CAPÍTULO 13
Como prometió, Bárbara pasa a recoger a su sobrina el lunes a primera hora. Prometiéndole que el bicho ha desaparecido, la cría acepta encantada volver a la peluquería con su tía, la cual ha estado llevando a la perfección Raquel. Su hermana, que aún no se recupera de la muerte de su marido, no es capaz de volver a su casa. Sin embargo, tampoco quiere ver a su hija todavía con lo que decide quedarse en uno de los hostales de la zona.
La semana va pasando más rápido de lo que podía imaginarme. Gonzalo no consigue hablar con Bárbara, ella está demasiado enfocada en que su sobrina no note nada hasta que alguien les ayude a darle la noticia. Mi tía, que parece haber creído a mi hermano Ángel, ha perdonado a mi tío y vuelven a vivir juntos en el ático. Yo sigo aún renuente a creerlos, así que sigo a la espera de tener un hueco y poder leer los diarios.
El viernes llega, uno de junio y es luna llena. Fran y yo hemos hablado durante toda la semana y hemos llegado a la conclusión de que lo mejor es que hoy no abra por la tarde. Con tranquilidad, después de comer en casa, me echo una buena siesta de dos horas y media para tener las suficientes energías. Yo, que no creía en estas cosas, ahora estoy acojonada por lo que pueda pasar. Fran pasará a recogerme sobre las ocho de la tarde, así que con nerviosismo por acercarse cada vez más la hora, lo espero en casa. A las ocho, el timbre de mi puerta suena y bajo sabiendo que es él. Juntos vamos hasta la tienda que fue el lugar donde dejé todos los pedacitos del espejo y en el almacén nos sentamos para debatir qué hacer.
-No pienso hacer experimentos raros ni en mi tienda ni en mi casa. Tú verás dónde lo hacemos, eres el experto en hechizos por lo que veo…
-Obviamente esto hay que hacerlo al aire libre, ¿no tienes azotea en tu edificio?
-¡No! Y por supuesto no pienso hacer esto cerca del pueblo, imagina que alguien nos viese… se van a pensar que estamos locos y van a extender el rumor por la zona, ¡sería un desastre! Estarían hablando de mí durante meses, lo siento, pero no puedo con la fama.
-Mira que eres exagerada.-Me dice mientras se ríe.- ¿Y si vamos a descampado donde tuvimos nuestra primera cita oficial como no novios?
-Sigue siendo demasiado cerca, ¡y deja de decir eso de “no novios”!
-Está bien, pues lo hacemos oficial ya del todo. Entonces novia, ¿dónde vamos? Usted se conoce mejor la zona que yo…
-Argh, ¡eres irritante! Lo siento, pero hasta que no me lo pidas de forma más romántica no pienso darte el sí oficial para ser tu novia. ¡No se me ocurre ningún sitio! Supongo que deberá de ser un sitio donde la luna se refleje bien…
-¡Lo tengo! Vamos a recoger, tengo el sitio perfecto.
-¿Ah sí? ¿Cuál?
-¡Sorpresa! Por no haber pensado mejor, ahora te toca esperar.
En un par de viajes montamos el espejo y los trocitos en su coche y cerrando la tienda nos vamos. Durante el camino intento sonsacarle información, pero es imposible. El chico es un bloque de hielo y es demasiado inteligente para averiguar cuándo estás intentando conseguir alguna pista. Así que a mitad de camino me doy por vencida y cambiamos de conversación. Me pregunta si he conseguido leer algo de los diarios, pero le confirmo que ha sido imposible. Los nervios siempre me dejan exhausta por lo que esta semana he dormido más de la cuenta.
A mitad de camino me entra un hambre atroz, por lo que paramos para cenar algo en un restaurante de carretera. Una vez que hemos quedado satisfechos, continuamos hasta llegar a nuestro destino… ¿cómo no se me había ocurrido antes a mí?
-¿Cómo lo has encontrado?
-Cuando me dijiste dónde era estuve investigando por Internet. Me encantaron las imágenes que vi y me quedé con ganas de venir un día, así que he pensado que es el momento perfecto. Eso sí, luego tenemos que volver al pueblo, no hemos traído muda ni tenemos nada reservado dónde quedarnos.
-¡Qué penita! Me encanta este sitio…
Aparcamos el coche en mitad de la nada aprovechando que estamos solos. El olor a sal me llega hasta la nariz inundando mi sistema de aire libre y puro sin contaminación, igual que en el pueblo, pero en vez de montañas veo playa. La cala. Me ha traído a la cala El Pargo, esa en la que aparezco en una de mis fotos en redes sociales que a él le encantó. Teniendo en cuenta la larga distancia que hay desde el pueblo hasta aquí y que hemos parado para comer, la noche se nos ha echado encima y la luna empieza a saludarnos rodeada de sus fieles amigas las estrellas. Es una suerte poder verlas a la perfección, en la ciudad este tipo de cosas no se puede hacer a no ser que te subas a lo más alto de una montaña.
Abrimos el maletero y Fran saca una especie de toalla de playa que tira al suelo para poder llevar a cabo todo. Sacando el espejo, los trozos y un martillo, lo coloca todo en una toalla mientras yo busco una lámpara para poder iluminarnos. Sentados en el suelo, Fran rompe los pequeños trozos del espejo dejándolos en polvo, como él mismo me contó.
-Pareces todo un experto rompiendo espejos. ¿Cuántas veces has hecho esto?