El heredero

Capítulo XIX. La ceremonia

—Es un privilegio para mí estar hoy oficiando esta ceremonia —dijo el sacerdote con evidente emoción—. Según la tradición, los miembros de la familia Real, a diferencia del resto de los mortales, se congregan en la abadía Rafford para sellar el compromiso eterno entre los amantes; pero en esta ocasión, por circunstancias que los presentes conocen y a riesgo de ser colgados por traición, nos reunimos en la abadía Valamport dispuestos a llegar hasta las últimas consecuencias….

La suerte estaba echada. Mientras la multitud se agolpaba a decenas de kilómetros, un plan ideado a la perfección se materializaba tras bambalinas, a espaldas del mundo entero, asestándole una puñalada al orgullo de los arrogantes e, incluso, a un destino siniestro convencido de tener la última palabra.

—Estoy temblando —dijo Sofía mientras contemplaba el anillo en su anular izquierdo.

—¿De miedo, de incertidumbre o felicidad? —preguntó Mariano sin poder contener la sonrisa que se dibujaba en su rostro.

—Creo que de todas ellas.

—Ya no hay vuelta atrás…

—Pues, lamento decirte que no estoy arrepentida.

—Es un alivio.

—Sin duda es lo más temerario que hice hasta la fecha —confesó—, pero también lo más emocionante.

—Escucha Sofi —dijo tomándola de las manos—, sé que esto fue planeado como una alianza política, pero si algún día sientes que soy digno de ti, quiero que sepas que…

—No hace falta que lo digas —replicó apoyando su índice sobre los labios del príncipe.

—Quiero hacerlo —insistió.

—Entonces déjame decirte que no pretendo una relación fría, estratégica y calculada —contestó dando rienda suelta a sus más arcanos sentimientos, dejando su corazón expuesto, permitiéndole a su piel estremecerse hasta límites insospechados—. De ser así, me hubiera casado con tu hermano Bruno.

—Agradezco el voto de confianza.

—Y yo agradezco el día en que decidiste regresar al palacio.

—Bueno, de vez en cuando me equivoco y tomo buenas decisiones —bromeó.

—¿Y ahora qué? —preguntó desconcertada, nerviosa, consciente de que no podían vivir ajenos a la tormenta a punto de desatarse.

—A esperar que mis padres abdiquen y así puedas recuperar lo que te fue arrebatado por el destino —respondió esquivando elegante el meollo de la cuestión.

—Lo dices como si no existieras, como si no fueras parte de la ecuación.

—Espero que nuestra relación escale hasta el mismísimo cielo —confesó—; en verdad quiero eso, pero solo soy custodio del heredero.

—No sabré cómo hacerlo.

—Seré tu sostén.

—¿Y si el pueblo se vuelve en mi contra? —indagó abriendo enormes sus ojos, pálida.

—¿Por qué lo harían? Te adoran.

—Quizá pretender a una plebeya en el Trono de Roble sea solo un arrebato, producto del desgaste y desencanto con los Lemont —reflexionó—; pero en cuanto me equivoque me echarán en cara mi nulo abolengo.

—¿Desde cuándo te convertiste en Érica Yakone? —chicaneó.

—¿Tú no lo crees así?

—Pienso que serás una reina excelente, y el pueblo entero no tendrá más que gratitud para con Su Majestad.

—Es tus labios el mundo suena idílico.

—Y a mis ojos tú lo eres.

—¿Crees que ya estén buscándonos? —inquirió mientras dejaban atrás la abadía, tomados de la mano, alejados del sendero, por los bosques milenarios.

—Lo dices como si fuéramos fugitivos.

—¿Y no lo somos? —retrucó—. Todo el mundo está reunido en Rafford, esperando mi compromiso con tu hermano.

—Sí, supongo que será algo embarazoso mirar el reloj y ver que la duquesa no llega —tiró en tono burlón.

—¿No tienes miedo?

—¿Miedo?

—En algún momento deberemos regresar.

—Y lo haremos por la puerta grande —aseveró—, con la frente en alto.

—Nos despreciarán.

—El casamiento es legítimo —replicó enseñándole la sortija que ambos compartían como prueba irrefutable.

—Pero eso no evitará el escarnio público —lamentó.

—Fue planeado de esta manera, ¿ya lo olvidaste?

 

FLASHBACK

 

Noche tras la sesión de fotos para la revista Bella, a orillas del mar, bajo la atenta mirada de la luna.

 

—¿Puedo hablar contigo un momento? —preguntó Mariano con la vista puesta en la arena bajo sus pies.

—Creí que eso hacíamos.

—Hay algo que me gustaría proponerte.

—Suena complicado —sonrió.

—De hecho lo es.




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