El hijo de Dios

De vuelta a la ciudad

  --¿Qué yo soy que? --Preguntó atónito, toda la historia que había escuchado poseía fuertes sentimientos de valor, intriga y tensión, pero al saber que él pertenecía a esa historia, su mente no lo podía aceptar, pues él en realidad si era un forastero, pero no de los Bosques Altos, sino del mundo en sí, por lo que le resultaba imposible creer que aquella profecía hablara de él.

 --Lo eres joven humano, lo quieras aceptar o no. --Dijo la Gran Anciana con un tono tranquilo. Wityer miró a la nada y gruñó.

 --¿Qué sucede amigo? --Preguntó curioso. El lobo desapareció, sin responder su pregunta.

 --No debes preocuparte, estos son territorios del Señor del Bosque, nadie puede lastimarlo aquí. --Gustavo observó a la dama y quiso asentir, pero fue interrumpido por la presencia del lobo, quién regresó con sangre en sus fauces.

 --¿Dónde estuviste? --Preguntó. El lobo lo miró, abrió su boca, dejando caer una pequeña piedra color negra.

 --Una piedra de poder --Dijo impresionada la Suma sacerdotisa--. Creo que ya llegado el momento --Dijo para si misma. Se colocó de pie y comenzó a buscar entre los estantes de madera, se demoró unos pocos segundos en encontrar lo que buscaba, pero al hacerlo, lo tomó y caminó de vuelta a la mesa, colocando sobre ella un libro de pasta negra y un sable de hoja azul, con símbolos tallados en su hoja--. Nuestros exploradores encontraron estos objetos hace mucho, podrían ser artefactos de antes de la caída de los Dioses, pero tengo la sensación de que usted sabrá mejor que nadie como ocuparlos.

Gustavo guardó silencio al observar los tres objetos en la mesa, podía sentir un gran poder irradiando de cada uno de ellos, pero había uno en especial que lo llamaba y, ese era el libro de pasta negra, pero lo que no se esperaba, era que el lobo agarraría la piedra negra con su hocico y saltaría para tocar con ella su frente. Una poderosa y brutal energía de muerte invadió el cuarto, gritó, queriendo resistirse, su rostro se fue contorsionando en una mueca de dolor al sentir toda esa energía entrar a su cuerpo, su piel se fue oscureciendo, mientras que sus ojos brillaban con una poderosa luz negra.

 --¡Detenlo! --Gritó adolorido.

La Suma sacerdotisa convocó una poderosa energía elemental y la lanzó al cuerpo del joven, queriendo protegerlo, pero tan pronto como aquella energía tocó la oscuridad, una poderosa fuerza de repulsión la envió a golpearse a una de las paredes de la habitación.

Gustavo apretó sus puños, mientras sus piernas perdían fuerza, cayó de rodillas y, fue ahí cuando la energía oscura desapareció. Respiró con dificultad, jadeando, mientras innumerables gotas de sudor caían al suelo. Se secó su frente con su antebrazo, intentando colocarse de pie, pero le resultó inútil, ya que aún no poseía la fuerza para hacerlo.

 --Wityer ¿Por qué lo hiciste? --Preguntó con un tono cansado, pero la única respuesta que recibió fue el silencio.

 --El Señor del Bosque te tiene mucho cariño --Dijo Prisel con un tono bajo, mientras se colocaba de pie--, es por eso que no quiere perderte...

 --Lo entiendo --Miró al pequeño lobo--... pero al menos debió avisar --Se colocó de pie con lentitud y, con calma levantó la silla del suelo, colocándola nuevamente en su lugar, respiró profundo, tratando de tranquilizarse--. Debo partir ahora señora Prisel. La muerte ha llegado a mi reino y, debo cumplir una promesa. --No podía entender el nuevo poder que poseía, pero su instinto le gritaba que llegara pronto a la ciudad de Agucris, no sabía porque, pero tenía intención de hacerlo.

 --Sí debes hacerlo, yo no lo detendré, solo pido que me prometa que regresará. --El joven asintió, se sentía agradecido por un motivo, pero todavía no sabía cuál.

 --Lo prometo y, aunque no sé si sirva de algo, le daré un consejo, ya no deje que sus exploradores salgan, puedo sentir la oscuridad en estás tierras y, el verdadero monstruo no tarda en despertar. --Prisel lo observó, su personalidad había cambiado, su tono y mirada poseían una solemnidad y sabiduría nunca antes vista en un individuo de tan corta edad.

 --Agradezco sus palabras y, creo que tengo la obligación de también decirle algo. La profecía completa era que...

 --Lo sé, yo seré quien me enfrente a ese monstruo. --La Suma sacerdotisa asintió apenada por no haberle dicho todo, pues sentía que no era el momento indicado para hacerlo.

 --Los estaremos esperando, joven humano. --Gustavo asintió, agarró el libro, preparándose para irse, pero en el justo momento en que sujetó el sable, recordó que olvidaba algo.

 --Mil disculpas, pero antes de entrar a la sala, me quitaron mi vaina, junto con mi bolsa de cuero ¿Podría pedirles de favor, que me la devuelvan?

La Gran Anciana asintió con una sonrisa y, desapareció del cuarto.

 --Espera ¿Cómo voy a volver? --Por primera vez se hacía una pregunta lógica, había pasado por alto ese dato, por lo que la ansiedad comenzó a recorrer su cuerpo.

Wityer lo miró con una sonrisa orgullosa, sacando de la nada un pergamino y, en el mismo movimiento lo activó, la hoja se desenrolló y se quemó en un fuego azul precioso, convirtiéndose instantáneamente en cenizas. Frente a Gustavo, un agujero azul fue creado, muy parecido al que lo trajo al territorio de los residentes del bosque, tragó saliva y miró con duda a su compañero.

 --¿Qué más me estás ocultando? --Preguntó con una sonrisa. El lobo también hizo una mueca de felicidad, estaba alegre de haber encontrado tan buen acompañante de vida.

 --Parece que ya está listo para retirarse. --La mujer mayor apareció, acercándose a pasos lentos y, con el debido respeto hacia un semejante, le entregó su cinturón con su vaina y su bolsa de cuero.

 --Muchas gracias. --Aceptó los objetos, sonriendo con calidez.

 --Fue un honor estar en su presencia, Señor del Bosque, al igual que conocerle, joven humano. --Gustavo sonrió, su manera de expresarse sonaba un poco parecida a como se expresaban en su tierra natal.



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En el texto hay: romance, aventura, honor

Editado: 08.09.2021

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