El Hielo entre nosotros

11.

Capitulo 11.

POV Anya

Desde la pista de baile, entre risas falsas y luces que parpadeaban como si intentaran hipnotizarme, lo vi alejarse.

Lev.
Con esa forma suya de irse sin ruido, sin drama.
Como si desaparecer fuera su talento más refinado.

Solté una risa amarga y me disculpé con Kai. Él asintió como si ya lo esperara.

—¿Lo vas a seguir, no? —preguntó Luci, alzando una ceja.

—Claro que sí —respondí, como si no doliera admitirlo.

—A veces pienso que su amor está maldito —murmuró Luci, rodando los ojos—. O que simplemente les encanta el drama.

Caminé tras él, fuera del salón, cruzando el vestíbulo lleno de globos desinflados y vasos abandonados.

Lo encontré apoyado en una de las columnas del pasillo exterior, con el saco desabrochado, la mirada perdida en el estacionamiento.

—¿Te vas? —pregunté.

Él giró apenas el rostro, sin mirarme del todo.

—No me siento bien aquí, Anya. Es tu noche. Disfrútala.

Sentí cómo algo se me rompía adentro. Algo pequeño, pero antiguo.

—¿Pero cómo voy a disfrutar mi noche si no estás tú?

Me miró, y por un segundo… un segundo breve, juraría que iba a ceder. Pero entonces habló.

—Justo como lo estabas haciendo desde que llegamos.

Eso fue un puñal. Pequeño. Preciso.

—Lev...

—No estoy enojado —me interrumpió rápido—. De verdad. Estos eventos no me gustan. Nunca me han gustado.

—Pero ibas a venir con Honey.

Lo dije sin rencor. Solo como dato. Como prueba.

—Y probablemente estaríamos hablando como el par de asociales que somos. No hubiese sido incómodo.

—¿Entonces venir conmigo te ha resultado incómodo?

El silencio que siguió duró siglos.

—Dios, Anya —exhaló, llevándose una mano al cabello—. Ya vine contigo. Me puse este ridículo traje. Te llevé flores. Me subí a esa estúpida limusina. Nos tomamos fotos. ¿Qué más quieres de mí?

Su voz se quebró al final. Pero lo que más me dolió fue la siguiente frase.

—¿Por qué no estás feliz?

Sentí cómo todo dentro de mí colapsaba.

—Quiero que tú estés feliz, Lev. Eso quiero. Pero parece que ya no tengo ese superpoder.

Mis manos temblaban. El maquillaje comenzaba a arderme en los ojos.

—Antes era tan fácil hacerte sonreír… con cualquier tontería, ¿recuerdas? Pero ahora, cada vez que estamos juntos, solo tienes esa cara triste, amarga… como si estuvieras soportándome.

Él cerró los ojos. Pero no dijo nada. No lo negó.

—Lo siento mucho —susurré.

Las lágrimas empezaron a caer sin permiso.

—Ay, no... ¡mierda! —dije, limpiándome rápido con la palma—. Ya voy a llorar otra vez, qué vergüenza.

Me giré para irme. No podía con él. Con eso. Conmigo.

—Perdón —murmuré antes de correr—. Pero tienes razón, Lev.

Me detuve un segundo para decirlo bien, sin temblar.

—Ya no soy suficiente.

Y me fui.

Corrí de vuelta al salón. Pasando a Luci y Kai que ya me esperaban en la entrada.

—¿Otra vez? —susurró Luci. Y esta vez no había sarcasmo.

Solo compasión.

---

POV Lev

El eco de sus pasos alejándose fue más ruidoso que toda la música junta.
Se fue. Otra vez. Llorando. Por mi culpa.

Me quedé solo, de pie, sintiendo cómo la rabia se deshacía para dejar solo la tristeza.
No gritó. No suplicó. Solo se rindió.

Y esa fue la parte más dolorosa.

Apoyé la espalda contra una de las columnas del salón. Bajé la mirada. El traje me picaba. La corbata me ahogaba. Y el corazón… no sé ni por dónde empezar con eso.

¿Qué carajo estoy haciendo?
¿Por qué insisto en sabotear todo lo que me importa?

La verdad es simple: tengo miedo.
De esto. De ella. De mí.

Porque estar con Anya no es cómodo.
No es fácil.
Es real. Intenso. Incómodo. Maravilloso.

Y esta noche… debí haber hecho más.
Debí haberla hecho reír.
Debí haber bailado con ella.
Debí haberle dicho que estaba preciosa. Porque lo estaba.

En vez de eso, fui un imbécil.
Uno silencioso, malhumorado, amargado.
Justo lo que juré que no sería.

Entonces, el recuerdo volvió. Sin avisar.

---

FLASHBACK — Hace 3 años

Lev 14 | Anya 13

Estaba en la sala, leyendo un ensayo sobre los regímenes autoritarios post-soviéticos.
Vacaciones de verano. Tranquilas. Hasta que…

—¡Lev! Ponte de pie, vamos a hacer un TikTok —dijo Anya, entrando con un trípode, el móvil, brillo de labios y una energía que amenazaba mi paz.

—No. Eso es una estupidez. No va a pasar. Fuera de mi espacio personal —respondí sin levantar la vista.

—¿Qué pasa, niño intelectual? ¿Tienes miedo de que arruine tu imagen con mis pasos de baile? ¿O es que no quieres que te vea perder?

Bufé.

—Ni siquiera sabes bailar. Lo haces fatal en el hielo… y fuera de él.

Se ofendió. Cruzó los brazos. Levantó la barbilla.

—MENTIRA.

—Es verdad —dije, alzando una ceja—. Mira, lo haces así…

Imité un paso que había practicado más de quince veces. Sí, la había visto. Desde la ventana. Desde la escalera. Desde cualquier lugar donde creyera que no me notaba.

—¡¿ME ESTABAS ESPIANDO?! —gritó con un tono que oscilaba entre la indignación y la vergüenza.

—No exactamente. Estaba atormentado. Esa canción sonaba cada dos minutos. Me levanté para pedirte que ya basta… y te vi. Tus pasos eran… horribles. Hasta una gallina baila mejor.

—¡Te reto! —dijo, furiosa—. Vamos a hacer el TikTok. Que mis seguidores decidan.

—¿No te da vergüenza que se burlen de ti, Anya?

—Se burlarán de ti, Lev. No de mí.

—Venga ya. Después no digas que no te lo advertí.

Grabamos.

Nos sabíamos los pasos de memoria.
Era “Say So” de Doja Cat.
Ridícula, pegajosa.
Yo la odiaba. Ella la adoraba.
Y sin embargo, bailamos. Sincronizados, limpios.
Hasta que Anya se equivocó y yo solté una carcajada.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.