--Por favor, cierre la puerta. --Dejó los papeles en la mesa, mirando de manera tranquila al joven en umbral de la entrada.
Gustavo asintió con tranquilidad, cerrando la puerta con calma. Caminó un par de pasos hasta llegar frente al escritorio de la dama, sintiendo una extraña atmósfera en el ambiente.
--Por favor, tome asiento --Apuntó con su mano a una de las sillas de madera al frente de su escritorio. Gustavo asintió, se sentó y colocó su uniforme en sus piernas--. No quiero quitarle mucho el tiempo, por lo que seré franca. En el gremio de aventureros hay una misión de captura y, usted es el objetivo --Lo miró de manera seria--. No sé a quien insultó, o que haya hecho, pero como administradora de este lugar, debo aconsejarle que no entre a la mazmorra por unas semanas, yo propongo que hasta que se olviden del asunto. --Gustavo escuchó con calma, agradecía el consejo de la dama, pero ahora no podía hacerle caso, en primera, tenía que verificar algo que lo había molestado durante algunos días y, segundo, el nunca huiría de un duelo.
--Agradezco su preocupación...
--No me escuchará ¿Verdad? --Interrumpió con poca cortesía.
--No lo tome a insulto, es solo que necesito asegurarme de algo.
--En realidad intuía su respuesta --Sonrió--, pero debo advertirle una cosa, la ley de los hombres no entra a las mazmorras, si mueres ahí, nadie perseguirá el asunto, solo que tengas un familiar que desee recorrer una venganza de sangre --Lo miró a los ojos--... Puedo intuir por tu mirada que algo importante buscas y, no sé si lo pueda encontrar en ese lugar, solo quiero reiterarle que tiene mi apoyo. --Se colocó de pie y dio media vuelta.
--¿Podría decirme la razón? Todavía soy un novato y, mi inexperiencia con las cosas de este mun... lugar --Tosió para aclarar su garganta-- son muchas.
--Eres un integrante de mi gremio y, aunque sea solo una administradora del lugar, tengo mis principios, por lo que no dejaré que maten a mi gente estando yo de brazos cruzados.
--Sabe, le creo --Se colocó de pie lentamente, colocando su ropa en el asiento--, pero también siento que algo me oculta. --Frecsil se dio media vuelta y lo observó.
--Por el momento no tienes porque saberlo, pero puedo asegurarle que no tengo ninguna intención hostil hacia usted.
--Entonces le doy gracias por la ayuda. --Dijo con tranquilidad.
--Una cosa más, aunque el gremio de aventureros y el nuestro sirve para el mismo fin, también existen propósitos ocultos, que mayormente poseen los individuos y, no las instituciones.
--Por favor, ilumíneme.
--El gremio de aventureros y el de los exploradores de mazmorras fueron creados con el fin de exterminar a las bestias, monstruos y criaturas poderosas que habitan este mundo, ya que son una gran amenaza para nuestra supervivencia --Gustavo asintió, había leído algo de ello en los libros de la biblioteca de la familia Cuyu--. Sin embargo, aunque nosotros los administradores cargamos con el peso de imponer las reglas, los integrantes de los respectivos gremios siempre tienen planes ocultos y, es algo entendible, no todas las personas tienen un corazón noble, dispuestas a entregar sus vidas por el bien de los demás, pues exceptuando esas personas, la mayoría arriesga su propia seguridad por riquezas, por fama, en algunos casos por títulos y, en los más oscuros, para tener la oportunidad de vengarse. Así que tenga cuidado, señor Gus, pues este mundo no es tan colorido como parece.
--Ni de dónde vengo tampoco --Dijo en voz baja, respondiendo a la última frase de la mujer. Al notar la mirada de confusión de la dama, rápidamente sacó de uno de sus bolsillos cuatro monedas doradas y las colocó en la mesa--. No quiero abusar de su amabilidad, pero me gustaría saber si puedo comprar provisiones con estás monedas. --La verdad era que Gustavo estaba en una incógnita, pues sentía que las monedas doradas las había ganado tan fácilmente, que el valor de ellas sería bajo, o al menos menor al oro en su patria.
--¿Provisiones? ¿Qué es lo que necesita? --Preguntó un poco confundida.
--Comida que pueda durar un par de días, prendas de ropa, una bolsa de cuero para guardar cosas y, un sable.
--Con tus cuatro monedas doradas puedes comprar la comida de unos cuatro meses, sin embargo, si lo que deseas es ropa con hechizos protectores, tus cuatro monedas no serán suficientes, al igual que un sable encantado. Lo de la bolsa será algo más fácil de conseguir. --Dijo, no quería fallarle al joven, pero tampoco quería mentirle.
--Gracias por la información, aunque no deseo ropa encantada, ni un sable con hechizos, solo quiero algo normal. --Explicó.
--Recoja su atuendo y acompañeme. --Dijo la dama repentinamente y con la misma se dirigió a la puerta. Gustavo asintió, agarró su uniforme y la siguió.
Ambos individuos salieron del gremio y caminaron por un buen tiempo, hasta llegar a un edificio con un letrero lleno de polvo encima de la entrada. Venta de armaduras y armas "El herrero malhumorado" tenía por nombre el lugar. La dama abrió la puerta y, entró.
--Entre. --Gustavo asintió, caminó con calma, cruzando el umbral de la puerta.
Dentro del recinto, se encontraban colocadas un par de armas envainadas y armaduras completas en sus estantes. Las paredes eran de madera café brillosa, mientras que la iluminación era tenue.
--¿Qué desean? --Preguntó un hombre de voz gruesa y alta, Gustavo no sabía si le estaban dando la bienvenida o lo estaban corriendo, pues por el tono, era difícil decifrarlo. El hombre que anteriormente había hablado, apareció detrás de una cortina azul oscuro, su rostro estaba manchado de polvo negro, tenía una barba larga mal cuidada, el cuerpo robusto y, unos pocos pelos en su cabeza, vestía con una camisa de lino café y, sobre ella, se encontraba lo que parecía era un delantal.
--Herrero Vinz. --Saludó con calidez la dama.
El herrero todavía no había enfocado bien, pero al escuchar aquella dulce voz, una sonrisa se dibujó en su rostro, dejó el martillo pesado en el mueble frente a él y, se limpió las manos en su delantal.