No puedo creer que apenas y nos estamos conociendo y ya me quiere presentar a alguien importante para él. Tengo miedo, realmente este hombre me desconcierta mucho.
—Desde ya te advierto, no me gustan los niños y madrastra no quiero ser —digo sin pensarlo.
Él alza una ceja.
—¿Por qué no te gustan los niños? —indaga curioso.
—Osea, si me gustan —digo aclarandome la garganta—, pero soy muy joven para ser mamá, aún no termino mi carrera y mi vida ahora mismo es un desastre.
Él me mira fijamente.
»¿Sí me vas a presentar a un niño o niña? ¿Eres papá? —cuestiono nerviosa.
—No, no soy papá, pero en un futuro cercano deseo serlo —responde con seriedad y yo siento que mi rostro cambia de color.
—Seguro encontrarás a una buena esposa para que te cumpla tu deseo —digo nerviosa ya que estoy bajo el escrutinio de su mirada gris.
—Thiago, entren, no se queden ahí. Estoy preparando un rico asado. —Nos interrumpe la voz de un hombre y yo doy gracias al cielo.
—Vamos —me invita a pasar al tiempo que coloca su mano detrás de mi espalda obligándome a avanzar.
A medida que avanzo me doy cuenta que quién está en el umbral de la enorme puerta luciendo un elegante traje es un anciano. Por su porte y elegancia deduzco de inmediato que es pariente de Thiago. Además, ahora que estoy frente a él, puedo ver el mismo color de ojos grises.
—Abuelo, te dije que me esperaras —le dice Thiago y él chasquea su lengua mientras niega.
—Aún no soy un viejo inútil —responde y luego fija su atención en mí.
—Buenas tardes señor. Es un gusto saludarle —digo con amabilidad.
—Abuelo, te presento a Rocío Smith, mi novia —afirma y yo siento que me quiero morir de vergüenza, pero antes lo voy a matar a él.
Él sonríe tiernamente.
—Santiago Russo, para servirte, bella jovencita —responde extendiendo su mano y yo le correspondo el saludo.
Miro a Thiago, así que él se llama así, por su abuelo.
—Vamos a ver qué tal esa carne —dice Thiago al tiempo que avanza dejándome atrás con su abuelo.
—Eres la primera chica que trae aquí y ciertamente me agradas —me dice en tono bajito el abuelo.
Yo sonrío tímidamente.
—Usted también me agrada mucho —respondo y para mi sorpresa él mete su mano alrededor de mi brazo.
—Puedes llamarme abuelo.
Asiento mientras le regalo una media sonrisa. El señor Santiago es sin duda la persona más amable que he conocido.
Durante mi trayecto me doy cuenta que no hay empleados en esta enorme mansión, sin embargo, todo luce pulcramente limpio y ordenado.
Pronto llegamos al jardín trasero. Hay una linda pérgola y muchas flores de una gran variedad, incluso hay una gran extensión de girasoles.
—¡Que hermoso! —digo admirando el paisaje.
—¿Te gustaría vivir aquí? —indaga el abuelo dejándome muda.
Sonrío nerviosa fijando mi atención en Thiago, pero él parece indiferente. Lo veo quitarse su abrigo y luego se arremanga la camisa, para segundos después, tomar una tenaza y empezar a colocar la carne en la parrilla. Trago saliva, es la imagen perfecta de un hombre sexy y ardiente.
»Veo que estás muy enamorada de mi nieto, eso me alegra. —Lo vuelvo a escuchar hablar y yo no puedo sentirme más nerviosa de lo que ya estoy.
—Aún nos estamos conociendo —digo tragando grueso.
—Pues deberían apresurar su matrimonio, quiero conocer a mis bisnietos antes de morirme —dice en voz alta captando la atención de Thiago.
—Se hace la difícil —responde Thiago mirándome fijamente—, pero con tu ayuda seguro la convenzo rápido.
Lo fulmino con la mirada. Está jugando sucio.
—¿Y por qué lo piensas demasiado? —indaga el abuelo—. Thiago me ha hablado mucho sobre ti, me contó que se conocen desde…
—Abuelo, ven a ayudarme —lo interrumpe—. Sabes que soy pésimo para dejarlo en el punto que a ti te gusta.
Él niega mientras se pone de pie y se va al lado de su nieto. Yo observo a Thiago. ¿Quién sabe cuánto cuento le ha dicho a su abuelo sobre mí? ¿O ya nos habíamos conocido desde antes? No lo creo, de ser así nunca lo hubiera olvidado. Dejo ir los pensamientos y me pongo de pie.
—¿Hay algo en lo que pueda ayudar? —me ofrezco ya que no soy de las que se quedan de brazos cruzados.
—No te preocupes, tú relájate que eres nuestra invitada de honor —responde el abuelo al tiempo que me hace regresar a mi lugar—. Toma esta copa de vino y disfruta la vista, nosotros cuidaremos de ti.
Sin más remedio obedezco. Me quedo observando desde mi asiento a los dos hombres, Thiago se parece bastante a su abuelo y además, se nota que se llevan muy bien. Durante el resto de la tarde pasamos agradables momentos. El señor Santiago me cuenta sobre su juventud y su único y gran amor, su difunta esposa, con quién estuvo más de cincuenta años casado y según sus propias palabras aún ama y extraña mucho. Es aquí donde puedo observar con más frecuencia la sonrisa genuina de Thiago. Esa que pone a latir mi corazón.