El hermano de mi ex

Capítulo 4/Frustración

Ayer ni siquiera tuve el valor de leer el dichoso contrato que me dejó Thiago. Tampoco quiero seguir pensando en él. Tomo mi cartera y salgo del salón de clases, por su culpa no me he podido concentrar, aún siento mi corazón acelerado cuando revivo nuestro último encuentro.

Me voy a la cafetería y compro un sándwich que es para lo único que me alcanza, ya no tengo efectivo. Tendré que usar la tarjeta que me dió mi padre.

Camino hasta el cajero, pero cuando intento sacar dinero, me rechaza la tarjeta. Intento nuevamente, quizá coloqué mal el pin, sin embargo, vuelve a suceder lo mismo.

Dejo salir un suspiro, solo esto me faltaba.

Decido llamar a mi papá. No me gusta hacerlo, pero realmente estoy en la quiebra.

—Sabía que no tardarías en llamar —Es el saludo que recibo.

Siento que estoy tragando hiel, pero me contengo.

—Buen día, padre. ¿Sabes lo que le sucede a mi tarjeta? —indago aún sabiendo la respuesta.

—Te lo advertí y no me obedeciste —me recrimina—, eres consciente de lo que el matrimonio de Samantha e Iván significa para nuestra familia y casi lo echas a perder.

Siento un nudo en mi garganta al escucharlo hablarme así.

—Ni siquiera me quedé a la dichosa fiesta y si asistí, fué por tu amenaza —le recuerdo—, así que no sé de qué me estás hablando.

—Te he tenido bastante paciencia —dice ignorándome—, pero ya estás grande, deberías madurar, no puedes ir por la vida envidiando todo lo de tu hermana. He intentado ser un buen padre para ti, pero me dejas pocas opciones. Ahora estarás por tu cuenta.

Mis ojos se llenan de lágrimas.

«¿Envidia yo?, sí, cómo no, que ironías de la vida, si la que siempre me ha envidiado es ella», es lo que quiero decirle, pero no lo hago.

—Está bien, haz lo que te dé la gana, yo me las arreglaré como pueda, pero las joyas de mi madre me pertenecen —le recuerdo—. Es lo único que te exijo.

Tengo un álbum de fotos de mi madre, era una mujer hermosa y sofisticada, siempre salía luciendo sus joyas, Ella tenía muchos collares, anillos, pulseras y aretes de gran valor, eso lo supe cuando era pequeña y mi padre me mostró el cofre, en aquella ocasión, también me dijo que cuando fuera grande me las daría, sin embargo, cuando se las he pedido, me ha dado largas y en el compromiso de Samantha me di cuenta que ella tenía puesto el juego de perlas.

—No hablaremos de eso nuevamente, además, ¿para qué las quieres? Seguramente las vas a empeñar y no lo voy a permitir. Estoy muy ocupado —dice y luego cuelga dejándome con el alma hecha pedazos y un gran coraje.

Mis ojos pican, quiero llorar, pero me contengo. Me duele su indiferencia y lo poco que me conoce. Yo nunca vendería las joyas de mi madre aunque me estuviera muriendo de hambre. Son el único recuerdo que tengo de ella, además, me pertenecen. Seguramente se las dará a Samantha y es lo que más me enerva la sangre.

Hasta el hambre se me quitó. Me doy media vuelta y entonces me encuentro con Iván Russo. Solo esto me faltaba.

Lo ignoro y continúo mi camino, pero él me toma del brazo.

—Tenemos que hablar.

Yo me remuevo para soltarme de su agarre, pero está ejerciendo bastante fuerza.

»Vamos a un lugar privado, te debo una explicación —insiste.

—No me interesa absolutamente nada de lo que tengas que decirme —le respondo sacando todo mi enojo con él—. Hace ya mucho tiempo que me dejaste de importar, es más, ahora que lo pienso, nunca te amé de verdad, solo fuiste una ilusión pasajera que se disipó al momento en que me di cuenta la clase de poco hombre que eras. Ahora suéltame o empezaré a gritar y te acusaré de acosador.

—Sé que eso lo dices porque estás enojada conmigo —responde el descarado—, pero los dos sabemos que aún me amas, de lo contrario no hubieras escapado de la fiesta.

Sonrío con ironía.

—¡Qué buena autoestima tienes! —digo con sarcasmo—. Ahora déjame en paz, no quiero saber nada de ti. —Me remuevo para que me suelte y esta vez me deja ir.

—No voy a descansar hasta que me escuches. —Habla detrás de mí, pero yo continúo caminando y lo sigo ignorando—. Tengo que casarme con Samantha y al hacerlo voy a heredar la presidencia de la compañía, pero debes saber que a quien amo es a ti, te necesito a mi lado, Rocío, por favor, no me alejes de tu vida, sé que aún podemos ser felices. —Me detengo ya que debo cruzar la calle y el semáforo peatonal está en rojo, aún así, ni siquiera puedo verlo, mucho menos responderle, él no merece ni siquiera eso de mí. Además, tengo el estómago revuelto al escucharlo hablar, prácticamente me está proponiendo ser su amante.

»Rocío, vamos a un lugar privado y hablamos de esto, sé que si escuchas mis razones aceptarás estar conmigo. —Intenta tomar mi mano, pero yo me alejo rápidamente y sin pensarlo cruzo la calle, pero al hacerlo un auto se detiene abruptamente frente a mí.

»¡Rocío, ten cuidado! —lo escucho exclamar.

Volteo a ver al auto asustada. El chófer baja y me mira fríamente. Thiago Russo gira su atención hacia su hermano y luego se dirige a mí.

—Cariño, ten más cuidado, sé que te encanta lanzarte hacía mí, pero esta no es la forma adecuada —dice coqueto mientras me guiña un ojo.




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