Capítulo 34
POV Lev
La palabra “venda” me golpea más fuerte que un puñetazo. Tardo un segundo en procesar que Anya lo dijo en voz alta, delante de todos. Mi respiración se corta.
¿Patinar a ciegas?
¿Aquí?
¿Ahora?
—¿Qué demonios acabas de decir? —mi voz sale grave, dura, pero sé que ya es tarde: nadie en la pista puede fingir que no lo escuchó.
Honey da un paso al frente, con esa cara de suficiencia que siempre me enerva.
—Ya madura, Anya. En serio, ¿no sabes separar el trabajo de tus arranques emocionales?
Anya la fulmina con la mirada, el filo de sus ojos verdes encendiendo chispas.
—¿Y tú sí sabes? Lo dudo… porque lo único que quieres es una oportunidad para robarme a mi novio.
Un silencio tenso se instala en la pista. Puedo sentir cómo todo el mundo contuvo el aire.
Honey aprieta los puños. Su voz tiembla entre rabia y nerviosismo:
—Eso no es cierto.
Y ahí aparece él.
La voz fría.
La sombra que arruina todo.
—Quiero que termines con esta estupidez, Anya —Mirov avanza, su traje oscuro reflejando las luces blancas de la pista—. Estoy tan cansado de que siempre lo arruines y culpes a todos. La única razón por la que sigues aquí es por el respeto que tengo por la carrera de Thiago.
Anya sonríe. No es una sonrisa dulce, ni sarcástica. Es la sonrisa de alguien que está a punto de incendiar todo.
—¿O será más bien un cargo de conciencia? Quizá por lo que hiciste aquella vez. Te demostraré que te equivocaste entonces… y que volverás a equivocarte ahora.
Me mira.
Directo.
Sin miedo.
Extiende la mano.
El corazón me golpea contra las costillas. No quiero, no puedo permitir que se ponga esa venda… pero tampoco puedo dejarla sola. No frente a Mirov. No frente a todos.
Camino hasta ella, mis pasos pesados, cada músculo gritándome que la detenga. Honey intenta interponerse, su voz aguda atravesando el aire:
—¡Lev, no lo hagas! ¡Esto es una locura!
No la escucho.
No puedo.
Tomo la mano de Anya. Su piel arde.
—No sé qué está pasando en tu cabeza —le susurro, mi voz baja solo para ella—, pero por favor… para esta locura.
Sus labios tiemblan, pero su mirada es acero puro.
—¿Confías en mí?
Cierro los ojos un segundo.
Respiro hondo.
—¿No me ves aquí temblando de miedo?
Ella sonríe apenas, con una ternura feroz, y saca la venda de su bolso. La sostiene como si fuera un arma. Y lo es.
Se la coloca sobre los ojos. Oscuridad total.
—Si esto es lo que han estado haciendo con nosotros desde siempre… obligarnos a no mirarnos. —Su voz retumba como un eco en la pista.
Yo me quedo helado. La angustia me quema el pecho. Tengo miedo. Miedo real de dejarla caer.
—Anya… —mi voz se quiebra.
Ella aprieta mi mano con fuerza.
—Siempre llego a ti, Lev. Solo sostenme… como siempre.
El grito de Mirov corta el aire, furioso:
—¡Basta ya, detente ahora mismo!
Pero Thiago, desde la cabina, sonríe. Sus dedos vuelan sobre la consola, eligiendo una pista con un dramatismo brutal. El sonido retumba por los altavoces. La música empieza.
No hay vuelta atrás.
Respiro. La tomo de la cintura.
Y patinamos.
Aunque todo dentro de mí grite que esto es suicida… la sostengo.
Porque si alguien puede volar en medio de la oscuridad, es ella.
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POV Honey
Mis uñas se clavan en mis palmas. Siento la rabia subirme como fuego ácido en la garganta.
Ellos giran, ellos vuelan, y yo… yo me consumo.
Papá avanza, con el rostro endurecido. Su voz corta el aire como un látigo:
—Pensé que tú me traerías el oro. Lo quería para ti, Honey. Pero no logras arrancarle a esa chiquilla insoportable del camino… y yo ya no puedo hacer más nada para ayudarte.
El piso se me abre bajo los pies.
—No tenías que dejarla entrar a las nacionales —escupo, la rabia vibrándome en la voz—. Ese fue tu error. Apoyarla… sabías que daría problemas.
Papá me sostiene la mirada, frío como un muro.
—No pude hacer nada. Como ahora. Ella tiene determinación. Toda la que a ti te falta.
Las palabras me desgarran más que un golpe.
Me ahogo en furia, en vergüenza, en la sensación insoportable de no ser suficiente.
—Pues haz algo, tú me metiste en esto—le exijo, con los ojos ardiendo—. Y ahora me enamoré de lev. Pero lo peor es que ella nos quitará la medalla.
Pero papá no responde.
Solo me mira, con ese vacío que nunca antes había dirigido hacia mí.
Y por primera vez, siento que no solo estoy perdiendo a Lev… también estoy perdiendo a mi padre.
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POV Anya
La venda me oscurece todo.
No hay luces, no hay hielo, no hay nadie. Solo está él.
Su mano rodea mi cintura, firme, y sé que tiembla, pero aun así me sostiene.
El primer impulso nos lanza sobre el hielo. Me deslizo en el vacío, guiándome por el sonido de su respiración, por la presión de sus dedos en mi piel. Es como bailar con el miedo… y con él.
El roce es eléctrico. Cada vez que me gira, el calor de su pecho roza mi espalda. Cuando me impulsa, siento su fuerza devorándome entera. Ciega, descubro algo que siempre supe: mi cuerpo reconoce al suyo, incluso sin verlo.
Él es mi mapa.
Él es mi norte.
Aunque nos lo hayan robado antes.
La música golpea y me dejo llevar. Giro, vuelo, caigo… y ahí está Lev, siempre ahí, atrapándome con la precisión de alguien que nunca me dejó ir.
El hielo ruge bajo nuestros patines, y yo sonrío. Porque esto no es locura.
Es libertad.
La venda arde sobre mis párpados. Cada roce de su mano contra la mía es un recordatorio: Mirov nos obligó a separarnos, pero ni siquiera la oscuridad logra borrarlo de mí.
Ni sus mentiras.
Ni el dolor.
Ni California.
Un salto.
Un giro ciego.
El aire cortándome el rostro. Y en ese instante sé que me estrello. Sé que el hielo va a recibirme como un látigo.
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Editado: 30.08.2025