Capitulo 23.
POV: Dimitri.
Cocina – Domingo, 8:07 a.m.
—Te despertaste antes —dice Dimitri mientras sirve café en una taza—. Genial. Podemos hablar tú y yo.
—No, por favor —responde Lev sin siquiera mirarlo—. Con lo de ayer fue suficiente.
—Ayer no pudimos hablar de nada. Max llegó a interrumpir cuando apenas empezaba.
Dimitri desliza la taza hacia él. Lev la toma, pero con fastidio. Da un sorbo sin agradecer.
—Quiero hablar de algo importante. Sobre cuidarse, el respeto... la responsabilidad afectiva —comienza Dimitri, con voz pausada—. Lo de anoche fue un exceso.
Lev frunce el ceño sin comprender, hasta que Dimitri señala con un gesto su cuello. Lev se lleva la mano y palpa el chupetón. Suspira, pone los ojos en blanco.
—¿Algo más?
—Soy tu padre. Quiero lo mejor para ti. Quiero a Anya mucho también, pero... admito que ella es muy impulsiva.
—Qué novedad.
—No quiero ser abuelo todavía, Lev. Y no creo que tú quieras arruinarle la vida… ni arruinarte la tuya. Tienes un futuro brillante.
—Qué estrés. ¿Tu padre te hizo el mismo discurso cuando tú y Claire estaban en su momento?
—No tiene nada que ver. No me cambies el tema.
—Estoy siendo responsable —replica Lev con los dientes apretados—. Como siempre. Despreocúpate.
—Soy tu padre. Al menos dime que te cuidaste. Porque Anya nunca piensa.
Lev deja la taza con un golpe sordo en la encimera.
—Estoy perdiendo la paciencia, Dimitri.
—No. Yo la estoy perdiendo —por primera vez, su voz se eleva—. No entienden la gravedad del asunto. La carrera de ambos está en riesgo. Su imagen pública. Tu reputación. La nuestra como familia.
—¿Algo más? —Lev lo mira, helado.
—Sí, esto. —Dimitri mete la mano en el bolsillo de su bata y le lanza un sobre.
Lev lo atrapa al vuelo. Reconoce el papel enseguida. Sus dedos tiemblan al abrirlo.
La carta de admisión. Universidad de California.
—Lo hice cuando ella se fue. No lo pensé. No es nada —dice en voz baja. Luego levanta la vista, furioso—. ¿Por qué revisas mis cosas? ¿Qué mierda te pasa?
—¿Estás pensando en dejar de patinar? —pregunta Dimitri, casi suplicando.
—No. Voy a las nacionales. Deja el drama.
—No es drama, eres mi hijo. Mi único y amado hijo. Brillante en el hielo. No tomes decisiones estúpidas por algo que ni siquiera sabes si es amor.
Lev se ríe, una risa quebrada, áspera. Casi un sollozo.
—Eres hipócrita. Y un descarado.
El golpe llega seco. Un bofetón que lo deja ardiendo. Silencio.
—Soy tu padre. Respétame.
Lev se queda quieto. Le tiembla la mandíbula, pero sus ojos están encendidos.
—¿Eres mi padre? Entonces renuncia a Claire. Por tu único y amado hijo. Por mi futuro brillante. Por el oro en el hielo.
Dimitri no responde. El aire se congela.
—No lo harás, ¿verdad? Porque nos elegiste antes. Te quedaste con nosotros porque era lo correcto, aunque tu corazón estaba en otra parte.
Y el silencio lo dice todo.
—¿Cómo resultó? —susurra Lev, y su voz tiembla, aunque está llena de veneno—. Ganaste el oro. Ganaste una mujer que no amabas. Tuviste un hijo que no sé si querías. Y cuando lo perdiste todo, fuiste a buscar lo que sí deseabas.
No me des lecciones de vida, Dimitri.
Su voz se rompe. El último golpe:
—No cuando tú prefieres que me ahogue como Lenna antes de sentir que pierdes otra vez a Claire.
Lev da media vuelta, el sobre aún en la mano. Dimitri no lo sigue. Solo se queda ahí, pálido, inmóvil.
Entonces entra Anya.
—¡Buenos días! —dice con una sonrisa desbordante, caminando hasta Lev para abrazarlo por la espalda.
Lev apenas se inmuta.
—Cuánta energía...
—Cuánta frialdad. ¿Estás de mal humor?
—No.
Anya mira a Dimitri. Está pálido, con el café frío en la mano. Luego vuelve a mirar a Lev.
—¿Discutieron?
—No —responde él, seco.
Dimitri no dice nada.
—Sí, claro que discutieron. ¿Por qué?
Lev intenta irse, pero Anya lo agarra de las manos y lo arrastra de vuelta a la mesa con su terquedad habitual.
—Vamos, siéntate. No me dejes así.
—Anya, ya basta —espeta Lev al soltarse de golpe. Se levanta de la silla, molesto.
Sale de la cocina sin mirar atrás.
Anya lo sigue con la mirada, claramente preocupada. Luego se vuelve hacia Dimitri.
—¿Qué pasó?
—Nada. Una pequeña discusión matutina.
—¿Por mí?
—No. Claro que no.
Pero algo llama su atención. La carta, doblada sobre la mesa.
Anya la va a tomar, pero Dimitri la aparta con rapidez.
—¿Qué es eso?
—Es mío. Privado.
—¿Universidad de California? —lee de reojo antes de que la esconda. Sus ojos se encienden—. No me tomes por tonta, Dimitri.
—Anya...
Ella se levanta, molesta. Sale de la cocina casi corriendo.
Desde la escalera, Claire ve pasar a su hija, hecha un torbellino.
—¿Qué pasa? —pregunta mientras entra a la cocina.
Dimitri exhala, agotado.
—Drama matutino —responde, tomando por fin un sorbo de su café helado—. Esta vez ha sido culpa mía.
---
POV: Anya
Domingo – 9:36 a.m.
Habitación de Lev
Subo las escaleras decidida.
No toco la puerta.
La abro directamente.
Lev está de espaldas, se está poniendo una camiseta. Sus músculos se tensan al oírme entrar, pero no dice nada.
En la cama, su sudadera, su móvil, su mochila. Todo preparado.
—¿Universidad de California? —pregunto sin rodeos.
Lev se gira lentamente, sus ojos están oscuros pero no enojados. Solo… cansados.
—Fue cuando te fuiste allá —responde—. Ya ves, iba a buscarte.
Sonríe, suave, como si el recuerdo aún le doliera.
Yo me acerco. Le rodeo con los brazos.
Él suspira, pero no se aparta.
—Amo que me elijas —susurro—. Pero… ¿y qué va a pasar con el hielo?
Lev me mira como si ya se hubiera hecho esa pregunta mil veces en la madrugada.
#1101 en Novela romántica
#434 en Chick lit
#28 en Joven Adulto
romanc problemas friends to lovers, #amor #amistad #newadult #rivalstolovers, patinajesobrehielo
Editado: 11.08.2025