El Hijo del Alpha

Decisión

Valentina escuchó aquella confesión, observó a su hermana incrédula o intentando procesar semejantes palabras, de nuevo la imagen de ella siendo una niña a la cual había que cuidar volvió a su cabeza. Pero ya no había rastros de esa pequeña.

Ninguna de las dos eran esas niñas que corrían en las caballerizas ocultándose una de la otra, esperando el mejor momento para atacarse y saltar sobre la otra. No, ya no eran unas chiquillas.

Refrescó sus pensamientos y miró de nuevo a Ximena totalmente destruida en llanto con las manos aferradas al pecho.

—¿Con tus propias manos? — cuestionó Valentina logrando que ella alzara el rostro.

—¿Qué? —pronunció levemente entre sollozos.

—Lo mataste con tus propias manos…

—No —tragó el nudo en su garganta antes de contestar.

—¿Cómo pasó? Si deseas pasar unos días en este rancho debes decirme la verdad —advirtió Valentina.

—Fue una trampa…

—Deberás ser un poco más explícita, Ximena. En estos momentos, además de no ser mi hermana, eres una asesina. Necesito la verdad si quieres mi ayuda.

—El mundo fuera de este rancho es muy diferentes a lo que pensábamos de niñas.

—¿Desilusionada? —inquirió con recelo Valentina cruzándose de piernas después de sentarse cerca de la cama.

—Cuando partí del rancho no tenía ni siquiera un plan, había averiguado con algunas chicas del pueblo las corridas de los camiones. Decidí partir más al norte, crucé la frontera.

—Sin conocer a nadie, pudiste haber muerto y nosotros… pero que importaba ¿verdad? —Valentina detuvo sus palabras, muchas veces pensó que Ximena había muerto sola, sin su familia.

—Corrí con suerte, en el camino conocí a dos chicas. Gabriela y María, ellas fueron mis compañeras de viaje. Tenían dónde llegar al otro lado, simplemente me pegué a ellas…

Ximena relató los sucesos de su viaje, las peripecias, los momentos incómodos los guardó para ella. Fue hasta que le contó de Oziel, un chico que era amigo de los novios de Gabriela y María.

Era cinco años mayor que ella, joven, audaz. Pero con una particularidad que pocos podían entender. Su familia era un grupo grande de personas que vivían en una comunidad, había ex-militares, personas que parecían estar preparadas para una guerra que Ximena desconocía por completo.

El encanto de la juventud no le permitió ver más allá, terminó haciéndose novia de Oziel, y los secretos que guardaba fueron saliendo a la luz uno a uno.

El principal de todos, la existencia de unos seres sobrenaturales capaces de controlar al mundo si ellos lo desearan. Los hombres lobos que le describieron eran criaturas dominantes, salvajes, poderosas, desalmadas y que odiaban a los humanos.

Fue fácil creerle después de conocer a más de uno, estaba del lado correcto junto a Oziel quien con su familia protegía a los humanos, eran los héroes y los hombres lobos, los villanos.

Ximena fue partícipe más de una ocasión en pequeñas cosas, pero al paso de los años, llegó su momento para demostrar su valía para Oziel. La usaron como la presa para atraer a un hombre lobo cruel perteneciente a los Rød skog.

Jamás en su vida había conocido la maldad a ese grado, creyó que no iba a salir vida de ese lugar. Sin embargo, apareció él… Kringer Holter.

El Alpha de Blå skog y su nuevo objetivo… fue hasta entonces que se dio cuenta de que estaba en el bando contario, y la gente con quien vivía eran cazadores de hombres lobos.

—¿Blå skog? —inquirió Valentina, era la primera vez que escuchaba algo así.

—Blå skog, es la manada a la que Kringer lideraba. Era un hombre lobo muy diferente, conocía lo que era el honor, su deber como Alpha era proteger, guía, jamás había conocido a un hombre como él.

—Ellos lo mataron —interrumpió

—Para cuando quise advertirle de la trampa era demasiado tarde. A los dos meses supe que estaba embarazada, hui de la gente de Oziel, de los cazadores. No podían saber que estaba esperando el hijo de un hombre lobo.

Valentina se quedó en silencio procesando todo lo que Ximena le había dicho. Su hermana pasó por muchas cosas, aún podía ver como la tristeza se reflejaba en su mirada.

—¿Estás segura de que él murió?

—No hubo represarías, nadie de blå skog apareció en los siguientes días.

—Por lo tanto, nadie sabe de tu embarazo, ni quien es ese niño —afirmó Valentina.

—Solo tú…

—Un mes, solamente puedes quedarte un mes —dijo Valentina poniéndose de pie —. Después de ese tiempo tú y tu hijo se irán.

—Gracias, Valentina —pronunció levemente mientras su hermana mayor salió de la habitación. Ximena había omitido lo último que la empujó a llegar a esas tierras y a tomar una decisión premeditada. Pero como había pensado, la bondad de Valentina prevalecía… después de todo.

Valentina salió cansada de la habitación, haber escuchado aquella confesión, el relato de Ximena sobre su vida, sabía que había más cosas que no le contó. Era difícil que le resumiera su vida en tan corto tiempo.




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