Capítulo 9
En el Inframundo, durante la construcción del nuevo palacio de Satanás.
Aunque perder una piedra de luna hizo que sus planes de ir a Los Cielos se vieran retrasado porque debía recalcular la apertura de un portal contando con menor cantidad de esencia divina, para Satanás resultó también satisfactorio que sus hijos hayan cometido ese error, ya que pudo obligarlos a que construyan el nuevo palacio al darles esa tarea como castigo. Satanás no sabía cómo edificar el que sería el hogar de su amada, de aquel Celestial que no dejaría la pureza de su esencia para existir eternamente a su lado en el Inframundo, por lo que los demonios no podían ser los encargados de esa labor, ya que no debía mancillarse el suelo donde habitaría un ser de luz. Sin embargo, sus hijos, de alguna manera, contenían algo de esencia celestial, más Belial que los otros, por las condiciones en las que fue engendrado, y ese detalle hizo que fueran idóneos para ese trabajo.
Contrario a lo que les advirtió su padre, los cuatro hijos que primero irían a esa alejada zona, al norte de los dominios del embaucador, no se retiraron del actual palacio de inmediato. Cada uno estuvo haciendo lo que le dio la gana, procrastinando o no, pero alargando el tiempo de su partida. Mammon estuvo pasando unas horas con sus cortesanas, ya que estas no podrían ir a visitarlo mientras esté castigado. Leviatán hizo lo mismo, pasar un rato con sus cortesanas, pero dentro de la zona de baño de sus aposentos. Belfegor pretendió hacer lo mismo que sus otros hermanos, pero al final se quedó dormido. Y Belial, él fue a visitar a Belcebú, quien aún no despertaba y estaba bajo el cuidado de las cortesanas designadas para él. Después de unas horas de estar contemplando a la gula, deseando que reaccione, se fue al ala del palacio donde estaban sus aposentos. Sus cortesanas lo esperaban llorando e impacientes porque este las tocara, ya que no lo verían por un largo tiempo, pero el representante de la soberbia no estaba interesado en satisfacer los deseos de las demonias designadas para él por su padre, así que las ahuyentó y se encerró solo, quería reflexionar sobre la última conversación que sostuvo con Satanás.
- Ahora entiendo por qué soy tan diferente a mis hermanos. Resulté siendo mitad Celestial y mitad humano, ya que el lado demoniaco de mi padre no estuvo presente en mi concepción –se decía a sí mismo Belial-. Por eso soy la soberbia, el pecado que hizo que padre sea expulsado de Los Cielos, y supongo que es por su lado Celestial que no siento mayor interés por otros pecados, salvo el de la ira, que está muy relacionado con la soberbia –continuaba Belial en su monólogo, recordando pasajes de su existencia, los cuales le hicieron notar que la avaricia, gula, pereza, envidia y lujuria no habían sido sus pecados, ya que nunca había deseado todo para él, absorbiéndolo de tal manera que sea incapaz de compartirlo con otros, así como no gusta de descansar si tiene algo pendiente por hacer, y sobre follar, pues, no es algo que le desagrade, pero tampoco que esté pensando en ello todo el tiempo, como en ese momento, que sabe que no verá a sus consortes por meses, quizás años, pero eso no le preocupaba o inquietaba.
»¿Padre hablaba en serio? ¿Me permitirá permanecer entre los humanos y sobrenaturales para encontrar a quien debió nacer para mí? –se preguntaba a sí mismo Belial-. ¿Y qué sucede si ella ya no está entre los vivos? Yo existo hace muchos milenios, así que, quizás, ella pudo llegar antes de que tuviera esta oportunidad, y ya no está andando por La Tierra. No, espera, no seas tonto, Belial, recuerda que los humanos encarnan varias veces, ya que en una sola vida no basta para elevar el espíritu –eso último sirvió para animarlo-. Entonces, ayudaré en todo lo que sea necesario para que padre recupere a su predestinada, así yo tendré una oportunidad para ir en busca de la mía».
Cuando estuvieron listos para partir del palacio hacia donde purgarían su castigo, demonios de alto rango, como generales de legiones y consejeros de Satanás, estuvieron esperándolos a las afueras del palacio. Y dicha comitiva, que no precisamente buscaba despedirse amorosamente de los hijos castigados, era liderada por Asmodeo, la lujuria, que estuvo ocupado retorciéndose en la cama con su madre, la pecadora Lilith, cuando ocurrió la incursión de los espías sobrenaturales, por lo que pudo librarse del correctivo impuesto por Satanás.
- Lamento mucho el castigo que padre les ha consignado, queridos hermanos –dijo Asmodeo mientras mostraba una sonrisa socarrona.
- ¿Acaso nos vas a extrañar? –preguntó Mammon con ironía-. Yo creo que sí, ya que, al ser el único hijo en el palacio, padre estará pendiente de ti, por lo que no tendrás tiempo para estar embistiendo a nuestra madre por cualquier rincón, maldito pervertido –agregó la avaricia, y la lujuria ensombreció su faz.
- Como pasarán muchas lunas hasta que volvamos a verlos, los generales y consejeros me acompañan para despedirlos. Ah, miren, no son los únicos –decía Asmodeo mientras cientos de demonios guerreros y de menor rango empezaron a acumularse a las afueras del palacio-. Creo que están aquí porque son muy queridos y apreciados –volvió Asmodeo a utilizar la ironía como arma.
- ¿Podremos contra todos? –preguntó Leviatán a Belfegor, quien estaba a su costado, manteniéndose atento, ya que la pereza reconoció que todos esos no los querían despedir con besos y abrazos.
- Tendremos que poder, sino nuestro castigo tendrá que ser aplazado mientras nos recuperamos de las heridas que todos esos desean prodigarnos –respondió la pereza a la par que empezaba a calentar el cuerpo dando pequeños y constantes saltitos en su sitio.
- Asmodeo, retira a todos los que te siguen –soltó Belial en completa calma.
- Creo que olvidaste usar las palabras mágicas, hermanito. Recuerda que padre les quitó todo cargo y jerarquía, por lo que ahora son menos que la mierda que puedo aplastar cuando camino –arremetió Asmodeo con completa malicia.
- Muy digno de ti, pisar la mierda para andar por todos lados apestando a ella –respondió Belial sin modificar ni un solo músculo de su rostro, luciendo más bello aún de lo que ya era-. Eso me explica el por qué te gusta cagar donde comes. Ahora retira a todos los que te siguen, que mis hermanos y yo debemos partir a cumplir la voluntad de padre.
- Pero qué atrevido eres, Belial. ¿Acaso crees que no soy capaz de dañar tu linda carita? –amenazó Asmodeo.
- Sí que eres imbécil –soltó Belial manteniendo la frialdad en su expresión facial-. Padre nos quitó cargo y jerarquía, pero no poder –y tras la soberbia decir esas palabras, dejó su forma humana para adoptar la demoniaca, una que en verdad era su forma celestial, haciéndolo el más poderoso de los hijos de Satanás, después de Amón, la ira. En su forma humana, Belial era un hermoso pelirrojo de grandes ojos azul grisáceo; piel y perfil perfectos; algo andrógino su rostro, pero muy masculino su cuerpo al tener una espalda muy amplia, pecho y abdomen fuerte y marcado. Y cuando cambiaba a su forma celestial, esos cabellos parecían fuego capaz de quemarte y su piel se convertía en una armadura negra inquebrantable. De movimientos ligeros, pero con fuerza descomunal. Fue el que mejor batalla dio a los felinos, aunque también fue derrotado.