Hercus moldeó una sonrisa de satisfacción. Años de deseo por hablar con su majestad y por fin había podido conversar con ella, sin que estuviera en una posición lamentable, como ser acusado de ser u ladrón, si no, como el vencedor de una competencia. Apretó el puño y los juegos de la gloria continuaron. Lo siguiente fue una prueba de fuerza. Con un yugo de los que se utilizaban para transportar agua, los participantes se lo colocaron sobre los hombros. Pero en lugar de cargar líquido, la reina hacía aparecer pesados pedazos de piedra congelada, la cual se iba haciendo más grande cuando acabara el tiempo en un reloj de arena. Cada vez los participantes iban cediendo ante el peso de los témpanos. Había gruñidos ante el malestar de sostener tal cosa. Sus cuellos les dolían. Al avanzar los minutos, el coliseo fue quedando con pocos competidores, hasta que quedaron los más fuertes, grandes y fornidos. A excepción de Hercus, que a pesar de su contextura esbelta y agraciada no caía ante la dificultad. Una de sus habilidades sobresalientes era su fuerza sobrehumana, como si los mismos espíritus lo hubieran dado tal virtud, que había desarrollado aún más con sus entrenamientos.
El gigante Axes, el fornido de Hams y otros caballeros corpulentos lograron mantenerse en pie. Mas, el peso de los bloques gélidos llegó a ser imposible de cargar. Fueron dejando caer su yugo el suelo, que parecía hacer temblar la tierra. Hams perdió y Axes quedó con Hercus. Los espectadores no entendían como alguien de una figura más delgada y bajo que los otros, tuvieran tanta fuerza. No solo era veloz y hermoso, sino que destacaba en su tenacidad.
Hercus había vuelto su cuerpo un arma de guerra. Desde siempre había contenido para no lastimar ni herir a sus hermanos de Honor. Pero al fin podía mostrar sus atributos, sin necesidad de limitarse un poco.
Las chicas de la nobleza y las plebeyas, se sintieron más encantadas por aquel competidor que se robaba las miradas. Además que, le había dado un ramo de flores a la reina. Aunque no tuviera un apellido o fuera de una ilustre casa, ellas lo querían desposar. Hercus, se mantuvo en pie, luego de que Axes exclamara de modo terrible al no poder aguantar el peso del yugo y los témpanos de hielo.
—El ganador es Hercus de Glories. De marca negra. Es el más fuerte —dijo el pregonero, repitiendo su discurso.
La imagen de Hercus apareció en todos los espejos de cada reino y tribu de Grandlia, llamando la atención de los espectadores, no solo por su atractivo físico, sino por dos triunfos consecutivos y por su desempeño en las competencias. Hercus se acercó al lugar de la reina y le hizo reverencia. Esta prueba de resistencia tomó muchas horas. El sol de tintes naranjados se empezaba a esconder. Así dio fin el primer día de los juegos de la gloria. En la noche, los participantes fueron invitados a un banquete para ellos, con los otros nobles y la realeza.
Hercus y su grupo fue marginado e ignorado en una esquina del gran salón. Sus compañeros bebían y comían de los aperitivos. Pero ni la reina ni la princesa se presen. Usaba el primer atuendo que Heris le había preparado. Su esposa había arreglado para él cada atuendo. Tocó el anillo de bodas en su bolsillo y luego acercó a su nariz el pañuelo con el que se habían casado. Era el principio y había mucho por hacer. Al día siguiente, en las siguientes competencias, se hicieron lanzar una bola pesada cristal. Aquel que la hiciera llegar más lejos sería el vencedor. Hercus fue el vencedor, así como en la prueba similar de arrojar la lanza. Hubo otra carrera dentro del coliseo, para conocer al más rápido.
—El ganador es Hercus de Glories. De marca negra. —dijo el pregonero, al finalizar cada competencia los espejos lo transmitían a él. Hercus, siempre iba frente al puesto de su majestad que estaba en un sitio más alto y le ofrecía respeto, para dedicarle sus triunfos.
Los nobles murmuraban entre ellos y hacían malos gestos contra Hercus y los plebeyos. Era imperdonable que un campesino estuviera ganando toda la gloria y el honor del triunfo de los juegos. Avergonzaba a los caballeros, nobles de casta baja, pero nobles, al fin y al cabo. No podían seguir permitiendo tal acto dominación de parte del granjero. Antes esta incomodidad, la reina dividió cada competencia entre hombres y mujeres, y que al final de los dos ganadores se enfrentaran para conocer al gran vencedor. En los días siguientes llegó el tiro con arco. Entre ellos destacaban el reino del oeste, reino que se dedicaba en especial al arco y flecha. Era el arte por excelente del país, que practicaban desde niños. En una parte del coliseo, seguida por su grupo de guardia estaba una princesa que no caminaba por el suelo, sino que flotaba sin tocar la tierra. Los custodios sujetaban banderas y escudos con el estandarte de una ráfaga de viento.
Hercus divisó a la mujer de gran porte, más alta y esbelta que hombres y mujeres por igual. Tal como la misma reina que era más grande que todos. Llevaba puesto un magnífico vestido dorado. El cabello, era de color blanco y abundante, y no paraba de moverse, como si fuera una humarada. Tenía una tiara plateada sobre su cabeza. Aquella princesa era de piel caucásica. Hercus la estaba observando y por un momento, la princesa Lisene Wind dirigió su mirada hacia él. Ella tenía los ojos casi todo de blancos, salvo por el pequeño punto negro en medio. Su mirada resplandecía de magia y se notaba joven. El viento mismo la arropaban, como protegiéndola y sirviéndola. En su espalda tenía un carcaj con flechas rematadas con pluma de ganso. Sus brazos estaban protegidos por guantes. Aquella princesa era hermosa y verla directo, le causó una sensación de fresca. Era una bruja de la profecía, con atributos de viento. Destacaba en silueta y belleza entre las nobles.
—La princesa Lisene de la casa Wind del reino de Aerionis, la ciudad flotante del oeste participará en tiro con arco.
Editado: 16.07.2024