El hijo de Hades y Persefone [1.3]

Capítulo 23| La pastilla

D I A N A🔮🔮🔮

D I A N A
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Unos intensos ojos grises me miraban con curiosidad mientras yo revolvía todos los cajones de mi armario y cómoda. Por algún lado tienen que estar las pastillas que compre no puedo estar sin tomar una de esas este mismo día. Mi desesperación comenzó a crecer cuando no aparecía ninguna caja con la única pastilla que había comprado desde hacía un tiempo.

– ¿Qué buscas? – pregunto finalmente Aileen al ver con la desesperación que estaba dando vuelta mi lado de la habitación.

– la pastilla del día después – me giro a verla y su blanca piel se pone aún más pálida casi llegando al color gris de los muertos. Algo me dice que por esa pálida piel que mi pastilla paso a ser historia a estas alturas.

– Camelia necesitaba una pastilla por que el condón estaba roto y yo no tenía, pero vi que tenías una sobre la mesa de luz y se la di no pensé que la necesitarías ya mismo lo siento – hablo tan rápido que me costó entender todo lo que dijo. Pero no puedo enojarme con Aileen ella solo intentaba ayudar a su sobrina y no la puedo culpar en su lugar habría hecho lo mismo. En estos casos de emergencia extrema tengo a una platinada que me puede salvar el pescuezo.

– Helen me puede ayudar no te preocupes al menos fuiste sincera conmigo – salgo corriendo de la habitación buscando a la platinada que me puede salvar con esto. Su habitación está a dos puertas de la mía y con mucho desespero golpeo la puerta que tiene el nombre de Helen y Adara. Espere durante algunos minutos hasta que la puerta se abrió, Helen apareció terminando de abrocharse los botones de su camisa.

Sus ojos azules me miraron de arriba abajo y finalmente me dejo pasar su habitación se veía muy ordenada con excepción de su cama. Ella camino hasta el cajón de su mesa de luz y saco una pequeña caja que luego me entrego con una pequeña sonrisa. A esta chica no se le escapa nada.

– me dirás como te fue o tendré que navegar en tu memoria – sus ojos claros cambiaron al rosa y movió sus manos con gestos raros.

– no mires en mi mente te diré, pero deja mi memoria en paz siento que violas mi espacio personal – hable con seriedad intentando no recordar nada de lo que paso anoche para no facilitarle el acceso a la platinada.

– estoy esperando – habla de forma cantarina mientras sus ojos vuelven a ser azules. Me crucé de brazos y negué con la cabeza esta chica es única.

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Abrí la canilla tomando un poco de agua tenía la pequeña pastilla en la palma de mi mano. Había pasado casi todo el día hablando con Helen y luego las otras chicas que me detuvieron cuando salí del cuarto de la platinada.

– mamá iré en un par de días con tus manzanas ya deja de gritarme – entro Alida hablando a su bola de cristal, supongo que la diosa Eris es demasiado exigente con su hija menor. – tú también puedes salir y recolectar tus propias manzanas, adiós – dejo de lado su bola que desapareció en una nube de humo rojo. Saco de sus bolsillos una pequeña cajita de mentitas. No creo que se haya percatado de mi presencia cuando ella me lleva por delante y mi pasilla salió volando junto a sus mentitas. – por las manzanas – chilla ella tirada desde el suelo.

Me agacho buscando mi pastilla que visualizo junto a la cajita de metal, antes de que la pelirroja se dé cuenta la tomo y me la trago para no olvidarme. Junto el resto de pastillas colocándolas en su respectiva cajita y se la entregó a Alida parece que está cansada.

– hey roja ¿te encuentras bien? – la ayude a ponerse de pie y su mirada no reflejaba para anda esa chispa traviesa y divertida que la caracteriza.

– si estoy bien – cubrió su rostro con sus manos y suspiro antes de tomar las mentas poniendo una en su boca. Tomé su mano para decir algo, pero todo se volvió negro y al abrir mis ojos me encontré con un bosque.

Mire a mi alrededor y solo había árboles y vegetaciones espesas. Frente a mi estaba un camino de tierra di un paso y la riera bajo mis pies me hizo mirar hacia abajo. Traía puesto un vestido lago de color blanco mi cabello estaba recogido en una trenza que caía a un costado de mi hombro. Continué caminando al escuchar voces que me decían que debía continuar, llegue hasta un puente de madera. El viejo puente crujía bajo mis pies y las plantas de moho hacia el paso más resbaladizo.

– no dejare que la lastimes – apresure mi paso al escuchar el grito de Alida. Corrí por que las voces me decían que debía irme, pero yo quería ver que estaba pasando. Un dolor muy fuerte en mi bajo vientre hizo que me detuviera, las voces repitieron que no debía ver más. La oscuridad volvió a invadirme.




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