El hechizo del pasado

CAPÍTULO 4

CAPÍTULO 4

La tarde pasa tranquila, con algún que otro cliente entrando a comprar juegos nuevos. Sigo teniendo curiosidad por saber quién será el chico que ha conocido Bárbara. ¿Será alguien del pueblo? ¿O será de fuera? Mañana saldré de dudas.

Ha llegado la hora del cierre y recojo todo para irme a mi casa. Son las nueve en punto de la noche y no quiero llegar tarde, hoy emiten mi serie favorita en la televisión y me gusta estar preparada con un poco de patatas de bolsa y mi cena para disfrutar a gusto. Ando de camino a mi piso, mientras el resto de locales del barrio van cerrando excepto los bares, que es su hora de más afluencia de clientes. Estoy pasando por la puerta del supermercado del barrio, cuando Rita, mi vecina, sale agarrada del dependiente por la puerta. El chico le da la correa de su perro guía y le pone el carro de la compra en la otra mano.

-¡Qué pase buena noche Rita! Me gustaría acompañarla, pero hoy tengo que quedarme hasta el cierre de cajas.

-No te preocupes cielo, este canino es el mejor aliado que tengo, llegaré bien.

-Doña Rita, ¡buenas noches!-Me acerco a ellos y saludo a mi compañera de rellano dándole un beso.

-Y encima tengo a mi vecina aquí, ya no hace falta que te inquietes, ¡voy bien acompañada!

-Estupendo Rita, me deja usted mucho más tranquilo.

El chico me guiña un ojo y le sonrío. Se despide de nosotras y entra de nuevo a su trabajo mientras yo me agarro del brazo de Rita y saludo al perrito.

-¿Cómo está usted? Ya le dije que cuando necesitara algo me lo dijera sin compromiso, no tengo ningún problema en ir a comprar con usted.

-Anda hija, ha sido un imprevisto. Mañana tengo una cita y tengo que tener la casa perfecta para quedar bien. ¡Gracias por tu ayuda! Pero sé valerme por mí misma, no quiero ser una carga.

-No diga tonterías Rita, no es ninguna carga. Ya sabe que me encanta ayudarle. ¿Y cómo es eso que tiene una cita? ¿Quién es el galán que ha conseguido derribar esos inquebrantables muros de su corazón? Espero al menos que no sea un desconocido, no puede meter en su casa al primero que conozca.

-Niña, ese discurso es mío y no puedes quitarme el puesto de abuela. ¡Claro que lo conozco! Éramos compañeros de trabajo antes de que me jubilara y siempre fue muy buen amigo. Pero él estaba casado entonces y claro, no podía pasar nada. Hasta que me lo encontré la semana pasada, en el mercadillo de los sábados. Me dio mucha alegría verlo.-Me cuenta mientras caminamos hasta casa.

-¿Y ha quedado con usted estando casado?

-¡No mujer! Se quedó viudo hace cinco años. Ahora está solo porque con la crisis, sus hijos han tenido que irse al extranjero a trabajar y ha decidido volver al pueblecito dónde nació. Y nos hemos reencontrado. Nunca pudo olvidarme, estaba casado por obligación, ya sabes cómo eran las cosas antiguamente y cuando nos conocimos le gusté. Pero nuestros principios, aunque no hubiera amor entre ellos, no nos habrían permitido hacer daño a una pobre mujer que no tenía culpa alguna. Así que nunca sucedió nada, hasta ahora.

-Vaya, es usted una rompecorazones. ¿A cuántos señores más ha dejado usted con el corazón roto?

-Ah chiquilla, han sido más los que he podido arreglar. Seré ciega, pero la atracción se encuentra en los ojos de quién mira.

-¿Y usted no da clases? Podría ser la Celestina del siglo XXI.

-¡Qué salero tienes! No, no es tiempo de seguir trabajando, es hora de disfrutar. Pero si tú quieres unas clases particulares, tranquila mujer, que yo te las doy.-Me dice sonriendo maliciosamente.

-No, yo no. Pero quizás cierto amigo mío, sí que las necesitaría, que está “alelao”.

-¿Hablas de Gonzalo?

-¿Cómo lo sabe?

-Ay Windy, esta vieja es ciega, pero no tonta. Ese niño está más pillado por Bárbara que yo por mi perra, y mira que la quiero.

-Vaya, doña Rita, ¿cómo se da cuenta de esas cosas? Al menos parece ser que no soy la única que lo piensa…

-Cariño, cuando pierdes un sentido, hay otros que se multiplican por mil. El oído, en mi caso, me hace visualizar lo que mis ojos no me permiten. El tono de voz, la dicción y los comentarios por lo bajo dicen más que lo que nuestros ojos pueden captar. Y esos dos están enamorados como tontos, porque no se dan cuenta ninguno de los dos, que te lo digo yo. El amor también se puede oler y escuchar, el corazón es la máquina que lo bombea, pero los sentidos son el engranaje que lo forman poco a poco.

-¡Qué filosófica es usted!

Doña Rita me está sorprendiendo por lo mucho que sabe de nosotros, ¡parece que nos espiase! Hemos llegado al portal del edificio y ayudo a subir el carrito de la compra mientras Blanqui, la perrita de Rita, la lleva hasta el ascensor. Subimos todas juntas y una vez en el rellano, entro a casa con Rita para ayudarle a colocar las cosas de la compra. Cuando termino, me despido de ellas y llego a mi apartamento.

Son las nueve y media, así que me ducho más rápido que el conejo de Alicia en el país de las maravillas y me pongo mi suavecito y suelto pijama. Me hago un poco de arroz blanco con tortilla para cenar, cojo mis patatas de bolsa y me acomodo en sofá. Pongo mi serie y así estoy hasta las doce que termina. Cuando acaba, recojo todo, me aseguro que la puerta está bien cerrada  y apago las luces de camino a la cama. Pero cuando voy por el pasillo, me fijo en la habitación en la que entré esta tarde. Decido entrar y hacerme la valiente.



#2802 en Paranormal
#844 en Mística
#45113 en Novela romántica

En el texto hay: humor y romance, mistica, amor y pasado

Editado: 16.07.2018

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.