El Héroe Negativo.

No me pude morir.

La madera se quema.
El aire está seco. Respirar se vuelve lentamente algo imposible. 
Los gritos abundan en toda la Región. 
Madres que pierden a sus hijos e hijos que pierden a sus madres en todas partes.

Y yo no pude hacer nada para evitarlo.

Mis manos tiemblan, no puedo sostener mi espada correctamente. Mis piernas ya no dan más de sí mismas, y poco a poco pierdo la cordura.
No podía hacer nada para cambiar lo que estaba sucediendo.

Al menos, hasta que finalmente lo encontré.

Entre medio de las llamas, él estaba ahí, de pie, con esa sonrisa que sólo los hombres de su tipo podían tener. Una sonrisa de oreja a oreja, llena de carisma y amabilidad, que ahora podía entender como orgullo y descaro. Con su propia espada en mano, dorada hasta el último rincón, y bajo sus propias palabras, bendita con la Magia de Guil.

No pensé claramente mis acciones en el momento. Me moví por reflejo.
Mi espada se abalanza sobre los hombros de aquel Invocado, el cual la bloquea sin ningún problema.
Me mira con esos ojos brillantes, con encanto, pero que ahora, sólo querían ver el mundo arder.
Grito con todas mis fuerzas. Nuestras espadas chocan entre sí una y otra vez. El metal impacta hasta que ambas armas empiezan a quebrantarse.
Saltan chispas entre ambos, viéndonos lentamente rodeados por el fuego.
No importaba lo que hiciese, yo sabía que no tenía la más mínima oportunidad de enfrentarme al hombre que aniquiló a las defensas de mi Reino, pero no podía dejarlo ir. Mi voluntad me exigía enfrentarme a él.

Y, después de todo, estando ambos con la respiración agitada, con nuestras armas al borde de romperse... nos atravesamos el uno al otro.

«¿Valió la pena... Príncipe Lancelot?». Fueron sus únicas palabras, con ironía, el Invocado había aceptado su destino.
«Lo sabía desde el principio...». Respondí. «Sabía que eras un monstruo, los tipos como tú no merecen ser llamados Héroes».

Finalmente ambos caímos de espaldas, teniendo clavada la espada del otro, y que al caer nos atravesó aún más.

Según los Curanderos, el 'Héroe' murió al instante en el que su cuerpo impactó contra el suelo.
Yo sobreviví por muy poco. De una forma u otra, mi cuerpo aguantó lo suficiente y sobreviví. Pero, ¿a qué costo?
El Reino que mi Padre protegió con su vida, consumido por las llamas, con cientos de cadáveres esparcidos en todas partes, a manos del Héroe proveniente de otro mundo, quien supuestamente debía encargarse de erradicar al Rey Demonio.

Orutra ya no puede dar más de sí mismo.
Despierta por la mañana, completamente agitado. A penas puede respirar.
Iris despierta a su lado, no entiende lo que le sucede, pero toma sus manos y lo abraza para calmarlo.
Orutra siente que su corazón está a punto de salirse. Observa su mano derecha, aún puede sentir el mango de su espada cuando era un Príncipe. O, quizás, la Espada Negativa había aparecido en su mano sin que se diese cuenta, siendo atraída por su miedo.
"¿Por qué... por qué ahora...?". Se preguntaba. "Ya no puedo dormir en paz... esta no es la primera vez, y estoy seguro de que no será la última...".
Iris le pide a Orutra que se recueste una vez más, diciéndole que está demasiado tenso, y finalmente preguntándole cómo se siente.
Orutra recupera la calma lentamente. El encanto y amor de Iris lo mantiene aún cuerdo.
Decide no especificar sobre lo que soñó, Iris se queda con una explicación vaga sobre una ciudad ardiendo.

Orutra no pudo reconciliar el sueño.
Se vió obligado a levantarse, haciendo todos sus esfuerzos para no despertar a Iris.
No tenía nada en mente. Orutra no quería pensar nada en concreto.
Decide ir a ver las Misiones antes de si quiera desayunar, es una forma de distracción que poco a poco se le ha hecho costumbre.
"Me pregunto si Pazuzu puede hacer algo para detener esas pesadillas...". De todas formas, la distracción no funciona.
Mientras hacía todos sus esfuerzos por leer, puede oír a los otros Aventureros en el comedor conversar.
Algunos hablan sobre qué tanto tardarán en hacerse ricos, otros hablan sobre los poderosos monstruos que han enfrentado, y otros, que le llaman más la atención a Orutra sobre que últimamente han llegado Caballeros desde la Región Central a reclamarle cosas al Gremio. Hablan sobre que han empezado a hacerse recortes en los recursos: Menores recompensas, menor exportación de comida, y cosas del estilo.
Lo cual lleva a Orutra preguntarse: "¿Qué diablos...? ¿Por qué necesitaría hacer eso? El sistema del Gremio era, cuanto menos, perfecto en todos los sentidos, ¿por qué haría cambios innecesarios como esos?".

Hasta que, llegado cierto momento, Orutra puede sentir como las puertas del Gremio se abren de par en par.
Entran dos hombres con armaduras de plata, dejando sus caballos afuera, y equipados con una espada de dos manos y un arco cada uno. No parecen ser la gran cosa, pero Orutra, siendo el antiguo Rey, por intuición puede notar que son Guerreros de Nivel 30 aproximadamente. No todos pueden permitirse armaduras de plata.

Ambos caballeros se sientan frente a una mesa, en una de las esquinas. A Orutra le llama la atención, normalmente, Guerreros de su calibre se sentarían en el centro del Gremio sin pensarlo, como una forma indirecta de destacar entre los Aventureros más novatos.

«Esto de tener un nuevo Rey es muy complicado...». Dijo uno de ellos, quitándose el casco de su armadura, dejándose ver a un joven rubio de ojos verdes brillantes.
«Sí... normalmente te acostumbras rápido al ser de la misma familia, y los Reyes tampoco suelen vivir mucho, pero Lancelot... Oh Lancelot, ¿qué será de su majestad?». La intuición de Orutra había fallado. El segundo en hablar era más viejo, de cabellos rubios también, pero lleno de canas, con una cicatriz en el ojo derecho. "Sí, su aspecto es demasiado reconocible... Bastardo, sigues con vida".



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En el texto hay: fantasia, comedia, aventura

Editado: 13.01.2021

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