El Hielo entre nosotros

26.

Capitulo 26.

POV: Lev
Domingo,
Hospital – Habitación 208

La habitación está en silencio cuando Claire sale. Huele a suero, a medicamentos. A hospital. El monitor cardiaco late despacio, marcando un ritmo constante que no sé si me tranquiliza o me asusta más.

Dimitri está ahí. Vivo. Eso debería bastar, ¿no?

—Vaya mañana, ¿no? —dice, con una media sonrisa forzada. La voz le suena cansada.

Me siento en la silla junto a su cama, sin mirarlo del todo.

—Si hubiese sabido que acabaría así… me hubiese despertado más tarde. O no me hubiese despertado.

El silencio que sigue es denso. Lo rompen sus palabras, cortantes y dolidas:

—No digas eso.

—¿Qué?

—Lo de no despertarte —aclara, más serio—. Moriría de inmediato si eso pasara.

Me duele en el pecho. Como si una parte de mí no supiera qué hacer con ese cariño. Con ese miedo suyo.

—Mejor que no muera más nadie —murmuro.

—Mejor —coincide, sin fuerzas para otra cosa.

Pasa un segundo. Luego otro. Yo señalo la vía en su brazo, solo por no mirar sus ojos.

—¿Y te duele eso?

—¿Esto? —dice, levantando un poco la muñeca—. Qué va.
Esto no es nada para el dolor que sentí esta mañana.

—¿El del infarto?

—El de ver cómo le fallé a la única persona que nunca debí fallarle.

Levanto la vista. Lo miro por fin. Y digo lo obvio, lo que siempre ha estado ahí:

—No pienses en eso. Ella ya no está…

—No hablaba de Lenna —interrumpe con firmeza—. Hablaba de ti.

Mi garganta se cierra. No sé qué hacer con eso.

—Perdón, Lev —continúa—. No he sido el padre que debí ser.

Aprieto las manos. Me cuesta respirar.

—Has hecho lo que pudiste… —susurro—. No me quejaré más. Perdón.

Él niega despacio, como si le doliera oírme decir eso.

—No tengo nada que perdonarte —dice—. Has sostenido mi vida tú solo. Has sido un niño muy valiente.

Trago saliva. Me cuesta hablar.

—No estuve solo… estabas conmigo. Quiero que sigas estando conmigo.

—Voy a estarlo. Te lo juro.

Tomo aire. Sé que me estoy quebrando, pero no me importa. Es ahora o nunca.

—No voy a dejar de patinar. Y si lo de Anya te molesta… pues cortaremos. Esperaremos como Claire y tú… nuestro momento.

Dimitri me mira con ojos llenos de algo que no había visto en años.

—No quiero que dejes a Anya nunca. A menos que ya no se amen.
No quiero que patines para complacerme.
No quiero que vivas más para complacerme.
Yo ya estoy complacido de que seas mi hijo.
Y lo único que quiero… es verte feliz.

Me muerdo el labio. Algo me tiembla en el pecho.

—Quiero darte los abrazos que nunca te di —agrega con la voz quebrada—. Y que tengas la confianza de decirme que no te sientes bien.

Respiro hondo. La verdad me empuja desde adentro, frágil y desbordada.

—Pues no me siento bien.

Dimitri me abre los brazos.

Y entonces me hundo en ellos.

Como cuando tenía ocho años. Como cuando lo único que quería era esto. Llorar en los brazos de mi padre.
Y ahí, por fin, lloro.

Lloro como no lloré a los ocho.
Lloro por mamá, por él, por mí.
Lloro por todo lo que nos callamos.
Por todo lo que no nos supimos decir.

Y sigo llorando.
Hasta que el cuerpo se me rinde.
Hasta que me quedo dormido, con el pecho de mi padre subiendo y bajando lento bajo mi mejilla.

Como si todavía pudiera creer que todo va a estar bien.

---

POV: Anya
Sala de espera – Hospital

Max se sienta a su lado. Está inquieto. Se frota las manos, la mira de reojo, y finalmente lo suelta:

—Estoy muy celoso.

Anya gira hacia él, con una ceja levantada.

—¿De qué?

—De ver cómo quieres a Dimitri.

Ella parpadea. Y luego sonríe.

—Y yo estoy muy orgullosa.

Max suspira. Se reclina en la silla como si llevara años encima.

—Sí… Es un buen tipo. Sabe ser mejor esposo que yo. Y ha sido un buen padre para ti, aunque no uno muy bueno con su hijo.

Anya le toma la mano. La aprieta con ternura.

—Estoy orgullosa de ti, Max.
De cómo has estado todos estos meses conmigo, apoyándome.
De hoy.
De lo que hiciste.
De cómo lo hiciste.

Max la mira serio. Por primera vez en mucho tiempo, no bromea.
Los ojos se le cristalizan.

—He debido ser mejor padre —susurra, tragando saliva—.
Eres una hija increíble… Me perdí tanto.
Te lastimé tanto.

—El pasado duele, Max… —responde ella con voz suave—
Pero no quiero vivir en todo lo que no fuiste…
Y perderme todo lo que eres ahora.
Y lo que puedes llegar a ser.

Él se ríe, quebrado.

—Te amo tanto, Anya.
Siempre voy a estar para ti. Hasta el día que me muera.
Con mi bate en el auto para defenderte de quien sea.

—Por favor deshazte del bate.
No quiero ir a visitarte a prisión.
Y tampoco quiero que sigas molestando a Lev.

—No me pidas eso —responde, fingiendo indignación—.
Molestar a Lev es mi única diversión en este pueblo aburrido.
Además… en el fondo siento que lo disfruta.

—Puede ser. Pero yo no.
Me pone de los nervios que se peleen.

—No nos peleamos de verdad.
Es todo de mentirita.

—Dios… a veces eres tan infantil…

Ella lo abraza otra vez, apretándolo fuerte.

—Pero te elegiría mil veces como mi papá.

Una voz familiar interrumpe:

—Yo no.
Si pudiera retroceder el tiempo, te buscaría otro padre.

Claire aparece en la entrada. Cansada, despeinada, y más viva que nunca.

Max resopla.

—Qué bien, ya volvió en sí. Está metida en su papel de bruja otra vez.

Anya suelta una carcajada sin poder evitarlo. Claire la mira con cara de “no es gracioso”… pero lo es.
Se le escapa una sonrisa apenas. Luego clava los ojos en Max, resignada.

—Qué bueno que viniste a molestarnos.
Esta vez… realmente has sido útil.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.