Capítulo 22
Entre el Inframundo y La Tierra, ultimando detalles.
Al ver alejarse a los dioses mellizos, Leviatán, Belcebú y Belfegor no perdieron el tiempo y cargaron en brazos a Mammon, Amón y Asmodeo, quienes lucían muy mal al haber sufrido graves lesiones, y anunciaron la retirada a los pocos demonios que aún quedaban en la sexta dimensión. Los sobrenaturales no impidieron la huida de los moradores del Inframundo del campo de batalla, ya que estaban agradeciendo y festejando el despertar de Stefan, la resurrección de su Comandante General al compartir Amelia su esencia divina con su amado licántropo. Ya en los dominios del embaucador, los tres hijos de Satanás que salieron ilesos empezaron a preocuparse por Belial. Viktoria, la diosa guerrera, guardiana de la ira y tristeza del Dios Supremo, había ido a Los Cielos siguiendo los pasos del señor del Inframundo, quien estaba siendo acompañado por la soberbia, por lo que la envidia, la gula y la pereza temieron que Belial haya resultado herido de gravedad, de la misma manera que terminaron la avaricia y la ira, ante un muy probable enfrentamiento contra la joven diosa.
A Belfegor se le ocurrió que entre los manuscritos que su padre guardaba podrían encontrar algún hechizo que les permita comunicarse con Belial y ponerlo en alerta, pero al llegar a esa especie de biblioteca donde su padre organizaba los escritos que él mismo preparó sobre sus conocimientos como Celestial, se dieron cuenta que la misión de dar con aquello que les ayudaría en su propósito podría tomarles demasiado tiempo al haber miles de miles de manuscritos. Y no se equivocaron, ya que en plena faena de hallar lo que buscaban, fueron alertados de la presencia de Viktor y Viktoria en el Inframundo, caminando hacia el palacio, trayendo consigo a un demonio que muchos habían olvidado que existía.
Los dioses mellizos ingresaron a los dominios de Satanás en secreto, llegando primero a donde se encontraba el domo conteniendo magia élfica, lugar que sería el nuevo hogar de Luzbel. La recomendación de Viktor al líder de los Caídos, de no dejar ese mágico espacio si quería sobrevivir, se complementó con la amenaza de Viktoria, ya que la joven diosa fue más directa que su hermano, y le garantizó al serafín exiliado de Los Cielos que, si no moría a manos de los demonios al desobedecer lo indicado por el joven dios, lo haría en las de ella. Tras alejarse de ese lugar especial y único en el Inframundo, uno que Lucifer no recordaría que existía al borrar Viktor de la memoria del demonio toda información sobre este, los jóvenes dioses llegaron al Palacio del Inframundo. Sin prestar atención de las miradas que recibían, caminaron por el área de ingreso de aquella majestuosa, pero tétrica construcción, y cruzaron la puerta principal hacia el interior del palacio, aunque no habían sido invitados a hacerlo. Ambos dioses avanzaban sin mostrar duda sobre hacia dónde debían ir, como si conocieran cada uno de los rincones de aquel espacio que por primera vez recorrían, pero que la omnisciencia les permitía conocer muy bien. En pleno desarrollo de su andar, se detuvieron al saber que a solo unos metros se encontraban los tres hijos de Satanás que habían regresado de la sexta dimensión por sus propios medios y conservando la consciencia.
- Gracias por darnos el alcance –se escuchó decir a Viktor, quien sonreía amablemente. Viktoria miraba a su hermano con cara de pocos amigos, ya que a la joven diosa le molestaba que fuera tan condescendiente con esos pecadores, hijos de Satanás-. Estamos aquí para dejar a Lucifer –la envidia, la gula y la pereza miraron al demonio que ambos dioses sostenían tomándolo de los brazos, y al no reconocerlo, miraron con inocente duda a los representantes del Dios Supremo entre los sobrenaturales.
- ¿Acaso no reconocen a su padre? –preguntó con fastidio Viktoria. El asombro en la cara de los tres Príncipes del Inframundo se manifestó en tal alto grado que la joven diosa mostró su desagrado rodando los ojos al tener que explicarles la situación-. Aunque no lo crean, este, que está aquí, es su padre, al menos en un 50 %. Satanás es la unificación de Luzbel y Lucifer, Celestial y demonio que son doppelgänger, dobles perfectos, uno representante de la luz, y el otro de la oscuridad.
- ¿Doppelgänger? –preguntó Belfegor rascándose la cabeza al no entender lo que la joven diosa explicó.
- Cada Celestial tiene una versión demoniaca que vaga por alguna parte del universo, que es el plano o dimensión donde se refugió lo maligno que fue erradicado de Los Cielos, ya que donde habita el Dios Supremo no puede haber oscuridad. Lucifer es la versión demonio de Luzbel, el Celestial, y cuando se encontraron en La Tierra al ser el segundo exiliado de Los Cielos, decidieron unirse, convirtiéndose en Satanás, aquel ser que podía controlar la materia, por lo que pudo hacerse de un cuerpo físico que le permitió mezclarse entre los humanos para sembrar el pecado y tener hijos con la inmortal Lilith –complementó Viktor la explicación que diera su hermana.
- ¿Y por qué está solo Lucifer? ¿Qué sucedió con Luzbel? –preguntó Leviatán.
- Luzbel, sufriendo porque se enteró que se ha quedado sin predestinada, decidió dejar la unidad con Lucifer y alejarse de todo lo que ha creado junto a él en el Inframundo. Ahora se encuentra en un lugar seguro, alejado de todos los demonios –continuó explicando Viktor-. No se preocupen por él, que está bien. Sobre Lucifer, sepan que él era el líder de los demonios antes de toparse con su doppelgänger, así que lo dejamos con ustedes –dicho esto por Viktor, Viktoria lanzó de un movimiento brusco al demonio Lucifer hacia donde estaban los príncipes, cayendo una de las mitades de lo que fue Satanás a los pies de la envidia, la gula y la pereza.
- ¿Padre? –preguntaron los tres príncipes al unísono, mirando con asombro y duda a Lucifer.
- Sí, soy su padre, al menos la parte demoniaca de la que provienen. El cobarde de Luzbel rompió nuestro trato. ¡Todo por una mujer! –dijo Lucifer irguiéndose enfrente de sus hijos-. Como no tengo el poder celestial del líder de los Caídos, tendrán que ayudarme en el gobierno del Inframundo y la dispersión del pecado entre los humanos, ya que no poseo el poder de teletransportación y no puedo materializarme en ninguna dimensión que no sea esta, cosa que ustedes sí pueden hacer al ser mitad humanos inmortales. Ha llegado el momento en que ustedes, mis hijos, se hagan responsables cada uno de una parte de esta dimensión –Leviatán, Belcebú y Belfegor miraban extrañados y desconfiados a Lucifer-. ¿Por qué esas caras? ¿Acaso no me creen?
- Pues, no. No en vano te llaman “el embaucador” –soltó Belfegor con inocente frescura que a Viktoria causó mucha gracia, y la joven diosa empezó a lanzar sonoras carcajadas que molestaron a Lucifer porque estaba quedando en ridículo.
- ¡Niño, ¿qué parte de que necesito de ustedes no has entendido?! –exclamó molesto Lucifer-. Cada uno de los seis asumirán la responsabilidad de una zona del Inframundo, ya que he perdido gran parte del poder que tenía al lado de Luzbel, siendo Satanás.
- ¿De los seis? –preguntó Leviatán temiendo que algo muy malo le haya sucedido a Belial.
- Belial no regresará al Inframundo –respondió Viktor de inmediato-. Su hermano ha dejado de ser la soberbia. Ese título recae nuevamente en Lucifer –dicho eso por el joven Dios, el demonio se retorció al aparecer sobre su frente una marca en lengua Celestial que se encendió como fuego, pero luego se hizo invisible a los ojos de cualquier ser que no provenga de Los Cielos.
- ¿Acaso no volveremos a saber de nuestro hermano? –preguntó angustiado Belfegor, cuyo lazo de hermandad con Belial era más fuerte que con el resto de hijos de Satanás.
- No, no lo volverán a ver –ahora era Viktoria quien habló tajantemente-. Él siempre ha sido diferente a ustedes, un ser único que nació y creció en el Inframundo por culpa de sus progenitores. Sin embargo, Nuestro Padre lo ha recompensado permitiéndole habitar en La Tierra, alejado del mundo de los demonios, esperando por su predestinada.