El hijo de Dios

El día de la expedición

  Amaris no podía creer lo que estaba viendo, claramente aquel ataque era su hechizo en un rango más bajo, pero lo impresionante no era eso, sino la rapidez de ejecución y la devastadora energía, además de que solo tenía unos pocos segundos de haberlo aprendido, hasta para ella, eso sonaba a algo imposible de hacer.

 —Señor Gustoc, de verdad ¿Quién es usted? —Preguntó asombrada.

Gustavo levantó la mirada, sonriendo como un niño, mientras tocaba su nuca con su mano derecha.

 —Discúlpeme por mi acción repentina, me desconecté por un momento de mi cuerpo y actúe sin pensar.

Amaris sonrió, parecía que la fortuna perseguía aquel joven de mirada simple, por lo que lo único que pudo hacer fue suspirar.

 —Usted es un genio absoluto, creo que ni yo puedo igualarlo. —Dijo con una mirada complicada.

 —No puedo compararme a usted, dama Cuyu, su fortaleza y cimientos son más profundos que los míos, soy tan solo un novato con despliegues de poder, todavía me falta mucho para siquiera acercarme a usted. —Dijo con honestidad, no eran mentiras, el mismo reconocía que todavía tenía muchos puntos flojos en sus habilidades, por lo que debía seguir entrenando y reforzar su estado y, su núcleo antes de seguir avanzando.

Amaris sonrió tontamente, podía notar la sinceridad en su voz, en su mirada, por lo que entendía que no había intenciones ocultas en aquellas palabras.

 —Su libro es un grimorio —Dijo repentinamente, mientras observaba el ejemplar de pasta negra—, pero no uno normal, aunque no he tenido la oportunidad de estudiar un libro similar, mi intuición me dice que es muy diferente al resto de grimorios.

 —Sí gusta, se lo puedo prestar para que lo estudie. —Dijo con un tono calmo.

Amaris se sorprendió por la repentina propuesta del joven, pero terminó por negar con la cabeza.

 —No puedo, su libro es muy valioso y, aunque estaría agradecida de una oportunidad así, no soy la propietaria, ni siquiera podré abrirlo. —Dijo con pesar.

 —Debe de haber una manera.

 —Puede ser, pero la desconozco —Suspiró en silencio—. No se preocupe, señor Gustoc, ya habrá más oportunidades en el futuro, puedo sentirlo. —Alzó sus comisuras.

Gustavo asintió, sonriendo con alegría, debía reconocer que le agradaba mucho estar en compañía de la dama Cuyu.

Los días continuaron pasando y, el libro del joven añadió otros dos hechizos del séptimo círculo, uno de elemento viento y el otro de elemento rayo, por supuesto, facilitado por la dama Cuyu. Ocupó la mayor parte de sus días para seguir entrenando sus puntos flojos, ya que el día para la expedición a la mazmorra se acercaba, debiendo estar preparado para ello.

Mientras experimentaba nuevos cortes con su sable, se le ocurrió una idea, por lo que convocó a su olvidado esqueleto de la armadura. Extendió su brazo izquierdo y con los dedos tensados invocó a su subordinado. La energía oscura comenzó aparecer, pero no era como las anteriores veces, ahora se notaba más lúgubre y siniestra, mientras que en el contorno pequeños flashes de luz oscura y flamas ennegrecidas aparecían y desaparecían repentinamente. Gustavo sintió que la energía requerida para invocar al esqueleto había aumentado, pero no le importó en absoluto, estaba deseoso de saber que saldría de aquella cortina negra. Un segundo, dos segundos y, en el tercer segundo, apareció ante el joven, un esqueleto de armadura negra azabache, de mirada penetrante, con un cráneo blanco con energía azul emanando en pequeñas hebras de poder, balanceándose hacia arriba como si fueran cabellos soplados por el viento, mientras que en sus manos, descansaba una espada larga de hoja negra.

 —Su excelencia. —Dijo con un tono lleno de respeto, se colocó de rodillas, bajando el rostro.

 —¿Su excelencia? —Se extrañó por el significado de aquella palabra, recordaba que el anterior esqueleto de la armadura lo había llamado: Amo, por lo que preguntó—. ¿Por qué te refieras a mí con ese título? ¿Y donde se encuentra el otro esqueleto?

 —Para responder a Su excelencia, usted es un hombre noble con la marca de Nuestro Señor, por supuesto que debe tener un título semejante al del Rey de la Noche. Y para responder a su segunda pregunta, Su excelencia, el caballero negro fue devuelto al abismo, esperando por su llamado.

 —¿Rey de la noche? ¿Quién es él? —Preguntó Gustavo con una mirada confundida.

 —Respondiendo a Su excelencia, el Rey de la Noche fue uno de los siete Altos Señores de Nuestro Señor. —Dijo.

 —¿Y quién eres tú? —Preguntó, se había dado cuenta que este nuevo subordinado era más inteligente que el anterior esqueleto.

 —Con respeto me presentó ante usted, Su excelencia, mi nombre ya no es recordado, solo me queda mi título... soy el guardián de la espada negra, creado con el único propósito de proteger a los Altos Señores, como lo es usted, Su excelencia. —Dijo con respeto.

Gustavo escuchó atentamente, aunque era difícil de entender, poco a poco lo iba aceptando.

 —¿Puedo llamarte Guardián? —Preguntó.

 —Su excelencia puede llamarme como guste.

 —Desde hoy serás Guardián. Puedes ponerte de pie, aunque todavía tengo muchas preguntas, primero quiero comprobar un poco mis nuevas habilidades. —Dijo con calma, su comportamiento era como el de un general al hablar con sus subordinados, algo completamente extraño a su habitual manera de actuar.

 —Gracias, Su excelencia.

Gustavo levantó su sable y ordenó al esqueleto hacer lo mismo. El guardián de la espada negra asintió y, como si el joven enfrente suyo fuera su enemigo, liberó de su cuerpo una poderosa y aterradora energía de muerte, mientras blandía su espada con rapidez. Solo bastó de un solo ataque para hacer caer al joven Gustavo.

 —Discúlpeme Su excelencia, lo he lastimado, ahora mismo destruya mi existencia para pagar por mi atrevimiento. —Dijo Guardián con un tono extraño, cualquiera que escuchará aquellas palabras llenas de arrepentimiento y pesar, no lograría atribuírselas a esa imponente silueta.



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En el texto hay: romance, aventura, honor

Editado: 08.09.2021

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