El Hijo del Alpha

Secreto

—Ahora sí, podemos presentarnos correctamente —dijo Rosa abriendo el abanico y echándose aire.

—Hola, tía —saludó Valentina.

—Querida, estás muy pálida, segura que te has estado sintiendo bien.

Kennet quedó mudo mientras ambas mujeres compartían una ligera conversación como si golpearlo fuera lo más común en ese momento.

En todos esos años de su vida jamás había odiado a Kringer, pero ciertamente maldecía a su hermano por tener que pagar sus errores.

Rosa era la hermana menor del papá de Valentina, una mujer ruda y algo juzgona, sin embargo, adoraba a su querida sobrina. Era consciente de todo lo que hizo para sacar adelante el rancho de sus abuelos y sobre todo su amor por esas tierras. El cuidado que tenía con su hermano y su nieto sobrino. La mayoría de las mujeres del pueblo hablaban de Valentina como si fuera rara, pero todas desconocían la fuerza que esa mujer poseía.

—Matías nos ha informado de que su padre está aquí, espero y para bien —señaló Rosa.

—La mejor de las intenciones —contestó con galantería Kennet.

—mmm, ya veo porque caíste —indicó Rosa antes de caminar por el pasillo y darles la espalda a ambos.

—Creo que me encuentra encantador —murmuró Kennet cerca de Valentina.

—Le falla la vista, así que no creas sus palabras —argumentó la castaña.

—En cambio, yo poseo una excelente vista que me permite apreciar la belleza a mi alrededor —dijo Kennet y Valentina lo miró con cólera —. Las flores, las flores son hermosas —agregó el hombre lobo con una sonrisa en sus labios.

—Eres un fastidio…

—Y para mí tú eres un misterio —confesó antes de llegar a donde los demás esperaban.

Rosa no había mentido ni tenía mal la vista, sus primas cambiaron el semblante, inmediatamente que Kennet cruzó la puerta. Ambas mujeres dejaron de lado a sus hijos, al igual que las mamás de los compañeros de Matías, que oportunamente se unieron al festejo.

El hombre lobo se presentó con elegancia, mientras Valentina permanecía de brazos cruzados detrás de él. Sus primas la miraron a ella y después a Kennet en repetidas ocasiones.

—No esperábamos conocer a tu esposo —dijo Celeste y eso golpeó en la boca del estómago a Valentina. La sonrisa de su prima le indicaba que lo estaba haciendo con maldad para que él la dejara mal frente a las demás mujeres.

—Ha sido una sorpresa —habló Kennet atrayéndola pasando su brazo sobre sus hombros. Valentina luchó contra sus ganas de empujarlo.

—¿Son esposos? —cuestionó inmediatamente Rosa abanicándose el rostro —. Por la iglesia, supongo...

Kennet mantuvo una sonrisa en su rostro intentando procesar que mentira iba a decir ahora.

—Valentina no quería que se perdieran semejante acontecimiento, lo pospusimos hasta que estuviéramos juntos... —contestó Kennet mientras la castaña se acaba sus dedos pellizcándolo por debajo de su brazo.

—Buenas tardes a todas —interrumpió don Santiago. Valentina empujó a Kennet cuando la atención se la llevó su padre.

—Estás loco —murmuró hacia Kennet.

—Y tu muda, si no tuvieras esa cara de fastidio podrías facilitar el momento —pronunció el hombre lobo cerca de ella mientras se alejaban de todos.

—Decir que eres mi esposo ante todas esas mujeres, todo el pueblo lo sabrá para mañana —dijo fuera de la habitación, caminaron rumbo a la cocina.

—Querías que les mintiera, tu tía Rosa ya me golpeó una vez, no pienso recibir más golpes.

—Se supone que eres un hombre lobo —señaló Valentina.

—Ah, y porque soy un hombre lobo, debo soportar que todo mundo me golpee —dijo indignado Kennet.

—Te mereces eso y más por abandonar a Matías —reprochó la castaña golpeando su pecho con su dedo índice.

—No lo abandoné —respondió imitando el movimiento de Valentina.

—¿Qué están haciendo? —preguntó Matías observándolos con curiosidad.

—Tu mamá me está regañando porque olvidé tu regalo —contestó Kennet.

Valentina lo observó con ganas de arrancarle el rostro. El hombre lobo estaba empezando a reconocer sus miradas, en otras ocasiones parecía que le apuñalaría el pecho con una cuchara y eso debía ser doloroso.

—Puedes enseñarme a detener al toro como lo hiciste —dijo emocionado.

—Sería un buen regalo...

—No —interrumpió Valentina.

Matías la observó seriamente antes de irse corriendo, la castaña no reaccionó bien, se maldijo por haberle contestado así a su pequeño colibrí.

—Tendrá que aprender...

—Es peligroso —negó la castaña, el hombre lobo suspiró.

—Debe manejar sus instintos, Valentina. Si no lo hace, eso será peligroso para él y los demás —aclaró Kennet yéndose en dirección a donde Matías corrió.

Entendía el miedo de Valentina, sin embargo, era necesario que recordara que Matías no era un niño común, sus instintos estaban despertando, y sin duda se debía a la presencia de su gente.




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