El Hielo entre nosotros

21.

Capitulo 21

POV: Claire
Cocina – Sábado, 21:05

Los veo entrar y casi me atraganto con la uva que tenía en la boca.

Lev abre la puerta como si acabara de ganar una medalla olímpica. Anya va detrás de él, despeinada, la camiseta metida a medias como si se la hubiera puesto en el asiento trasero de un coche. Y están... demasiado juntos. No en plan "cariñosos". No. En plan "si no hubiese testigos, estaríamos desnudos".

—¿Quieres que te cocine, amor? —dice Lev, con esa voz de terciopelo y descaro que solo usa cuando está en llamas.

—¿Otra de tus buenas cualidades? —Anya le sonríe. Es una sonrisa traviesa. Una sonrisa post... bueno, ya sabemos.

Lev le guiña un ojo.
—Te sorprenderías.

Yo cierro los ojos. Dios, esto es cada vez peor.

—¡Yo cocino! —interviene Dimitri, forzando entusiasmo, como si con suficiente energía pudiera borrar las imágenes mentales.
—Hamburguesas. Las que les gustan. Caseras. Con doble queso.

Lev y Anya se giran como si les hubieran ofrecido el Santo Grial.

—¿De verdad? —dice Anya, con los ojos tan brillantes como si tuviera seis años.
—Es lo mejor que nos pasó en todo el día —agrega Lev, dándole una mirada a Anya que claramente significa "además de lo otro".

—¿Después de qué? —pregunto yo, alzando una ceja.

—De patinar en la pista pública —responde Lev, sin inmutarse.

—¿Y qué pasó con lo de la prensa? ¿Las parejas falsas? ¿Las estrategias mediáticas? —miro a Anya, más severa—. Vi tus vídeos con Thiago. ¿Fuego oscuro? ¿Un villano? ¿En serio? ¿Por qué siempre eliges volverme loca?

—Lo mismo le dije —interviene Lev, sarcástico—. ¿Por qué no “Hello Kitty” y su compañero pulgoso?

Anya agarra una mandarina del centro de la mesa y se la lanza sin dudar.

—Creí que ya habíamos superado esos celos.

—Ahora que los mencionas —Lev le lanza otra mandarina—, volvieron.

Yo suspiro.

—¿Qué fue lo que pasó entonces?

—Honey lo besó. Con lengua. Frente a mí. Frente a todos —dice Anya, melodramática como su padre.

—¿Honeeey? ¿De verdad? —me llevo una mano a la sien.

—No hubo lengua —protesta Lev, indignado—. No te pases.

—¿Duró más de 15 segundos? ¿Dónde estaba tu lengua entonces? Déjame adivinar... enredada con la de ella.

Dimitri tose. Yo lo fulmino con la mirada por no salvarme de esta situación.

—Pensé que ya te habías olvidado de eso —dice Lev, ahora más suave.

—Claramente no. Me lo has hecho recordar.

—¿Y cómo hago para que se te olvide?

—No lo sé. Tú dime —responde ella con picardía.

Lev sonríe. Se mete una mandarina en la boca con una lentitud provocadora.

No puedo más. Me levanto con el plato de frutas en la mano.

—Bueno... entonces: Honey la dulce, haciendo cosas extremas. Tú y Thiago vendiendo un romance oscuro y peligroso sobre hielo. Tú y Lev desafiando a Miróv con una presentación pública. ¿Y qué más?

Ambos se miran. Sonríen.

—Nada más. Volvimos a casa con hambre —dice Anya.

—Mucha hambre —remata Lev.

Miro a Dimitri. Le doy una palmadita en el brazo. Me acerco, bajo la voz.

—Tuvieron sexo. Es oficial.

Él me mira como si hubiera hablado en otro idioma.

—¿Cómo lo sabes?

—¿No los ves? ¿Eres ciego o te haces?

Dimitri observa con más atención. La camiseta al revés de Anya. La camisa de Lev más arrugada que un periódico viejo. El cabello de ella como si hubiera sobrevivido a una tormenta tropical. La marca de Drácula perfectamente visible en el cuello de él.

—Ah... —murmura Dimitri, tragando saliva—. Bien. Es momento entonces de que les demos la charla.

—Sí. Ya no hay marcha atrás.

Dimitri regresa a la cocina. Pone las hamburguesas en los platos. Anya y Lev lo miran como si fuera Papá Noel.

—Con cebolla caramelizada... ¿y doble queso? —pregunta Anya.

—Y pan tostado —añade Lev, babeando casi literalmente.

—Sí, sí —dice Dimitri, sirviéndoles con resignación—. Disfruten. Es lo mejor que van a probar esta noche... porque el sermón viene después

Dimitri coloca los platos sobre la mesa con la precisión de un chef cinco estrellas.

—¡Hamburguesas listas! Con cebolla caramelizada, doble queso y pan brioche... —anuncia como si acabara de sacar una joya del horno.

Anya y Lev se lanzan sobre la mesa como si no hubieran comido en días.

—¡Oh por Dios, gracias! —Anya se sienta de golpe, los ojos brillantes, como niña en parque de diversiones.
—Esto es lo mejor que me ha pasado hoy —murmura Lev, ya con la hamburguesa en las manos, como si temiera que alguien se la quitara.

Claire los observa con una media sonrisa.

—Míralos. ¿En qué momento dejaron de ser niños? —susurra, casi con nostalgia—. Pequeños, tiernos, adorables…

Lev chupa un poco de salsa de sus dedos sin disimulo.
Anya lo imita. Ambos mastican con placer absoluto. Se miran. Se ríen por nada.

Claire suspira.

—Aunque siguen teniendo la madurez emocional de dos palomas peleando por una migaja.

Dimitri se agacha ligeramente para mirar a Lev desde otro ángulo. Frunce el ceño. Lo mira otra vez.
Y ahí la ve.

Una hermosa, orgullosa, perfectamente visible marca de dientes, justo debajo del lóbulo izquierdo. Una obra maestra carmesí. La firma de una noche intensa.

—Ajá —murmura Dimitri—. Ajá. Ajá.

—¿Te atragantaste o estás ensayando un solo de jazz? —le pregunta Claire, levantando una ceja.

—¿Nosotros éramos así? —susurra él, con un dejo de incredulidad—. Tan... obvios.

—No —dice Claire, sin dudar—. Éramos más rescatados.

—Tú me arrancaste tres botones de la camisa en un pasillo de la federación.

—Y tú te metiste debajo de mi falda en el camerino. ¡Cállate y concéntrate!

Dimitri se aclara la garganta. Se endereza. Se alisa la camisa, como si fuera a dar una conferencia en Harvard.

Claire le lanza una mirada de apoyo silenciosa. Vamos. Es ahora o nunca.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.