Capitulo 36.
POV Lev
Me temblaban los puños. Toda la rabia, el dolor y el cansancio acumulados me hervían en la sangre. Lo miré fijo, tan cerca que podía escuchar su respiración contenida.
—¿Ella te correspondió? —escupí, cada palabra como veneno.
Thiago dudó un instante antes de contestar, bajando la mirada.
—Me gustaría decirte que sí… al menos no me vería tan patético. Pero no. Se sorprendió, se asustó… me alejó.
No lo pensé. El puño salió solo, directo, seco, con toda la fuerza que tenía guardada. El impacto lo sacudió hacia atrás.
—¡Eres un cabrón! —rugí, la voz quebrada de furia—. Bien falso. Traidor.
Thiago se llevó la mano al rostro, respiró hondo y, en lugar de enojarse, soltó:
—Sé que Honey y tú se besaron. Ella misma me lo contó.
—¿Qué mierda tiene eso que ver? —gruñí, el pecho ardiendo—. ¿Quieres jugar realmente a quitarme a Anya? ¿Piensas que puedes tenerla?
—No, yo no pienso nada —dijo, firme—. Solo quiero recordarte que me equivoqué, así como tú también te equivocaste al aceptar el beso de Honey.
—¡Anya y yo no éramos nada! —rugí, rojo de ira—. Ni siquiera la había perdonado por abandonarme. No es lo mismo.
—Pero fue igual, Lev —susurró él, más acusación que consejo—. Un beso que no querías, pero que pasó.
—¡Eso no te importa! —exploté, empujando la puerta del auto y subiéndome, con el hombro ardiendo y la rabia corriendo como lava por mis venas.
Thiago se quedó allí, parado, con los ojos fijos en mí. Su voz atravesó el aire frío del estacionamiento:
—Sé que lo de ustedes es fuerte… pero si la tratas mal, aquí voy a estar yo para tratarla mil veces mejor. Es una advertencia.
Apreté los dientes y giré la llave del auto.
—Vete a la puta mierda —gruñí, arrancando furioso, con el motor cubriendo cualquier palabra que quisiera decir.
El fuego en mi pecho no se apagaba. Sabía que nada sería igual, y que el camino hacia Anya estaba lleno de mentiras, secretos y errores que todavía no había terminado de pagar.
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POV Anya
El timbre sonó de nuevo. Uno… dos… tres… y mi corazón se aceleró. Me paralicé al escuchar su voz desde afuera.
—¿Quieres decirme algo? —la voz de Lev sonó firme, fría, con un sarcasmo helado que me atravesó—. ¿O solo viniste a ignorarme desde adentro?
—Es obvio que ya lo sabes… —susurré, temblando—. ¿Te lo contó él?
Lev ladeó la cabeza, con esa frialdad que me dejaba sin aire:
—Quiero que me lo cuentes tú.
Tragué saliva, bajando la mirada, intentando reunir valor.
—No lo vi venir… —dije, con voz temblorosa—. Por eso no pude detenerlo. Me sorprendió. No lo esperaba.
Lev me observó, midiendo cada palabra con esa mezcla de control y sarcasmo que me helaba los huesos:
—¿Te gustó?
—¿Qué? —pregunté, horrorizada de siquiera tener que responder eso.
—¿Te gustó? —repitió, firme, intenso.
—¡No! —escupí, con convicción, tratando de contener el temblor que recorría todo mi cuerpo—. ¡No me gustó!
Lev asintió lentamente, evaluando mis palabras, aún con esa mirada fría y calculadora.
—Bien. —dijo, simple, contundente, y se apartó unos pasos, se dio media vuelta y caminó en dirección a la casa de Claire y Dimitri.
Sentí un impulso y lo tomé del brazo. Se detuvo, se giró y avanzó hacia mí, la mirada clavada como un bisturí.
—¿Qué? —dijo, con un filo que me helaba la sangre.
—Por favor… —susurré, con voz quebrada—. Solo mírame…
Lev me fulminó con la mirada, pero no bajó la guardia. Su furia estaba contenida, pero se sentía en cada palabra.
—¿Quieres que te diga lo que siento? —su voz se quebró un instante, pero se recuperó, fría, afilada—. Traición. Eso es lo que siento.
—Lev… —traté de explicarme, las lágrimas ardiendo—. Yo… no fue mi intención. Nunca quise lastimarte.
—No fue tu intención —repitió, con sarcasmo—, pero pasó. Así de simple. Y ahora… tengo que procesarlo.
Mi rabia explotó al fin.
—No finjas que no entiendes. Honey se aprovecha de cada grieta que tenemos. Quizás lo de la venda fue un error, sí, te lastimaste al intentar sostenerme, pero ¿cómo iba a saberlo? No me dijiste nada. No te quedaste. Solo dijiste que fue “casi orgásmico, Anya”. ¿Y ahora resulta que tenía que adivinar que te dislocaste el hombro en la caída y que por eso Honey estaba ahí, acurrucándote?
El rostro de Lev se endureció… pero no pudo responder. Yo tenía razón. Y lo sabía.
Respiró hondo, bajó la vista, y su tono cambió, cansado, roto:
—Esto está siendo más difícil de lo que pensé. No estamos funcionando.
Sentí que me desgarraba por dentro.
—¿Estás terminando conmigo? —pregunté, apenas respirando.
—No. —negó, con firmeza apagada—. Nos estoy dando un descanso.
Se dio media vuelta y empezó a alejarse.
—¡Esto no es un descanso! —le grité, con rabia, las lágrimas resbalando—. ¡Es una ventaja para todos los que nos quieren ver separados! ¡Idiota!
Él se detuvo apenas un segundo… pero no giró. Y se fue.
Me quedé allí, temblando, con el corazón roto, pero con la dignidad intacta.
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POV Claire
La cocina olía a pan tostado y café. Después de días en el hospital, volver a desayunar en casa con Dimitri me parecía casi un milagro. Había algo de calma en la luz de la mañana entrando por la ventana… hasta que vi a Lev.
Estaba sentado frente a la mesa, con una compresa de hielo presionada en su hombro. Sus ojeras eran profundas, el gesto sombrío. Apenas probaba bocado, como si la comida fuera un trámite.
—¿Qué te pasó? —pregunté enseguida.
Él levantó la mirada, distante, apagada.
—Nada. Estoy bien.
—¿Y Anya?
—Está con Max —respondió seco, como quien corta un hilo con tijeras.
Se levantó de inmediato. Antes de salir, se giró hacia Dimitri y esbozó una sonrisa débil, que no alcanzaba a iluminarle el rostro.
—Qué bueno que ya estás bien, papá.
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Editado: 30.08.2025