El hechizo del pasado

CAPÍTULO 11

CAPÍTULO 11

La tarde pasa tranquila esperando a que llegue la noche. Como siempre, Bárbara llega unos minutos antes de mi cierre para irnos juntas, esta vez acompañada de Merimen.

-Noche de chicas, ¡yupi! ¿Me vais a dejar que os pinte las uñas, Windy?

-Mmm, me parece una buena idea, creo que me vendrá bien tener un poco de mimos hoy, ¿me darás también un mansaje?

-Eso se lo dejo a mi tita, sus masajes de cabeza son geniales, tiene clientas solo por sus geniales manos, ¿a que sí, tía?

-¿Y tú cómo sabes esas cosas? No es por echarme flores, pero la verdad es que tengo unas buenas manos…

-Se lo escucho decir a las señoras todas las tardes cuando vienen y yo me siento a su lado viendo las revistas.

Nos vamos a casa escuchando las historias y consejos de la cría, haciendo que me olvide, al menos durante un rato, del día tan feo que he vivido. Cuando hemos llegado a casa, tomamos la decisión por unanimidad de que vamos a pedir pizzas para cenar. Mientras esperamos, muertas de hambre nos terminamos la tortilla de mi tía que había guardado al medio día a la vez que vemos una película de dibujos animados. ¡Ya sabéis que eso es lo que toca mientras estemos con Merimen!

A mitad de la sesión de cine en casa, llegan las pizzas de cuatro quesos y carbonara y, con ese olor que desprenden, es imposible esperar un minuto más para atacarlas. Noche de chicas en su pleno esplendor para olvidar, para auto convencerme de que en realidad, lo he soñado todo y que mis tíos siguen tan enamorados como siempre. Pero Bárbara me acaba devolviendo a la realidad mientras le da una capa de brillo a la pintura roja de las uñas que previamente ha pintado su sobrina.

-Ahora que Meri se ha ido a dormir, explícame tu versión, porque aún no llego a entender cómo ha sucedido todo.

-La verdad es que pensaba que te iba a afectar un poco más…

-¿La llegada de él o la traición de mi tío? Porque sinceramente, me duele más ver a mi tía Marga cómo está que el mal comportamiento de terceros. Al fin y al cabo, no conozco a mi hermano, lo más que me puede doler de él es su rechazo hacia a mí cuando habíamos pasado por algo tan trágico. Lo de Luis, me duele, sí, pero tengo que ser fuerte por mi tía. No puedo derrumbarme ahora que ella me necesita más que nunca. Realmente se ha quedado sin ninguna familia más que yo. ¿Te imaginas lo duro que puede llegar a ser que la persona que más amas en este mundo te haya mentido durante más de diez años? Es alucinante…

-La verdad es que si yo hubiese sido tu tía, le habría metido una patada por atrás y ya estaría de patitas en la calle. Eso sí, necesitaría después una terapia de palmeras de pionono de forma urgente.-Me dice carcajeándose. Una vez que se le ha pasado el tono de broma, se pone seria y mirándome, se pone en disposición de empezar a hablar.-Todo empezó cuando te fuiste con Fran del pub. Por cierto, tenemos que hablar de ese bombón más adelante. Es más, vamos a hablar de él esta misma noche, me quiero enterar de absolutamente todo.-“Pues ya puede seguir esperando”, pienso para mí…-Resulta que, después de ser un poco imbécil contigo, pillé a Raúl tonteando con otra. Así que me acerqué a recuperar mis cosas para largarme cuando me paró y me pidió que no me fuese. No es que estuviera enfadada, es solamente que si decides ligar con otra pues yo sobrentiendo que no te apetece estar conmigo esa noche. Y oye, que no pasa nada, no somos pareja ni estamos comprometidos, simplemente me voy y punto. Pero parece que es como el perro del Hortelano: ni come ni deja comer. Así que después de rogarme como un cachorrito, le pedí que esa noche solo estuviera para mí, que ya tendrá noches para estar con otras. Y parece que lo convencí y lo asumió. Me invitó a un par de copas y en un arranque de locura nos metimos en los baños y bueno, nos interrumpieron. Así que, loca por estar con él, decidimos largarnos de allí. Como había aparcado bastante lejos y yo llevaba unos taconazos de muerte, decidí esperarlo en la puerta a que él llegara con el coche. Mientras estaba sola, vi de lejos a un chico que andaba bastante apresurado con el móvil en la mano y que no sé por qué, pero me sonaba de algo. Cotilla de mí y sin nada que hacer por allí, me quedé mirándolo a ver hacia dónde se diría. Pero para mi sorpresa, se sentó en uno de los bancos que hay en el parque de enfrente. Allí, enfrascado en su móvil, parecía nervioso y no dejaba de mirar a los lados, como si esperase a alguien. No sé si fue casualidad o fue mi mirada insistente, pero su mirada y la mía conectaron y lo reconocí. Quizás fue el flash de haber estado viendo imágenes antiguas o solo fue mi capacidad de recordar caras, pero allí estaba el chico de la foto aquella por la que no dejabas de preguntar. Y solo pensé que de eso me sonaba su cara: nos habíamos conocido de adolescentes. Pero él pareció no saber quién era yo, porque no hizo la intención de moverse del banco y siguió con su móvil escribiendo como un poseso. Me debatí en si acercarme a saludar o simplemente hacer cómo si nada, estaba un poco piripi y sí, tenía muchas ganas de ir con Raúl como para quedarme hablando con un tío que seguramente, ni se acordaría de mí. En mi debate interno, el coche que me iba a recoger apareció y me fui de allí, dejando al chico sentado y solo. El caso es que de camino a casa de Raúl, al coche se le empezó a encender la lucecita de la gasolina y resulta que el chico es un maniático de su querido automóvil. Así que tuvimos que parar en una gasolinera. Muerta de calor dentro del coche, abrí la puerta y salí a tomar el fresquito de la noche. Entré a comprarme una bolsa de patatas porque hasta hambre me había dado y al salir, estando apoyada en una de las columnas lo vi llegar.




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