El Hielo entre nosotros

13.

Capitulo 13

POV Anya.

La luz de la mañana entra cálida por la ventana, pero nada de eso tiene sentido porque Lev está sentado a mi lado, demasiado cerca para que mi corazón tenga paz. Su rodilla roza la mía bajo la mesa y no sé si es intencional o si ya no existe niada que no lo sea entre nosotros.

—¿Me pasas la mermelada? —le pido.

En lugar de dármela, se inclina, toma mi tostada y unta él mismo. Después me la acerca, con esa media sonrisa que debería ser ilegal.
—Ahí tienes. Hecha con amor.

—¿Amor o atrevimiento? —le susurro, rozándole los dedos cuando tomo el pan.

—¿Por qué no los dos? —responde bajito, y antes de que pueda respirar, se inclina y me da un beso rápido, robado, apenas un roce que me incendia de pies a cabeza.

—¡En la mesa! —exclama Claire, dejando caer la taza como si acabara de presenciar un crimen.

Me aparto como si me hubieran atrapado en algo prohibido. Lev, en cambio, solo sonríe ladeado, el descaro personificado.

Dimitri entra en ese momento, se queda mirando la escena y suspira profundo, como si le hubieran agregado diez años de golpe.
—Con ustedes nunca hay puntos medios. O son hielo polar… o incendio forestal.

Lev me lanza una mirada de costado, inclinándose apenas hacia mí.
—Me gusta el incendio.

Le doy una patada bajo la mesa, pero él ni se inmuta.

Dimitri se cruza de brazos y señala a Lev.
—Y ponte algo en esa cara. Te ves fatal.

Lev gira hacia mí, y en voz baja, como si nadie más existiera, me pregunta:
—¿Me veo fatal?

Le sostengo la mirada y sonrío suave.
—Te ves perfecto.

Y lo beso. Largo.

Una tostada impacta contra la mesa.
—¡Tres metros de distancia, niño! —gruñe Max desde el otro extremo, con la cuchara de cereal apuntando como si fuera un arma.

Lev se separa apenas, pero no me deja de mirar.
—Pensé que ayer había recibido tu bendición.

Max entrecierra los ojos.
—Tú dijiste que no la necesitabas, ¿recuerdas?

Lev sonríe de lado, atrevido.
—No la necesito.

—Lev. —la voz de Dimitri es medio advertencia, medio súplica.

Lev se gira hacia él, ofendido.
—¡¿Ahora eres amigo de Max?! Creí que se odiaban.

Max, sin dejar de masticar, asiente.
—Yo también estoy sorprendido.

Dimitri rueda los ojos.
—Es como tener un niño en casa.

—¿Lev? —pregunta Max.

Claire se lleva una mano a la frente.
—No. Evidentemente tú.

En medio de todo, Kai no ha levantado la vista del plato.
—¿Alguien va a comerse ese último panqueque?

—¿Estás bien? —le pregunto, arqueando una ceja—. Pareces que no has comido en días.

Kai levanta la cabeza, con una sinceridad brutal.
—Max es un cocinero espantoso. Me tiene pasando hambre. Este es el peor trabajo del mundo.

Lev casi se atraganta de la risa.
—Ayer dijiste que era el mejor cocinero en la limusina.

Kai levanta un dedo con solemnidad.
—Ayer fue ayer. Hoy es hoy.

No puedo evitar reír y le paso mi panqueque a su plato.
—Toma. Antes de que mueras de hambre poética.

Kai me mira como si hubiera visto la luz.
—Gracias.

—Come, Hulk —añade Lev, lanzándole el tenedor.

Claire suspira y deja el café sobre la mesa. Esa clase de suspiro que anuncia sermón.
—Anoche no quisimos presionarlos más, pero… saben que están castigados, ¿no?

Me quedo con el tenedor a medio camino.
—¿Lo estamos? —pregunto, fingiendo inocencia.

—Precisamente tú, Anya —dice Claire, clavándome la mirada como una flecha—. Tienes que dejar de ser tan impulsiva. Todas las cosas malas que nos pasan es porque no tienes paciencia y actúas sin pensar.

Lev levanta la mano como si fuera al colegio.
—Claire, con todo respeto… Yelena empezó.

Claire gira la cabeza hacia él tan despacio que hasta Max deja la cuchara.
—No estoy hablando contigo, Lev. Tú también tienes tu pedazo de torta en esta conversación, solo que… espera tu turno.

Lev baja la mano.
—Vale…

—¿Cuál es el castigo entonces? —pregunto, intentando aligerar la tensión—. ¿Lev a África y yo a Hawái?

—Más o menos sí. —Claire no pestañea.

—Eso no va a pasar —respondo firme, cruzando los brazos.

Dimitri, que hasta ahora parecía solo observador, se inclina hacia adelante con el teléfono en la mano.
—En realidad… sí podría pasar.

Todos lo miramos al mismo tiempo.
—¿Qué? —salimos en coro.

Lev frunce el ceño.
—¿Qué quieres decir con eso?

Dimitri nos lanza una mirada grave.
—Mírov me mandó un mensaje hace cinco minutos. “Reunión con tus chicos, urgente. Ahora”.

El silencio que sigue corta el aire como cuchillo. Claire se pasa una mano por el rostro como si ya supiera lo que viene. Max resopla. Lev me mira de reojo y por primera vez en toda la mañana no hay ni una sonrisa en su cara.

De repente, el desayuno deja de tener sabor.

(...)

Entramos a la sala de reuniones. Honey ya estaba ahí, rígida, y Thiago tenía las manos entrelazadas como si esperara un veredicto. Mírov estaba de pie frente a la mesa, la espalda recta, los ojos de soldado evaluando a sus tropas.

—Primero, la buena noticia —dijo, con esa voz grave que no dejaba espacio a sonrisas—. Entraron a las nacionales. El cambio de pareja de Thiago fue aprobado. Felicidades.

Me giré hacia Thiago y, sin pensarlo, nos abrazamos. Fue un impulso puro, alivio y alegría mezclados. Honey y Lev se sonrieron, discretos, compartiendo el momento.

—Basta de celebraciones —cortó Mírov.

El aire se volvió hielo.

—La pelea de ayer se volvió viral. Y con ella, los rumores. —Sus ojos se clavaron en Lev y en mí—. Que ustedes dos tienen una relación. Que son hermanastros. Que es inapropiado.

Sentí que la sangre me abandonaba el cuerpo. Lev me miró de reojo, buscando una respuesta.

—¿Hay algo de cierto en eso? —insistió Mírov.

—No —respondió Lev antes de que pudiera hablar, la voz firme.
Yo asentí rápido.—Somos compañeros. Nada más.




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