Capitulo 14
POV Honey
Nunca pensé que me sentiría así… feliz y culpable al mismo tiempo. Como si hubiera robado algo que no era mío y, peor aún, me gustara tenerlo en las manos.
Frente al espejo, mi reflejo parecía una versión extraña de mí misma. El vestido turquesa caía como agua sobre mi piel, brillante y ligero. Me quedaba justo en la cintura y se abría en una falda suave que me hacía sentir como si flotara.
Mi cabello —siempre rebelde— estaba recogido en ondas sueltas, con un par de mechones dorados enmarcando mi rostro. Mamá había dicho que parecía una princesa. Yo no me sentía como una. Me sentía… peligrosa.
Pasé gloss en mis labios y paré un segundo.
Lev estaba en camino. Lev.
Ese pensamiento me llenó el pecho y, al mismo tiempo, lo apretó. Porque no debía sentir eso. No cuando sabía que Anya seguro estaba en su cama, abrazada a una almohada, intentando no pensar en él.
Me senté en la cama, respirando hondo.
Lev y yo íbamos a ir juntos desde el principio. Era el plan. El seguro de “si nadie me invita, voy contigo”. Una promesa que sonaba inocente… hasta que dejó de serlo.
Luego Anya apareció. Y lo cambió todo.
Me mordí el labio. ¿Estaba mal que aún me emocionara? ¿Que una parte de mí quisiera esta noche para mí sola, sin sombras?
El timbre sonó abajo.
Me levanté, alisé el vestido con las manos temblorosas y me obligué a sonreír. Una sonrisa dulce, como miel. La misma que siempre me pedían. La que ahora… me pesaba un poco.
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POV Anya
Lev estaba frente al espejo terminando de acomodarse el traje. Ese maldito traje negro parecía hecho a medida para él. Me apoyé en el marco de la puerta y lo observé.
—Te ves muy bien.
Él sonrió apenas.
—¿Sí? Tú siempre dices eso.
—Porque siempre es verdad.
Me acerqué y empecé a enderezarle la corbata. Mis dedos rozaron la piel de su cuello y el simple contacto me dejó temblando.
—Te ves muy preocupada —dijo en voz baja.
—Estoy preocupada —contesté sin rodeos.
—No hay razones. Sabes que te amo.
Lo miré directo a los ojos.
—Lo sé.
Apoyé mi frente en la suya, cerrando los ojos por un segundo.
—Pero no confías igual, ¿verdad? —murmuró.
—Sí confío, solo… no me gusta.
—¿Qué no te gusta?
—Que te vayas con ella.
Él rió suave.
—Y mientras tanto, ¿yo tengo que estar tranquilo sabiendo que tú vas a tener noche de películas con Kai y Luci?
Rodé los ojos.
—¿Qué tiene eso que ver?
—Conociendo a Max, seguro planeó todo para que Kai se te acerque romántico.
Solté una carcajada incrédula.
—Por Dios, sabes que no hay ni punto de comparación. Kai es un golden retriever, inofensivo. Además, creo que le gusta Luci. No deja de preguntar a qué hora viene.
El suspiro que soltó me hizo sonreír.
—Bueno, eso ya me tranquiliza.
Le di un empujón suave en el pecho.
—Te odio. Siempre todo es genial para ti.
Él me miró con picardía.
—¿Me odias, sí?
Bajó la cabeza y me dio un beso rápido, pero el beso se volvió más profundo en segundos. Mis manos se movieron solas, desabrochando apenas el primer botón de su chaqueta. Su respiración cambió, y sentí sus manos en mi cintura, apenas colándose bajo la tela de mi pijama, solo un roce que me erizó la piel.
Estábamos tan metidos en nosotros que no escuchamos la puerta abrirse hasta que una voz firme retumbó en la habitación.
—¡Por el amor de Dios!
Nos separamos de golpe. Claire estaba en el umbral, congelada, mirándonos como si hubiéramos incendiado la casa.
—¿En serio? —Su mirada iba de mi camiseta arrugada al traje de Lev medio abierto—. ¿Justo antes de irte?
—Claire… —alcancé a decir, roja como un tomate.
—Ni una palabra. —Se cruzó de brazos y apuntó a Lev con un dedo acusador—. Tú. Botones. Cerrados. Ahora.
Lev levantó las manos como si se rindiera.
—No pasó nada…
—¡Y que siga sin pasar nada en mi casa! —replicó ella, girándose para salir mientras murmuraba algo sobre “puertas cerradas” y “autocontrol”.
El silencio que quedó me hizo reír bajito. Lev se dejó caer en la cama, tapándose la cara.
—Estamos muertos —dijo entre risas nerviosas.
Me senté a su lado, todavía con el corazón acelerado.
—Muy muertos.
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POV Lev
Me puse la chaqueta de nuevo, todavía sintiendo el calor de los labios de Anya. Ella estaba apoyada en el marco de la puerta, con los brazos cruzados, fingiendo calma aunque la notaba tensa.
—Te amo, no te preocupes —le dije, guiñándole el ojo.
—No me preocupo —respondió, pero su voz no convencía a nadie.
Sonreí de lado y pasé junto a Claire, que me esperaba en el pasillo como guardia de prisión.
—Lo siento por lo de antes —dije bajando el tono, medio avergonzado.
Claire entrecerró los ojos. —Quiero límites. No los crucen.
—Fue un pequeño desliz, no volverá a pasar.
—Porque será que no te creo —murmuró, dándome un manotazo leve en el hombro para que me moviera.
Antes de salir, me detuve y bajé la voz. —Cuídala, ¿sí? Está muy estresada.
Claire soltó una risa seca. —Esto es culpa suya. No tenía que irse a los golpes con Yelena. Que aprenda la lección.
—Cuídala igual —insistí.
Claire suspiró, y por un segundo se le ablandó la mirada. —Diviértete. Y salúdame a Honey.
El auto se detuvo frente a la casa de Honey y de repente sentí un peso extraño en el pecho. El plan de Tiago seguía dándome vueltas en la cabeza: fingir con Honey para calmar a la prensa y a todo el mundo que todavía no superaba la idea de que Anya y yo estuviéramos juntos. Era lógico. Era estratégico. Pero igual dolía.
La puerta se abrió y… me quedé sin palabras.
Honey estaba allí, con el vestido turquesa que parecía hecho para ella. El color resaltaba su piel cálida, su cabello recogido dejaba escapar algunos mechones suaves.
—Wow… Honey… —me escuché decir, sin filtros—. Estás increíble. Hermosa.
Ella sonrió, pero pude ver el temblor pequeñito en sus labios. —Gracias… —respondió con voz baja, luego recuperó su tono usual, más animado—. Y tú estás muy elegante. Anya eligió bien la corbata.
Solté una risa corta. —Sí… Anya siempre elige bien.
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Editado: 24.08.2025