El hechizo del pasado

CAPÍTULO 10

CAPÍTULO 10

Dos horas después he llegado a mi casa dejándome caer en plancha sobre mi cama. El sonido de una alarma de coche nos despertó y dimos por finalizada nuestra cita con mucha pena, por cierto. Pero el deber siempre llama. Hago un esfuerzo monumental por levantarme para desmaquillarme y ponerme el pijama mientras pienso en que nunca me había sentido así antes. Al final es cierto aquello de que el amor aparece cuando no lo llamas.

El estruendoso sonido de un camión me despierta. Un pitido constante me hace asomarme a la ventana y veo que se ha estrellado contra una valla que cubre la plaza, ¡vaya porrazo! Por suerte, veo como el hombre sale del vehículo a pie y aparentemente no tiene problemas. Abro la hoja de la ventana y escucho cómo el frutero de la esquina sale a socorrerlo mientras llama a la policía. ¡Tiene que dar parte del accidente!

Comienza un nuevo día y cuando bajo para ir al trabajo todo ha quedado solucionado, lo único defectuoso ha sido la valla que habrá que arreglar. Al menos no ha habido heridos, ¡es una buena noticia! De camino a la tienda me llega un mensaje al móvil:

“Me tienes que llevar a conocer más sitios como los de anoche, y la cala de la que me hablaste, ¿para cuándo?

¡Que tengas un buen día!

Muchos besos en el cuello”

Y así es la gente que me gusta como diría Benedetti: “Me gusta la gente que con su energía, contagia.” Porque ha sido leerlo y tener una sonrisa bobalicona en la cara. Contestándole he llegado al trabajo y, una vez instalada, me pongo a barrer y limpiar. Aunque no está del todo sucia, me gusta que huela a limpio y el pulverizador ambientador que tengo ayuda bastante. Huele a pastel de galleta y es como entrar a una panadería, aunque aquí no tenga nada para que te lleves de comida. Estoy cantando una canción que no para de sonar en la radio cuando aparece una publicación en la que han etiquetado a Bárbara. Es una foto de hace unos años, curiosamente del campamento aquel en el que aparecía el chico de la foto de su casa. Veo el cielo abierto, ya que puede ser una oportunidad de buscarlo como me dijo Fran anoche. Rápidamente, accedo al perfil de los que han etiquetado e intento buscar al chico, pero desgraciadamente no están todos y algunos tienen puesta de foto principal paisajes o mascotas, ¡vaya fastidio! Me voy a quedar con la ganas de saber quién es el chaval que vi… Intento indagar en cada perfil por si aparece alguna foto que me pueda dar alguna pista pero al final, acabo desistiendo. Este chico no tiene cuenta y las redes sociales son descartadas en la lista, ¿siguiente paso? Seguir esperando o dejarme de tonterías y preguntarle a Bárbara directamente. Seguro que haríais esto último, ¿no?

A media mañana, Merimen entra como un huracán por la puerta de la tienda. Vestida con un peto vaquero como el que tiene su tía y una camiseta de mariposas de manga corta se planta frente al mostrador y deja encima del mismo un papelito.

-Dice mi tía que es para que lo leas. Hoy no llevas peluca, ¡me encanta cuando te las pones!-Me dice haciendo pucheros…

“Sé que ayer no pudiste, hazme hoy el favor. Te lo devolveré con creces, promesa de rubias.”

Al parecer no me libro de cuidar a este pequeño terremoto. Cogiéndola de la mano la siento en uno de los sofás y, mientras observa una bailarina que tengo encima de la mesa, le busco algo con lo que entretenerse. Por suerte, encuentro un libro para colorear y una caja de lápices de colores.

-¿Sabes lo que es un mandala?

-Uhm, ¿un qué? Nunca he escuchado eso…

-Tu tía me ha contado que te encantan los colores, ¿no? Bueno, pues un mandala es un dibujo que se hace con formas geométricas. Este libro tiene muchos mandalas y tú puedes colorearlos a tu gusto, ¿te apetece? Seguro que quedan súper chulos, cuando acabes puedes llevárselos a Bár y colgarlos en el frigorífico de casa.

-¿Crees que mi tía me dejará?

-Estoy segura que sí, eres toda una artista, ¡no se puede desperdiciar tu arte!-Le digo mientras le coloco un mechón de pelo que se le ha escapado de la coleta detrás de la oreja.

-¡Es verdad! Voy a hacer uno también para ti, ¿vale?

-¡Genial! Prometo colgarlo en mi cocina también. Te dejo aquí tranquila, avísame cuando acabes.

Un rato después recibo una llamada de mi tía preguntando si hoy voy a pasar por allí a comer. No entiendo qué les pasa últimamente, todos los días paso por allí a comer, ¿a qué viene esa pregunta tan extraña? Después de asegurarles que, como cada mediodía me pasaré por el bar, cuelgo la llamada y Bár entra por la puerta muy apurada. Cuando ve a su sobrina intenta disimular pero la cantidad de años que nos llevamos conociendo me hacen saber que hay algo que me oculta. Como Merimen está muy concentrada eligiendo colores y ni siquiera le presta atención a su tía, cojo a Bár del brazo y llevándomela a la esquina contraria de la habitación, le hago un tercer grado, muy mal estructurado por cierto.

-¿Se puede saber qué te pasa? ¿Qué me estáis ocultando todos? Desde aquello que te pasó después del pub absolutamente todo mi alrededor parece querer esconderme algo que no queréis que sepa. ¿Hasta cuándo va a durar esta tortura?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.