La brisa marina roza su piel, la arena mantiene su corazón en calma, y el ruido de las olas persisten para mantenerlo en trance. Pero los toques de un palo de madera en su rostro lo terminan despertando.
Soba su cabeza con suavidad, levanta la mirada para ver quién estaba detrás de su despertar. Era una hermosa mujer de cabellos rojizos, por su atuendo de telas delgadas y sucias, debía ser una campesina. Mirando un poco a su al rededor, puede notar que está en la playa al Oeste del Reino. Destacada por ser la única playa sin monstruos en sus mares.
Viendo confundido hacia la mujer, ella parecía realmente preocupada, así que, desde un canasto que traía con ella, consigue sacar un frasco lleno de un líquido rojizo. Una poción curativa, un objeto difícil de conseguir en estos tiempos donde los Aventureros son los únicos que pueden poseerlas.
Quita el corcho con sus manos, y vierte el líquido en la boca del hombre. Sus manos lo toman suavemente del mentón.
«¿Estás bien?» pregunta la mujer.
Ciertamente, al hombre en la arena le llama la atención la informalidad y confianza que le tenía, pues estaba hablando con el mismísimo Rey Lancelot Pendragon.
Es entonces donde lo recuerda. Se levanta exaltado, viendo a los alrededores. Claramente, ya no estaba en la Mazmorra, ni siquiera en la Región del Este, y mucho menos en su Castillo. ¿Qué hacía tirado en una playa?
Pero, por sobre todo, ¿dónde está la Espada Negativa? ¿Todos sus esfuerzos habían sido en vano?
Es por ello que, dejándose llevar por el pánico, agarra con fuerza los hombros de la mujer, bombardeandola de preguntas.
A lo que ella, con total serenidad, le responde con algo que lo deja boquiabierto: «Te responderé lo que quieras, pero cuando hayamos vuelto a casa, cariño».
'Cariño'. 'Cariño'. 'Cariño'.
Es entonces cuando Lancelot se da cuenta de que ya no tenía su larga barba, ni sus músculos marcados, ni su armadura brillante, ni su espada. Estaba, sin duda, vestido como un campesino corriente. Sucio y pobre.
Desesperado, le exige a la mujer que le entregue su identificación.
En este reino, todos los ciudadanos poseen una identificación mágica, un pequeño trozo cuadrado de madera, la cual entrega información esencial de su propietario: Su nombre, su Nivel, sus estadísticas, y su equipamiento actual. Tal y como dice el nombre, esta misma información se actualiza gracias a su avanzado poder mágico.
Si realmente el Rey Lancelot Pendragon estaba en el cuerpo de un campesino, su identificación era la única forma de averiguarlo, y, además, tal parece que esta mujer es su 'esposa', por lo que ella debería tenerlo a mano.
Efectivamente, así es, desde el mismo canasto, hace entrega de la identificación.
Su rostro está horrorizado. Estupefacto. En un estado mental que es incapaz de comprender.
Su nombre ahora, era Orutra, sin apellido, pero eso no era lo que le importaba ahora. Su cara ya no era la del bello hombre de tercera edad, rubio y de ojos azules, sino de la de un mero joven adulto que le crece mal la barba, de largo cabello castaño.
Aquellas estadísticas que poseyó alguna vez se habían desvanecido en la nada. Todos sus esfuerzos en ser el caballero más poderoso del Reino habían desaparecido por completo. Pues, su identificación, estaba repleta con números negativos. Tan negativo estaba que los numerosos 9's no cabían dentro de la tarjeta.
La mujer lo abraza para consolarlo, a pesar de que no sabe lo que debe consolar, pero el Rey, que ya no es Rey, había sucumbido en la desesperación.
Toda su vida se había desvanecido frente a él, y, realmente, incluso prefería la muerte en lugar de lo que estaba sucediendo. Puesto que, no sólo se había vuelto un completo inepto, un inútil, sino que, además, tendría que ver a su Reino sucumbir debido a la falta de un heredero, pues el Rey nunca tuvo tiempo para tener un hijo.
No tardaría mucho en difundirse aquella información y, por tanto, eso llegaría a oídos de aquel máximo enemigo del Reino: El Rey Demonio. Un ser monstruoso que alguna vez fue un Invocado, pero que se dejó llevar por las fuerzas del mal, y ahora las domina, con el único propósito de acabar con el linaje Pendragon y aniquilar todo lo que posea vida.
Dentro de poco tiempo, quizá un año o dos si había suerte, el Rey Demonio dominaría sobre la tierra, y con ello, extinguiría a la humanidad.
Al poco tiempo, Orutra cae por completo entre los brazos de la mujer, habiendo perdido la consciencia por el terror que esto le provocaba.
Ver sucumbir a su Reino, a todo su esfuerzo y el de su familia desvanecerse, era algo que no podía soportar.
Pasan las horas, los días, las semanas, y los meses.
Orutra... Se ha acostumbrado a su vida como campesino.
En realidad, su nuevo hogar estaba bastante lejos de la Región Central, que naturalmente sería el foco de una Guerra, por lo que no tenía mucho de lo que preocuparse. El pueblo estaba lleno por gente amable que entendió su caso de 'amnesia', incluyendo su esposa, Iris, que al parecer tampoco tiene apellido.
Después de todo, el cultivo era de los pocos trabajos en los que sus estadísticas no eran necesarias. "Un poco de buena suerte" pensó.
Un pueblo amable, una esposa que, de haberla conocido en su otra vida, se hubiera convertido en Reina, y un trabajo estable, era lo suficiente para olvidar sus responsabilidades por completo. Porque, todo esto, era el fruto de su trabajo como Rey. Un lugar donde todos puedan vivir en paz.
O al menos, así hubiera sido hasta que, un día, retumbando el ruido de los corceles al violento cabalgar, Orutra tiene que asistir a una reunión en el pueblo.
La gente está asustada. Los que han llegado cabalgando eran los Paladines reales. Y de hecho, Orutra los reconoció, son los mismos Paladines que habían acompañado al Rey en su último viaje.
Y era precisamente por ello por lo que estaban presentes, para dar el anuncio sobre su desaparición.
Editado: 13.01.2021