El Híbrido

Capítulo 18

En la sexta dimensión, tras el arribo de los sobrenaturales al campo de batalla.

A los felinos y brujos no les tomó más que unos cuantos minutos trasladar a todos los guerreros sobrenaturales que pelearían contras las huestes de Satanás. Al provenir de diferentes partes del planeta, Stefan no había contabilizado el tamaño de los ejércitos que iba a liderar, por lo que contemplar desde lo alto de una loma la formación de quienes llegaron al campo de batalla para defender la decisión tomada por los vampiros y la unificación de los pueblos sobrenaturales, lo llenó de motivación y esperanza de que la victoria les sonreiría. De las treinta y cinco manadas estaban listos para el combate más de quinientos mil guerreros licántropos, número que los felinos triplicaban al haber aumentado su población considerablemente durante el tiempo que se mantuvieron ocultos. Los vampiros, todos sin excepción, hasta aquellos que no habían alcanzado la edad de destino, habían llegado para defender el cambio que querían para sus existencias, dejando el mensaje bien claro de que nunca más volverían a ser engañados por quien nunca tuvo el suficiente poder para ofrecerles todas las grandezas que dijo que entregaría a cambio de sus almas. Los brujos y hadas, aunque no eran pueblos guerreros, habían aceptado acompañar a los guerreros para auxiliarlos con sus hechizos y magia, aunque todas las hadas de fuego, hasta aquellas que aún eran unos niños, como los hijos de Ninay e Illapa, estaban preparadas para brillar en la batalla, ya que el elemento que dominaban serviría más para hacer retroceder a sus oponentes que para auxiliar a los guerreros de La Nueva Alianza. Haldir y Elrond, los únicos representantes del pueblo de los elfos, guiaban a un grupo de guerreros Höller que ayudaron a mover los enormes contenedores con cientos de miles de flechas con punta de piedra de luna. Padre e hijo esperaban que las que cargaron hasta ese novedoso lugar sean suficientes para el ataque contra orcos mejorados, sin embargo, contaban con el hechizo que los brujos soltaron sobre las armas mágicas, uno que haría que estas regresen hacia la mano de quien la disparó.

La presencia de Amelia y Viktor avivó el júbilo entre aquellos que pelearían hasta dejar sus vidas en el campo de batalla con tal de alcanzar la victoria, una que deseaban fervientemente porque significaba que podrían vivir en paz hasta que llegue el momento de que El Hijo retorne a La Tierra. Al llegar Wang Qiang, el Señor Felino, lo hizo acompañado de Diana Tizoc, su compañera eterna, una humana muy especial que había nacido con el don de liberar del yugo de los magos oscuros a los Caídos, aquellos que, tras ser expulsados de Los Cielos por seguir las mentiras de Luzbel, se arrepintieron de su falta. Diana, al ver a Amelia y Viktor, corrió hacia ellos para rendirles sus saludos.

  • Diosa Amelia, es un placer volverla a ver después de tantos años –saludó Diana mientras acompañaba sus palabras con una venia.
  • Querida Diana, qué gusto me da tenerte con nosotros –respondió Amelia. La hija de la Madre Luna dejó su posición al lado de su hijo para ayudar a Diana a erguirse y proceder a darle un abrazo que la humana aceptó con alegría. Tras dejar el cálido saludo que Amelia entregó, la especial humana saludó a Viktor.
  • Joven dios, gracias por venir a acompañar a los guerreros, aunque sé por mi amado Qiang que no gustas de la guerra. Con mayor razón agradezco este detalle que tienes con quienes te seguimos y reconocemos como representante del Dios Supremo entre los sobrenaturales –Diana estaba a punto de hacer una venia, pero Viktor la detendría.
  • Tía Diana, por favor, somos familia, deja la formalidad –pidió el joven dios con una sonrisa para la compañera del Señor Felino. Para Viktor, como para Viktoria, los amigos de sus padres encarnados eran parte de la familia, por lo que les entregaron el título de tíos.
  • Está bien, pequeño Vik –soltó Diana con una voz sigilosa, tratando de no dejar en obviedad la confianza que existía entre ella y el joven dios enfrente de todos los sobrenaturales.
  • Diana, me alegra mucho ver que nos acompañas –se escuchó la voz de Stefan saludando, quien llegaba al lado de Qiang, el Señor Felino.
  • Alfa Höller, Comandante General de los Ejércitos Sobrenaturales, estoy aquí junto a mis cinco protectores para ayudar en lo que pueda a la causa –dijo Diana haciendo un saludo militar que a todos hizo sonreír.
  • Gracias, Diana, como a tus cinco protectores. Vamos a necesitar toda la ayuda posible, ya que con Satanás nunca se sabe.

Stefan acababa de hablar, cuando se escucharon las trompetas de las legiones del Inframundo. Cinco enormes portales dejaron ver el paso de los hijos de Satanás encabezando la marcha de sesenta y cinco Caídos, y detrás de ellos, magos oscuros que guiaban el paso de millones de orcos mejorados.

  • ¿Sesenta y cinco Caídos en las filas de Satanás? ¡Eso no es posible! –soltó Diana indignada-. Del total de Caídos, solo treinta permanecen al lado del embaucador desde aquellos tiempos en que fueron expulsados de Los Cielos, por lo que los otros treinta y cinco están sometidos por los magos oscuros.
  • ¿Podrás ayudarnos a liberar a los esclavizados? De seguro están siendo obligados a participar de esta batalla –preguntó Stefan. Diana no respondió hasta unos segundos después, ya que estaba atendiendo los comentarios que hacían sus cinco protectores.
  • Efectivamente, esos treinta y cinco Caídos están aquí contra su voluntad. Con la ayuda de los felinos, mis protectores y yo liberaremos a quienes han venido obligados a este campo de batalla.




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