El heredero

Capítulo I. Cuenta regresiva

Nada fue igual en Banjarok luego de la muerte repentina del príncipe heredero. La noticia que tomó por sorpresa a la población entera, retumbó estruendosa al interior de una familia que hacía tiempo había perdido el carisma y brillo de antaño. Sin embargo, por mucho que el dolor, la angustia y la congoja se apoderaran de cada rincón del palacio, lo cierto era que no había espacio para duelos eternos y lamentaciones prolongadas. En efecto, el vacío que dejó Nicanor debía ser llenado cuanto antes y es precisamente allí, en esa puja por el poder marcada por la ambición, la avaricia y la ausencia total de escrúpulos por parte de los aspirantes a la corona, donde esta historia comienza.

Mentiría si dijera que los habitantes de la nación echarían de menos al difunto. De hecho, a decir verdad, jamás había sido un hombre popular o que gozara de la simpatía de su pueblo. Del mismo modo, su compromiso con la modelo Sofía Heredia causó un cimbronazo de proporciones épicas y aunque las personas no terminaban de decidir si eran o no una buena pareja, lo que sí estaba claro para la inmensa mayoría era que en un futuro no muy lejano, la otrora plebeya se convertiría en la reina que estaban esperando con ansias.

Por supuesto, todo se truncó. Sofía ya no tenía un prometido, la familia Real ya no ocultaba el rechazo que le generaba su sola presencia, los empleados de palacio murmuraban todo tipo de cosas a sus espaldas y frente a sus narices pero, a su favor, ella continuaba teniendo la mejor carta que alguien podía jugar en un paño rodeado de enemigos, una que llevaba treinta y dos semanas creciendo en su vientre.

—¿Cómo te sientes esta mañana? —preguntó la reina ingresando a la que fuera la habitación de su primogénito, luego de hacer que los sirvientes de su nuera abandonaran sus labores.

—Estaría mucho mejor si no me tuvieran prisionera —respondió mientras se incorporaba en la cama.

—¿Prisionera?

—No me dejan salir de mi cuarto.

—Es por tu bien.

—Necesito aire fresco, ver el sol…

—¡Y lo harás! —interrumpió—, todo a su debido tiempo.

—Es absurdo —se quejó—, los doctores dicen que el embarazado transita de manera normal, sin complicaciones.

—Ya falta poco para que des a luz —replicó—, cuando eso suceda podrás hacer con tu vida lo que te plazca.

—¿Eso qué quiere decir? —inquirió frunciendo el ceño, apretando con fuerza las sábanas de seda que la abrigaban hasta la cintura.

—¿Acaso no quieres volar en libertad cual pájaro sin ataduras?

—Sé muy bien que nunca me quiso, pero para su pesar, el niño que llevo en el vientre nos unirá por el resto de la vida, incluso para la posteridad.

—En eso te equivocas —sonrió mientras se sentaba a su lado.

—¿Ahora fingirá que me tiene estima o se preocupa por mi bienestar?

—No estabas casada con Nicanor, solo eras su prometida y, por ende, en lo que a mí respecta, nada te una a la familia Real —contestó sin miramientos.

—Pero mi bebé…

—Tu bebé será muy bien criado aquí en palacio —interrumpió mientras pasaba su mano por la panza prominente de Sofía.

—¿Qué insinúa?

—Ambas sabemos que no perteneces aquí.

—Lo sabía —sonrió—, sabía que algo tramaba.

—Estoy haciéndote un favor.

—Pues, se lo agradezco Majestad, pero no me despegaré de mi hijo ni por todo el oro del mundo.

—¿Crees que a alguien le importa lo que tú quieras? —retrucó poniéndose de pie, clavando la mirada en el retrato de su difunto hijo que adornaba el muro occidental de la habitación.

—Mi familia jamás permitirá este ultraje.

—¿Acaso no lo ves? Estoy dándote la oportunidad de regresar con ella.

—¡Y lo haré! —exclamó.

—Al fin nos entendemos.

—Pero me llevaré a mi hijo conmigo cuando abandone este palacio —amenazó vehemente.

—Eres terca, no comprendes el castellano.

—Sí, sé que pretende apoderarse de él y que hará cualquier cosa con tal de quitarme del medio.

—Ese niño es el heredero; le pertenece a la Corona.

—¿Entonces se supone que debo olvidarme de él y vivir como si nada de esto hubiera pasado jamás? —preguntó incrédula, con la mandíbula temblorosa.

—Algo así.

—Quizá no lo pensó, pero cuando salga por la puerta los periodistas me atosigarán, las personas querrán saber qué fue lo que ocurrió dentro de estas paredes y el motivo verdadero de por qué…

—Y les dirás la verdad, por supuesto —interrumpió volviendo la mirada hacia Sofía.

—¿Quiere que diga que usted me arrebató a mi bebé sin mostrar un atisbo de humanidad?

—Dirás que quieres retomar tu carrera como modelo y, en ese contexto, el niño solo era un estorbo en tus planes.

—Definitivamente perdió la cabeza.

—Sé que te preocupa quedar como una desalmada de cara al pueblo, pero al final ellos entenderán que lo hiciste por el bien del pequeño —se excusó—. Después de todo, solo eres una cualquiera que jamás encajará en nuestro círculo.




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