El Hielo entre nosotros

10.

Capitulo 10

POV Anya

El vestido nuevo estaba… malditamente perfecto.

Color borgoña profundo, como si un atardecer se hubiera fundido con vino caro. Ceñido en la cintura, fluido en las piernas, con una abertura lateral que no me atrevía a mirar mucho porque me daba ganas de esconderme. Tenía un escote discreto, pero suficiente para que Max se parara en la puerta con los ojos desorbitados.

—¿Eso te lo pusiste tú? —preguntó como si no entendiera cómo funcionaba el universo.

—No, Max. Me lo puse por control remoto desde otra dimensión —dije girando sobre los talones con toda la gracia que podía fingir.

—¡Qué bruja tan elegante! —exclamó, llevándose la mano al pecho dramáticamente—. No puedo creer que estuvieras a punto de irte al prom vestida de cortina antigua.

—Una cortina con sentimientos —dije, cruzándome de brazos—. Gracias por salvarme.

—Te lo dije: vine a hacerte brillar.

Nos miramos un segundo. Hubo un silencio raro. No incómodo. Solo… sincero.

—Estoy feliz de que estés aquí —le dije—. Pero también debo decirte que me ha costado mucho arreglar las cosas con Lev.

Max levantó la mano como si quisiera bloquear la frase antes de que terminara.

—Odio a ese mocoso engreído.

—Max…

—Pero trataré de hacer silencio —dijo, alzando la otra mano como en juramento—. Lo prometo.

Suspiré.

—Siento que esa promesa no va a durar mucho.

—Porque a la primera indiferencia que vea que te haga —respondió él, completamente serio— voy a golpearlo. Nadie hace llorar a mi bollito de azúcar.

—Te odio —gruñí, aunque no pude evitar reírme—. Y odio ese apodo ridículo.

—Estás preciosa. Ven, abraza a papá.

Rodé los ojos, pero fui. Me abrazó con fuerza, como si quisiera meter años de disculpas en un solo apretón.

—Gracias por salvarme del crimen estético que estaba a punto de cometer —murmuré.

—Siempre —dijo—. Ahora, quiero verte salir de aquí con Kai.

—Voy a salir con Lev —respondí, girándome hacia la puerta con una sonrisa torcida—. Si quieres algo de mí, te puedo dar una foto con Kai. Pero nada más.

—Bueno… —suspiró—. Al menos va a cuidarte. Por si algo sale mal.

—No va a salir mal, Max —dije, más para mí que para él.

Y entonces salí.

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POV Claire

Me acomodé el vestido por enésima vez. No porque estuviera mal puesto, sino porque necesitaba hacer algo con las manos para no llorar como una idiota.

Dimitri estaba ajustando la cámara. Luci daba vueltas con su vestido increíble —negro, con detalles plateados como un cielo estrellado— y unas botas que gritaban “reina del hielo con actitud”. Y ahí estaba Max… de pie como un centinela cínico al que nadie había invitado pero todos sabíamos que tenía que estar.

—Ya están tardando —murmuró, mirando hacia arriba.

—Relájate —le dije—. Es su noche.

—Precisamente por eso estoy tenso —refunfuñó.

Y entonces… la vimos.

Anya apareció en lo alto de las escaleras.

El aire cambió. Como si el universo decidiera pausar un segundo y rendirse ante su presencia.

El vestido borgoña fluía con cada paso. Su expresión era serena, decidida. Hermosa. Demasiado grande ya para mis brazos, pero tan mía como siempre.

—Dios… —susurré, llevándome una mano al pecho—. Mis tres niños ya no son tan niños.

—Son adultos —dijo Dimitri, con voz suave.

—¿Tocará hacer otro bebé? —bromeó, sin apartar la vista de la cámara.

—¡Ni se te ocurra! —dije, entre lágrimas y risas.

Max bufó.

—Odio esta familia disfuncional. Somos un espanto.

Y entonces miró a Lev, que esperaba junto a la puerta como si fuera el chico del cartel de una película de romance peligroso.

Lo señaló con un dedo acusador.

—Te ahorcaré con la corbata si mi hija no tiene una noche memorable. Arruinó su prom por el tuyo, imbécil.

—Baja la mano, Max —le dije, sin siquiera mirarlo—. Y si no te callas, la que te va a ahorcar con la corbata soy yo.

Anya, que ya bajaba con paso firme, se interpuso entre los dos.

—Ya basta —dijo, seria, sin perder la elegancia.

Se acercó a Lev. Lo miró a los ojos. Él no dijo nada, solo le extendió la mano.

—¿Nos vamos? —preguntó ella.

Lev asintió. La tomó con calma, con respeto. Como si supiera exactamente lo que tenía en las manos.

—¡Anya! —interrumpió Max—. ¡Lo que me prometiste! La foto con Kai. No quiero a Lev en el álbum de mi casa. Ni en mi Instagram. Ni en mi campo visual, si se puede.

—Dios… —gruñó Anya, soltando a Lev—. Son todos insoportables.

Se giró hacia Kai, que ya estaba posando sin saber si sonreír o pedir auxilio.

—No creo que esto sea una buena idea —dijo él, mirando a Lev con ojos de víctima en documental de supervivencia.

—Tranquilo —dijo Anya, sonriendo mientras le halaba suavemente el cabello—. Solo una foto. Intenta no temblar.

Lev los miró como si Kai fuera un mosquito con chaqueta.

—Tranquilo —le dijo Luci, alzando una ceja—. Es inofensivo.

—Esos son los más peligrosos —murmuró Lev, sin quitarle los ojos de encima.

—¿Estás celoso? —preguntó Luci, encantada con el drama.

—Para nada —dijo Lev, seco como hielo recién pulido—. Los celos son para gente estúpida.

Max tomó la foto. Una sola. Rápida. Con cara de funeral.

—Listo —dijo, guardando el móvil como si acabara de cumplir con un trato con el diablo—. Ahora que se larguen todos.

Y salieron.

Lev y Anya de la mano. Kai respirando aliviado. Luci desfilando como si pisara la alfombra roja. Dimitri enfocando, capturando. Yo… llorando discretamente.

Y Max, resoplando, pero sin irse.

Porque claro. Aunque le cueste admitirlo…

No hay nada que quiera más que verla feliz.

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La limusina blanca esperaba frente a la casa con las luces encendidas como si fuera un desfile real. Tan fuera de lugar que parecía un error de producción. Y sin embargo, ahí estaba. Cortesía de Max, por supuesto.




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