D I A N A
🔮🔮🔮
– Diana – chillo detrás de mi Binx, al parecer no le alcanza con ser bañado en chocolate.
– ¿para qué demandas mi atención? – pregunto girando sobre mis talones y lo observó cruzada de brazos.
– se te olvido esto en la biblioteca – el líder Kappa mueve frente a mis ojos un collar con forma de pluma de cristal.
– gracias por devolverlo – tome el colgante rápido antes de que pregunte que significa. Apolión me entrego ese collar no hace muchos días al parecer el Dios del viento decidió darme algo con que canalizar mejor mis poderes.
– no hay de que preciosa – me giño el ojo para continuar su camino de forma petulante. Presumido.
Mejor continuó con mi búsqueda de Apolión para ir a almorzar juntos, sé que él me está ocultando algo lo conozco demasiado bien. Anoche en el cementerio mientras reíamos corriendo entre las lápidas pude verlo feliz como hacía mucho tiempo no lo estaba. Fue como si todo lo malo que había roto su corazón no existiese y volviera a ser el Apolión que intentaba animarme cuando estaba triste. Por un minuto pude fingir que nuestra relación no era a escondidas y que el corresponde mi amor. Pero la felicidad fue tan efímera como el aleteo de un colibrí. Y como si se tratara de una maldición a la mañana siguiente la felicidad se esfumó y para ser suplantado por la tristeza.
Justo saliendo del baño de chicos veo una cabellera pelinegra y su típica campera de cuero. Sin dudar corro hacia el saltando en su espalda mientras le tapó los ojos.
– voy a secuestrarte para robarte los riñones y venderlos en el mercado negro – susurró cerca de su oído. Asegura mis piernas alrededor de su cintura, soltando una pequeña risa.
– eres una pésima traficante de órganos no puedes decirme eso apenas me cubres los ojos – saque mis manos de su rostro y bese su cuello. Mientras reía por los rostros que ponían las personas que nos escuchaban hablar. Si lo que esperaban de nosotros es una conversación normal entonces perdieron sus apuestas.
– vamos a almorzar y puede que piense en no robarte los riñones – el moreno asiente sin bajarme de su espalda. Viaje gratis hasta el estacionamiento.
Mientras le indicaba a Apolión por donde ir la lluvia apenas comenzaba a ser un poco más fuerte. Las gotas golpeando el techo del auto hacían que no estuviéramos en un total silencio. A veces lo veía de reojo, siempre mirando al frente de forma sería más de lo normal. Mi corazón al verlo así se escogía en mi pecho porque no puedo verlo así. Por más que me esfuerce no puedo sentirme bien sabiendo que algo le pasa y no quiere decírmelo.
El motor del auto se apaga y miro a mi costado donde efectivamente estaba el restaurante. Baje animada por que al fin comeríamos, tengo mucha hambre y sólo de pensar en probar una de las hamburguesas de Bili's se me hace agua la boca. Caminamos hasta entrar al local y apenas pasaron cinco segundos el olor a grasa y queso fundido me abrazo. A veces creo muy en el fondo que tengo el alma gorda.
– ¿qué quieres comer? – pregunto Apolión sacándome de mis pensamientos glotones.
– pago yo tu solo dime ¿qué quieres Sombritas? – el dudo un segundo, pero asintió.
Pedí la orden y me fui a sentar con Apolión. Eligió la mesa más alejada de la entrada, la que queda poco iluminada y se puede ver a la calle perfectamente por el ventanal. Quedamos frente a frente sin ninguno de los dos decir una sola palabra. Comencé a jugar con mis dedos encima de la mesa y el ruido de la gente conversando en el local se detuvo.
Su mano fría tomo la mía entrelazando nuestros dedos que sin mucho esfuerzo encajaron. No me atreví a mirarlo sentía mi cara arder, le había confesado que no estaba preparada para una relación sin etiquetas. Quiero que me ame, pero también debo pensar en mí, mi corazón es frágil tan sólo soy una hechicera.
– Helena me dijo la broma que le hiciste a Binx. – río por lo bajo. Lo mire y el mantenía la mirada en nuestras manos, su dedo pulgar acaricio mi mano de forma suave.
– me molesto tanto en los pasillos que quise darle una lección y por ahora no me ha devuelto nada – me encogí de hombros soltando nuestras manos.
– se lo tiene bien merecido, hubiera sido peor si yo las hubiera ayudado – me reí apartando la mirada de sus ojos.
La camarera dejo nuestras órdenes y comimos hablando de la nueva y última gran broma que haremos.
Al terminar de almorzar volvimos a la fraternidad donde ya estaban algunos en la casa durmiendo y otros tantos estudiando. No queriendo molestar a nadie fuimos al fondo a meternos en la piscina. El día se prestaba para eso y no tardamos en mojar a todos los que estaban cerca. Apolión sonrió y fue lo único que me importó para sentirme satisfecha. Con tan sólo ver su sonrisa sentí que mi corazón volvió a tener vida y ahora comprendo lo que decía mi padre acerca del amor.
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Editado: 17.04.2021