El hielo de la reina

22. El designio

En los espejos cambió la imagen que se podía ver en ellos. Ahora, desde una perspectiva diferente, mostró como la sirviente de Orddon Pork le había dado la joya al guardia, que siempre había tenido en su poder y cuando fue a requisar a Hercus, había hecho parecer que él tenía, para luego enseñar la parte en que el noble realizaba el juicio al plebeyo.

Hercus, los pueblerinos de Honor y todos los ciudadanos de Glories contemplaron la escena a color y con lo que habían dicho. Orddon Pork quedó perplejo con lo que había visto. Además, se pudieron apreciar a los dos inmensos leones de melena blanca, con la bandada de aves rapaces reales.

—Aquel que vuelva a usar mi nombre en un veredicto lleno de mentiras. Morirá… Yo soy la corte, la justicia y la verdad. Mi palabra es la ley y no pueden usarle para tales fines —dijo la reina, después de haber mostrado la evidencia en cada rincón de su nación—. A los nobles y a todo mi pueblo, que le quede claro. Este el nuevo designio del juicio. Hercus de Glories es inocente de lo que se le acusa y está libre de toda culpa. Por otra parte…

—¡Lo siento! ¡Lo siento! ¡Lo siento, su majestad! —exclamó Orddon Pork, arrestándose por el suelo para llegar a donde la reina de hielo, custodiada por el grupo de guardias. Sus sirvientes se le unieron en una plegaria repleta de sufrimiento—. Por favor, mi gran señora. Perdóneme, mi reina.

—Me has ofendido tres veces en este día. Has llamado a mi nombre en vano. Lo has utilizado para dar un dictamen manchado por falsas acusaciones y te has atrevido a mentirle a tu soberana… Es claro, que merece el peor castigo. Pero ha de saber que no es solo para ti.

De la mano de Orddon Pork brilló su símbolo de copo de nieve azul y flotó en el aire, mostrando sus datos personales. Hercus, gracias a las enseñanzas de Heris pudo leer la información sin ningún problema.

—Los miembros de su familia perderán su apellido, su título y estarán condenados al exilio. Ya no serán bienvenidos en este reino —dijo la reina. Sa mantenía al resguardo de su guardia que, con sus escudos levantados, no dejaban verle la cara. Entonces, el grabado en la marca de copo nieve azul se fueron borrando y el mismo sello desapareció en el aire, como polvo de escarcha regada por el viento.

Orddon Pork, cayó en el suelo, asfixiándose y siendo quemado por en sus entrañas. Sin su marca, era como estar siendo ahogado y encendido en llamas desde adentro. Así pasó en la ciudad real, con los otros miembros de la familia. Cada uno de los miembros de la casa Pork, cayeron al suelo, como convulsionando del dolor y quedaron inconscientes por el sufrimiento, salvo Orddon, porque así lo dispuso la reina Hileane. Era más, si ello lo quería, nada más con el hecho de quitarle el símbolo podría matarlos, pero necesitaba un castigo ejemplar.

El noble, varios minutos después, con el poco aliento que le quedaba, se puso de pie de manera errática. Temblaba, el mundo le daba vuelta. Se estaba quemando en su interior y en la cabeza parecía que le hubiera dando un hachazo que le hubiera roto el cráneo.

—Y todos los que han participado en esta falsa, serán ejecutados… Lady Zelara. —dijo su alteza real de manera inexorable—. Ejecute a estos parias. Su sola presencia es molesta.

—Como ordene, su majestad —dijo Lady Zelara, haciendo una reverencia.

—No… No… No. Yo no voy a morir. —dijo el noble, trastornado y abrumado.

Orddon Pork intentó escapar. Caminaba como un borracho sin poder mantenerse estable al andar. Una corriente de brisa escarchada emergió de la ubicación de su majestad. Se percató de ese brillo mágico que lo perseguía. Pero que lo alcanzaba rápido, ya que él era muy lento y ni siquiera podía correr. Se cayó, del miedo, en donde se había formado el charco que habían provocado sus guardias al echarle agua a Hercus, para burlarse de él. La nieve había caído con más frecuencia en esa parte y se había derretido de manera rápida e inusual, haciendo que se volviera crear. Se arrastró como un cerdo, hasta que pudo levantarse. Sus elegantes vestiduras nuevas se ensuciaron de lodo. El hombre, atemorizado al ver esa nube resplandeciente que venía hacia él, se protegió. Mas, apenas lo tocó, se convirtió en una estatua congelada, al igual que sus sirvientes.

—Ahora, cada quien vaya a su casa y no salga. Desde esta noche ya no verán el sol y por los días siguientes, mi hielo caerá de los cielos. Busquen refugio. Nada las pasará si se mantienen cubiertos —dijo su majestad.

Las personas volvieron a agachar sus cabezas. La guardia real se replegó con imponencia, resonando sus pasos en la tierra. Eran como una manada de toros al andar.

—Ofrezcan reverencia a su alteza real —dijo Lady Zelara en viva voz—. ¡Larga vida a la reina!

—¡Larga vida a la reina! ¡Larga vida a la reina…!

Hercus se mantenía todavía impresionado y anonado por lo que había sucedido. Estaba a punto de morir. Pero su majestad había aparecido en medio del pueblo para realizar un nuevo juicio y había mostrado la evidencia de que era inocente de lo que se le acusaba. Sus músculos fueron derritiendo de la escarcha y rigidez que tenía, debido a tener a su majestad tan cerca. Con un fuerte viento, similar a como había llegado, ella desapareció con los animales y con una parte de la guardia real. Otra se quedó para guiar las carrozas con el tributo, ya que el Maestre estaba muerto y también su sirviente, por lo que ya no había nadie que se ocupara de esa tarea.

Los pueblerinos se fueron colocando de pie, en silencio y asustados. Contemplaron las petrificaciones humanas, todas blancas que, ahora, adornaban las calles de Honor. Además de que había pedazos de piedra congelada, debido a los que se habían quebrado. Los vendedores empezaron empacar sus cosas, para refugiarse en sus chozas. Incluso al frente de la muralla y dentro de la ciudad real, todos empezaron a prepararse.

Hercus fue abrazado por su madre, su padre y su hermano, para revisar que estuviera bien. Pero él recogió a Heos, que había sido mordido, y lo cargó en sus brazos para llevarlo a la casa. La gente de Honor, aún asimilaba lo que había ocurrido. En verdad la reina daba miedo. Esa bruja de hielo era demasiado aterradora y espeluznante. Zack y sus hermanos, así como Lysandra estaban serios. Por poco decapitan a Hercus. Pero su alteza había terminado salvándolo y dándole muerte a un noble.



#75 en Fantasía
#167 en Otros
#30 en Acción

En el texto hay: romance, drama, realeza

Editado: 29.06.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.