El Hijo del Alpha

Huespedes

Kennet estaba en una posición nada cómoda después del arranque repentino de Seren, tenía años de conocer a esa mujer y en todo ese tiempo, mentir no había sido una cualidad en ella, por lo menos no cínicamente.

Ahora debía enfrentarse al abuelo del hijo de Kringer no como su tío, sino como un padre que lo ha estado buscando.

—Debo preguntar primero por mi hija —dijo Santiago. Kennet observó al hombre mayor y después a la mujer detrás que únicamente deseaba sacarle los ojos.

—Perdimos contacto totalmente, ella huyó sin decirme de la existencia de mi hijo, debí valerme de un investigador para poder llegar aquí… —confesó, tal vez no era totalmente una mentira, su confesión, sin embargo, se sentía mal.

—Ximena, vino aquí buscando refugio, tuvo al bebé… y bueno, ella.

—No creo que debas contarle nuestras intimidades de familia a un desconocido —interrumpió Valentina con ese tono de voz característico cuando algo no le gustaba.

—Es el padre de Matías…

—¿Cómo sabes que dice la verdad?

—Que haría en un lugar tan desolado del otro lado del mundo, el joven tiene un acento que no es de aquí, además su imagen, que quiere en un rancho olvidado…

—Mis intenciones no son otras más que las de un padre preocupado por su hijo, en un inicio pensé que era mentira, Ximena desapareció… sin dejar rastro.

Valentina lo observó de nuevo con esas inmensas ganas de sacarle las tripas. Kennet pensó que esa mujer debía tener un problema para odiarlo de esa manera sin conocerlo. Aunque no sea Kringer, su hermano jamás dañaría a una mujer, mucho menos a la madre de su hijo y en su caso a su heredero.

Eran hombres lobos, podía matarlo a todos si se lo propusiera, sin perder el tiempo saldría de ese rancho con el niño sin mirar atrás. Pero no eran asesinos, no mataban inocentes, pese al primer encuentro con esa mujer, no era motivo para dañarla.

Ella sabía perfectamente quienes eran, por lo tanto, su hermana debió decirle algo más. Eso estaba preocupando a Kennet, no era tan ajena como pensaba Seren. Su mentira podía estar tendiendo de un hilo.

—Disculpa a mi hija Valentina, es desconfiada y con justa razón. Aún no nos has dicho tu nombre, ni me he presentado formalmente… Soy Santiago de la Rosa.

—Kennet Holter —respondió y se mordió la lengua al darse cuenta de que olvidó dar el nombre de su hermano.

Valentina se puso seria, su mirada cambió mientras ellos seguían hablando o poniéndose al día. Recordó el apellido Holter, pero algo en el nombre del desconocido no la hacía sentir segura.

—Entenderás que le hemos mentido a mi nieto. Ximena estaba muy alejada de nosotros. Para él Valentina es su madre…

—Y no deseamos decir lo contrario —advirtió la castaña.

—Entiendo, haremos lo mejor para él, pero las mentiras nunca son buenas, en algún momento su nieto tendrá que saber la verdad —dijo Kennet logrando la incomodidad en Valentina. Santiago suspiró antes de entrelazar sus manos sobre sus piernas.

—Lo sabemos, pensamos que Ximena volvería y llegaría ese momento. Sin embargo, han pasado ocho años y ese encuentro jamás ha ocurrido.

Kennet notó la tristeza en el hombre mayor. Estaba en una encrucijada, ciertamente como Seren les dijo, habían encontrado al hijo de Kringer en un panorama que no pensaron; feliz y con una familia que lo ama.

—Mi nieto está muy confundido en este momento. Nosotros jamás le hablamos de su padre, hizo preguntas…

—¿Qué le respondieron? —cuestionó Kennet.

—No le dijimos que estabas muerto si ese es tu temor —contestó Valentina.

—Me parece que fue lo mejor…

—Pensamos que este día no llegaría, pero tampoco sabíamos si en el mundo existía un padre preocupado por su hijo —señaló Santiago. Valentina estaba reacia a compartir lo que le había dicho a Matías sobre su padre —. Pediré que les preparen una habitación, si va a interactuar con mi nieto, espero entienda que debe ser en el rancho… aunque usted sea su padre…

—He estado ausente por ocho años, lo sé. No pediría más.

—Me parece que estás siendo un poco flexible con unos desconocidos —murmuró Valentina acercándose a su padre. Kennet la escuchó perfectamente.

—Y tu intolerante, sé más bondadosa Valentina con nuestros huéspedes…

Kennet sonrió por la forma como Santiago regañaba a su hija mayor. Observó a la castaña que no le hizo nada de gracia tener que lidiar con ellos.

—Gracias por su hospitalidad, no causaremos molestias —agradeció Kennet y Valentina lo fulminó con la mirada. No era su plan quedarse allí, tampoco lo estaba disfrutando, pero Seren lo empujó a ello sin siquiera preguntárselo.

—Buscaré a Margarita —dijo Santiago saliendo de la habitación.

—No confunda la amabilidad de mi padre, no son bienvenidos —advirtió Valentina.

—Creo que tu padre te ha pedido ser más bondadosa, Valentina —declaró Kennet.

—No sé si lo que dices es verdad, tu parecido es indiscutible. Pero tu mirada no delata que seas un padre afligido buscando a su hijo por ocho años.




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