El Hielo entre nosotros

33.

Capitulo 33.

POV Anya

No dormí en toda la noche. Me quedé mirando el techo de mi cuarto, repasando una y otra vez lo que Claire me dijo: que Miróv me había separado de Lev, que no fue por mi caída, que todo lo que sufrimos él y yo… fue porque alguien decidió arrancarnos la oportunidad. Esa verdad me quemó como ácido.

Lloré hasta que me ardieron los ojos. No era solo rabia. Era la sensación de haber sido robada, de que alguien jugó con mi carrera, con mi amor, con mi vida entera. Me pregunté cuántas veces Lev habrá sentido que lo abandoné, cuando en realidad nos arrancaron de raíz.

Cuando la primera luz de la mañana entró por la ventana, me limpié la cara y me obligué a maquillarme. Capa tras capa, como una máscara que escondiera todo lo que me desgarraba por dentro. Lev no podía descubrirlo. Si lo hacía, explotaría contra Miróv y perderíamos todo.

—¿Lista? —pregunta Claire mientras me alcanza las llaves.

Asiento, aunque por dentro solo siento un torbellino. Bajamos juntas al auto, y en el silencio del trayecto ella me toma de la mano.
—Anya, no puedes cargar con esto sola.

Trago saliva, mirándola con súplica.
—Por favor, no se lo digas a Lev. Te lo ruego. Yo lo voy a solucionar, pero si él lo sabe… va a querer renunciar. Y Miróv ya lo amenazó. No podemos arriesgarnos.

Claire suspira hondo, sus ojos brillando con preocupación.
—Está bien. Será nuestro secreto. Entero. Pero cambia esa cara, o Lev lo va a notar en segundos.

Fuerzo una sonrisa mientras me retoco los labios en el espejo del coche.
—Lo haré. Prometido.

Cuando entramos al hospital, mi corazón late más rápido. Me sudan las manos. Claire abre la puerta primero y yo la sigo, nerviosa.

Ahí está Lev.

Sentado junto a la cama de su padre, inclinado hacia adelante, como si todo su mundo se redujera a esa manta que acomoda con precisión. Pero lo que me golpea de lleno no es la ternura de ese gesto, sino cómo se ve.

Lleva puesta una sudadera roja que resalta de forma brutal el azul de sus ojos. El cabello, rubio oscuro y revuelto, parece recién secado a las prisas, como si hubiera salido corriendo de la ducha. Ese perfume limpio y cálido que siempre usa me llega en ráfagas suaves y me enciende la piel.

Me descubro con ganas de quedarme ahí, solo mirándolo. Después de tantos años juntos, después de tantas veces que lo besé, aún me corta el aire verlo así, tan simple y tan imposible de ignorar.

Lev levanta la cabeza y sus ojos me encuentran al instante. Directos. Penetrantes. Como si pudieran descifrar cada secreto que intento esconder bajo el maquillaje.

—Buenos días —digo, intentando sonar ligera, aunque me tiemblen las rodillas.
Él arquea una ceja apenas y responde con esa voz grave que siempre me enciende por dentro:
—Buenos días, Anya.

Camino hacia Dimitri y lo abrazo suavemente, agradecida de verlo mejor. Todo el tiempo evito mirar de nuevo a Lev, porque siento que si lo hago, se me va a caer la máscara.

Claire deja su bolso sobre la silla y en ese instante la puerta se abre de golpe: Luci y Kai entran como un huracán, con un ramo enorme de globos de colores que casi no cabe por la puerta.

—¡Sorpresa! —grita Luci, extendiendo los brazos como si entrara a un carnaval.

—Esto sí es alegría, gracias, Luci —dice Dimitri, con una sonrisa cálida.

Lev cruza los brazos, arquea una ceja y murmura:
—Esto parece un carnaval.

—Qué amargado, Lev —responde Luci, burlona—. Aprende a disfrutar un poco.

Kai estalla en carcajadas, dejando la bolsa con las galletas de canela sobre la mesita:
—Miren que yo soy californiano y ni en la playa se ven tantas palmeras como globos en esta habitación.

La risa de todos llena la habitación y yo respiro aliviada. Por fin puedo relajarme un poco. Luci y Kai me dan ese refugio que me permite ocultarme del radar de Lev, aunque sé que él ya notó algo.

De pronto Luci saca una bolsa de papel.
—Y además traje galletas de canela, porque el menú del hospital parece cartón prensado.

Los ojos de Dimitri brillan.
—¡Eso sí que es un regalo!

Pero Claire se adelanta, arrebatándole la bolsa con una mirada severa:
—Nada de azúcar. Tú sigues en recuperación.

—Claire, por favor, no me hables como si tuviera cinco años… —protesta Dimitri, pero no puede evitar sonreír.

Mientras todos se ríen, Lev se gira hacia mí y me mira, claro que me mira. Sus ojos azules me atraviesan y parecen leer cada detalle bajo el maquillaje.

—Ey —dice él, mezcla de preocupación y sarcasmo—. ¿Tú todo bien?

Sonrío con descaro, tratando de aparentar normalidad:
—Todo perfecto.

—Llevas mucho maquillaje para ser tan temprano —susurra, grave.

—¿Y? ¿Algún problema? —respondo, desafiándolo.

—No, solo quiero saber si intentas seducirme o ocultarme algo —dice él, serio pero con filo letal.

—Ninguna de las dos —replico con descaro—. No todo gira alrededor tuyo, egocéntrico.

Lev sonríe, esa sonrisa que corta como cuchillo. Me siento temblar, pero me recompongo y, sin pensarlo, lo beso. Lento, largo, como si el mundo entero desapareciera en ese instante.

—Respiren —interviene Claire, divertida y fastidiada—. Se van a quedar morir ahí pegados.

—Una buena forma de morir —responde Lev, con sarcasmo, apenas separándose.

—Ajá —salta Luci—. Lo que Claire quiere decir es que dejen de meterse la lengua frente a todos.

—Jajajaja —agrega Kai, riendo a carcajadas.

Dimitri me observa con ojos dulces y curiosos.
—¿Y Max? —pregunta de repente, con un toque de preocupación.

Claire suspira y se encoge de hombros.
—Está en modo mudanza. Comprando muebles, organizando cosas, tratando de no perderse entre cajas y pintura.

—Dios… —digo, recordando de golpe—. Me dejó un mensaje. Tengo que ir después de la práctica a elegir algo de una pintura… casi lo olvido.

Claire pone las manos en las caderas y suspira, exasperada:
—Ahora tendremos a mi ex de vecino rondando por aquí también.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.