El hermano de mi ex

Capítulo 8/Un peón más

No sé porque, pero de pronto mi corazón está latiendo rápido al ver al señor Igor Russo. Él es un hombre de unos cincuenta y tantos años, aún se conserva bastante bien, pero se nota que tiene un carácter bastante fuerte.

—¿Padre, qué haces aquí? —indaga Thiago.

Intento soltarme de su mano, pero él no lo permite. El señor Igor no pasa desapercibido ese gesto y desde aquí puedo notar su desagrado.

—Vine para que hablemos, tu madre y yo estamos preocupados por ti —le responde al tiempo que termina de llegar hasta donde estamos.

Él posa su mirada en mí.

—Buenas tardes, señor Igor —lo saludo.

—Has crecido bastante —dice mirándome fijamente.

Asiento nerviosa, nunca había tenido la oportunidad de verlo de frente y mucho menos hablar con él, aunque lo conozco desde hace un par de años. Él es de esos hombres serios y de negocios que siempre asisten a las reuniones de las familias más renombradas.

—Hablaremos mañana —le responde a su padre—, ahora estoy ocupado.

Se da media vuelta y abre la puerta.

—Cambiate de ropa, te esperaré en el parqueo. No he venido hasta aquí solo para perder el tiempo —responde el señor Igor.

Thiago luce bastante molesto también.

—No es horario de trabajo —le responde fríamente—, y si es sobre mi vida privada, te advierto que soy un adulto y puedo hacer lo que me plazca.

—No te apoyaré con esta locura —le responde su padre.

—Entra, en un momento estaré contigo —me dice Thiago al tiempo que me acomoda un mechón de cabello.

Asiento y enseguida hago lo que me ha ordenado.

La puerta se cierra tras de mí. No sé si es porque mi ropa está mojada o es por los nervios, pero siento bastante frío y mi cuerpo está temblando de forma incontrolable.

Miro a mi alrededor, el apartamento está decorado en tonos grises y negros, se parece mucho a su dueño.

Suspiro con tristeza.

Era verdad lo que dijo Iván, a sus padres no les agrado en lo absoluto. Un nudo se forma en mi garganta. La verdad es que estoy acostumbrada al desprecio de las personas. Supongo que lo he aceptado porque siento que lo merezco, incluso mi madre tuvo que morir por mi causa.

Me quito el abrigo que me dió Thiago, el ambiente aquí se siente cálido, pero mi cuerpo sigue estando frío. Me froto los brazos con mis manos, incluso siento que me está doliendo la garganta.

Mi celular timbra. Miro la pantalla y es el número de mi padre. Lo ignoro, seguramente me llama para darme un sermón, pero el timbre es insistente, ahora es Samantha quién me ha dejado un texto. Deslizo para leerlo.

«Por tu culpa mi padre está en el hospital, si algo le sucede tú serás la única responsable»

Arrugo el entrecejo y sin poderlo evitar, mi corazón se acelera.

Rápidamente devuelvo la llamada al número de papá.

—Eres una inconsciente y egoísta. —Escucho a Kate al otro lado de la línea—. A tu padre casi le da un infarto y todo gracias a tu egoísmo —me recrimina y yo sigo sin poder entender lo que ocurre.

—Ahora mismo voy para allá —digo y luego cuelgo.

Sé que no es el mejor padre del mundo, pero bien o mal es mi papá.

Salgo rápidamente, busco a Thiago con la mirada, pero no lo encuentro. No sé qué haré para llegar al hospital. No tengo mi auto y tampoco dinero.

¿Cómo fuí tan descuidada con ese asunto? Ahora me arrepiento de haberle regresado la tarjeta.

Me meto al elevador y bajo hasta el estacionamiento con la esperanza de encontrarlo ahí.

—Rocío, lamento lo de tu padre —me doy media vuelta y me encuentro a Iván.

Asiento con cortesía. Seguramente Samantha ya le avisó.

»Yo voy para allá, si quieres te llevo —se ofrece.

—De acuerdo, te lo agradezco —acepto sin pensarlo.

—Para que no pases frío —dice al tiempo que intenta colocarme su abrigo.

—No lo necesito, además, se te va a estropear. —Lo rechazo sutilmente.

—Pero tu ropa está mojada —insiste.

—Ya casi se secó —respondo al tiempo que entro a su auto.

Segundos después ya estamos en camino.

—¿Qué hacías en ese edificio? —cuestiona.

—Acepté venir contigo porque no tenía más opciones —le respondo—. Pero que quede claro que yo no te debo ninguna explicación sobre lo que hago con mi vida.

—Disculpa, pero no puedo evitar sentir celos cuando te veo con él. Thiago es mi hermano y lo conozco muy bien y sé que él solo…

—No quiero hablar del tema contigo —lo interrumpo.

Ahora me arrepiento de haber aceptado su ayuda.

—Lo lamento, sé que estás pasando por un mal momento. Solo quiero que nunca olvides que yo siempre estaré para ti. Me importas demasiado.

Pego mi cabeza a la ventana y decido ignorarlo.




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