gustarme. Tiro la cerilla, me voy al salón, cojo el bocadillo que Gonzalo me ha guardado y con la carta encima de mi mesa termino de comer. Casi no puedo tragar. Solo soy capaz de mirarla fijamente, como si pudiera hablarme y relatarme el mejor de los secretos que esconde. Cuando termino de comer, me tumbo, estoy exhausta pero no puedo dormir, mis ojos no me permiten dejar de mirar ese folio que estoy segura que esconde algo más que solo mi nombre.




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