El heredero

Capítulo II. El mundo tras las paredes

—Muchas gracias por atenderme señor Zagisti —dijo Noelia con la voz temblorosa y el corazón a punto de salírsele del pecho.

—Por favor, llámeme Matías.

—Matías entonces.

—¿Y a qué debo el placer de su visita? —preguntó mientras se sentaba sobre el enorme escritorio de su oficina.

—Sé que es un hombre ocupado así que seré breve.

—No hay cuidado, siempre tengo tiempo para la abuela del heredero —sonrió.

—Precisamente de eso quería hablarle.

—¿Alguna noticia que pueda publicar en la portada de mañana? —inquirió con sincera curiosidad, despreocupado de mostrar sus intenciones.

—Llevo meses sin ver a mi hija.

—Lamento mucho oír eso.

—Estoy desesperada.

—Ni siquiera fingiré que sé lo que se siente, pero aun no comprendo cómo puedo serle de utilidad.

—Me gustaría que publicara mi denuncia en su prestigiosa revista —replicó con los dedos entrecruzados, como quien eleva una plegaria.

—¿Qué denuncia?

—Que los reyes de este país secuestraron a mi hija —sentenció sin rodeos.

—¿Disculpe? —inquirió petrificado.

—Se lo suplico, es mi última esperanza.

—¿Es consciente de lo que me está pidiendo?

—Cada vez que la llamo al número que me dieron, una voz masculina dice que la duquesa está indispuesta y no puede recibir llamadas —respondió—. No puedo salir de mi casa sin que cuatro o cinco hombres sigan mis pasos a la distancia, como si me vigilaran, amedrentándome.

—¿Ha intentado conversar con la Guardia Real? Parecen hombres rudos, pero le garantizo que la mayoría son muy sociables y…

—No puedo ni acercarme a las inmediaciones del palacio —interrumpió—; es claro que hay una orden para alejar a la duquesa de su familia, aislarla, quebrantar su espíritu.

—¿Con qué propósito? —indagó incrédulo.

—Nada bueno supongo.

—Son elucubraciones, necesito mucho más que eso para difamar a la realeza —se sinceró el editor de la revista REALidad.

—No los difamará —refutó—, lo que necesito es que se pregunte dónde está mi hija, por qué nadie la ha visto tras el funeral de su esposo…

—Quizá atraviesa un embarazo complicado y no quieren someterla a ninguna situación de estrés.

—¡Yo soy su madre! —exclamó fuera de sí—. Debería estar a su lado.

—Mañana por la mañana se espera que el príncipe Bruno acuda al hospital Minauri para inaugurar la sala de neonatología, financiada íntegramente por la Corona.

—¿Por qué me dice eso?, ¿acaso cree que no intenté ir a cada una de sus apariciones públicas? Le repito que no me dejan acercarme, ni a mí ni a ningún otro miembro de la familia.

—Lo mencioné porque me parece el momento perfecto para preguntarle al príncipe por su cuñada —respondió arrancándole una sonrisa a Noelia, la primera en mucho tiempo.

—¿De verdad lo haría?

—La noticia es mi alimento, señora.

—¿Pero qué pasará si se niega a realizar comentarios al respecto?

—¿Frente a decenas de periodistas saliendo en vivo? El silencio solo logrará que no se hable de otra cosa —alegó—. No puedo prometerle resultados, al menos no los que usted ansía, pero le garantizo que pondremos a Sofía en boca de todo el país.

—Estaría en deuda con usted —dijo con las manos sobre su pecho desbocado.

—Una que será muy sencilla de saldar, no se preocupe.

—¿A qué se refiere?

—Cuando el heredero al fin nazca, todos los medios de comunicación querrán una exclusiva con su abuela.

—¡Por supuesto! —exclamó—, usted y su revista tendrán la prioridad.

—Y no debe preocuparse por su hija, le garantizo que goza de buena salud.

—¿Cómo lo sabe?

—Las personas la quieren, se identifican con ella.

—¿Y eso qué significa?

—No es un secreto que la Corona está pasando un pésimo momento y créame, de esto sé un poco —se ufanó—, nadie es tan kamikaze como para arriesgar la única carta valiosa que tienen en la mano.

—¿Insinúa que mi hija y mi nieto son un trofeo en disputa? —preguntó con marcado dejo de preocupación.

—Más bien una gota en el desierto.

—¿Pero qué tiene eso que ver con que no me dejen acercarme a ella?

—Quizá teman que ahora que el príncipe Nicanor murió, la duquesa pretenda retomar su antigua vida —reflexionó.

—Entonces tengo razón, es prisionera en el palacio.

—No nos apresuremos Noelia, por el momento son solo especulaciones sin ninguna base firme.

—Pero confío en que usted sacará a la luz toda la verdad.




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