Rocío Smith.
Me detengo frente a la puerta de la mansión de los Smith, mis manos aún están temblando y mi corazón casi se sale de mi pecho. Aún no puedo creer que ahora se va a celebrar el compromiso de mi hermana menor con el hombre que años atrás me juró amor.
Una lágrima intenta escapar, pero me obligo a permanecer inmune ante mis sentimientos.
Desde pequeña siempre fui tratada con indiferencia y crueldad, mi madre murió al momento de darme a luz, todo su embarazo fue tormentoso gracias a Kate, la ahora esposa de mi padre.
Mi progenitor se enamoró perdidamente de ella e hizo sufrir a mi madre, incluso trajo a vivir a su amante a la misma casa. Mi madre cayó enferma y al final me dejó siendo apenas una recién nacida. Kate también estaba embarazada, pero a ella la trataban como si fuera la esposa legítima, tres meses después, nació mi hermana Samantha, a ella la trataron como la princesa de la casa. Mientras creciamos no podía entender porque yo era como una peste para la familia Smith, me reprendían por todo haciéndome sentir culpable por mi mera existencia.
Estando en el último año de preparatoria, conocí a Iván Russo, él es hijo de una de las familias más adineradas del país, eso no lo sabía en ese momento. Él me empezó a coquetear y siempre que me miraba sola, llegaba para hacerme compañía, sentí por primera vez que tenía a alguien que me comprendía y me amaba de verdad. Él sabía escucharme y me hacía reír en mis momentos más oscuros, para mí él era el amor de mi vida.
Tuvimos un noviazgo a escondidas, un amor de adolescente, incluso estábamos planeando irnos a estudiar a la misma universidad. El día de mi cumpleaños él me dijo que me había preparado una sorpresa, yo estaba bastante ilusionada, sabía que sería una velada romántica, incluso tenía la ilusión de entregarme a él por primera vez, pero cuando llegué lo que encontré marcó mi vida para siempre y me hizo creer que no había nacido para ser amada. Él estaba en la cama con mi hermana, haciendo que mi corazón se fragmentara en mil pedazos.
De eso ya pasaron tres años, fué el día en que me marché de esta casa y no volví a tener comunicación con él. Ahora estoy obligada a asistir al compromiso de ellos dos, mi padre me amenazó con quitarme la ayuda si no lo hacía. Estoy a punto de graduarme, tengo un trabajo de medio tiempo como mesera, pero no me alcanza, así que esta será la última humillación que yo aguante de parte de ellos, en cuánto me gradué podré buscar un trabajo a tiempo completo e independizarme para olvidar por completo que soy una Smith.
—Señorita Rocío, su padre la está esperando, pase adelante —me invita una de las personas del servicio.
Tomo una respiración profunda y obligo a mis piernas a avanzar.
—Dicen que el prometido de la joven Samantha fue el primer novio de la señorita Rocío y por eso ella se fue de la casa —escucho a alguien del personal murmurar, pero finjo no hacerlo.
—¿Por qué crees que la dejó? Si de las dos, la señorita Rocío es la más bella.
—Supongo que porque la heredera del señor Smith es la joven Samantha.
Detengo mi andar apretando mis manos en puño. Detesto a las personas chismosas.
Por el rabillo del ojo miro que las dos mujeres se van a toda prisa poniéndole fin a su cuchicheo.
—Rocío, qué alegría tenerte en casa —me recibe Kate con su labia engañosa—. Vamos a la recámara de tu hermana, quiero que veas lo preciosa que luce —dice enredando su mano alrededor de mi brazo.
Sé perfectamente que lo único que desea es restregarme en la cara que Samantha obtendrá todo lo que yo alguna vez desee.
—Viniste —dice mi padre cuando me ve, ni siquiera muestra ningún afecto a pesar que tenemos más de un año de no vernos. La última vez nos vimos fue para informarme que la compañía estaba a punto de quebrar y que me olvidara de la herencia, que lo poco que quedaba sería para asegurarle un buen matrimonio a Samantha, incluso me advirtió que no intentara arruinarle la vida a su pequeña.
—No me dejaste opción —respondo con frialdad.
—No seas malagradecida —me recrimina Kate—. A pesar de la situación, tu padre te ha seguido manteniendo, muestra respeto.
Sonrío sarcástica mientras observo a todo el personal que han contratado para organizar una simple fiesta de compromiso.
—Déjala, ella siempre ha sido rebelde, y mal educada —responde mi padre.
Quisiera cantarle sus cuantas verdades, pero me retengo.
«Aguanta unos meses más y ya no volverás a saber de esta familia», me digo a mi misma.
La pesadilla mayor y mi reto de auto control está por venir, ya hemos llegado a la habitación de Samantha.
—Rocío, hermana de mi alma, qué alegría que hayas venido para acompañarme en este día tan importante para mí —exclama fingiendo entusiasmo en cuanto me ve.
—No me lo perdería por nada del mundo —respondo sarcástica.
Por un instante su mirada se torna llena de odio, pero rápidamente la suaviza cuando ve a mi padre.
—¿Verdad que mi preciosa Sami luce como una verdadera princesa? —dice Kate al tiempo que corre hasta su hija y le empieza a acomodar el collar de perlas a juego con sus aretes que lleva puesto.